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Anotaciones musicales
Isabel María Ayala Herrera
Transcripción
Esto era un padre y una madre, y tenían una nena. Se llamaba María, muy bonica la chiquilla, preciosa y muy buena. Y fue su papá de viaje y le trajo tres chinitas de oro. Y, entonces, su mamá | ella estaba siempre jugando con sus chinitas, sus amiguitas, y la mandó su mamá a la fuente a por agua. Y y-… y… y las dejó en el suelo y cogió y llenó el cántaro y se fue a su casa. Y se le olvidaron las chinitas. Cuando llegó a su casa, dice su mamá:
—María ¿Y las chinitas?
—¡Oh! ¡Ya se me han olvidado!
Entonces salió corriendo y las buscó. Y cuando llegó había allí un hombre y se las había cogido, se las quitó y las metió en un zurrón. Y se la echó a cuestas, a la niña.
Y…iba el abuelo de casa en casa diciendo:
—¡Zurroncico, canta!
Y… le hacía así, le daba, y la chiquilla cantaba:
—Por tres chinitas de oro
que en la fuente me dejé,
por la causa de mi madre,
en un zurrón moriré.
Y el hombre venga a andar, venga a andar de casa en casa. Llegaba a otra casa, llamaba y decía: ―¡Venga zurronci- ―. Le daba así:
—¡Venga zurroncico, canta!
—Por tres chinitas de oro
que en la fuente me dejé,
por la causa de mi madre,
en un zurrón moriré.
Y así iba de casa en casa y ganaba mucho dinero el hombre.
Y de casa en casa y ya hasta que llegó una noche a la casa de la madre de la nena, pero el hombre no sabía que era la casa suya.
Y llega allí, llamó y dice | le dijo así:
—¡Zurroncico canta!
Y sale la nena:
—Por tres chinitas de oro
que en la fuente me dejé,
por la causa de mi madre,
en un zurrón moriré.
Y la madre, que oyó a su hija cantar, ⎯Madre mía⎯ dice: —¡Esta es mi nena!― dice:
―¡oh!, ¡madre mía!, ¡oh! Pase usted, pase usted―. (La conoció.) ―Pasé usted, que mire usted qué noche más mala, y aquí va usted a dormir y a cenar.
El abuelo dice:
—Pos bueno, sí, aquí me quedo.
Y le dio de cenar, lo acostó y se durmió. Y cuando se durmió, la sacó a la hija y a las chinitas, que las llevaba también el abuelo. Entonces metió un perrillo.
Y al otro día por la mañana, salió el hombre y dice:
—Bueno, ¡adiós y muchas gracias!
Y se fue de | otra vez de casa en casa. Y cuando llegó a una casa, le dio así al perrillo pa que cantara y el perrillo decía:
—¡Guau, guau!
Y el abuelo se conformó una vez o dos y iba pa abajo venga a andar, venga a andar. Y él:
—¡Venga zurroncico, canta!
Le hacía así y que nada, no cantaba. Na más que:
—¡Guau, guau!
Y el hombre ya se cabreó y lo echó al perrillo pa que se fuera. La niña se quedó con sus padres y tan contenta con sus tres chinitas de oro. Y así se acaba.