El niño sordomudo

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Referencia catalográfica: 0003n

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Transcripción

Voy a contar un cuento que aprendí cuando era una niña. Me parece un cuento bonito.

Es de un pueblecito que estaba en la cumbre de una montaña, muy aislado del resto de los habitantes de aquella región. Vivían felices y contentos porque eran gente muy buena. Todos se querían mucho, todos eran amigos, no les faltaba de nada, pero era un pueblo inaccesible. No tenía caminos, no tenía carreteras… En ese momento allí no existía | ni existía el teléfono, ni había correo... Bebían del agua de las fuentes, comían de lo que cultivaban… y se querían entrañablemente y era un pueblo feliz. 

Pero un día una de las familias tuvo un niño sordomudo. Ese niño no entendía lo que habla la gente. Entonces sus hermanos aprendieron a hablar con las manos para que el niño los entendiera. Los padres aprendieron también a hablar con las manos para que el niño los entendiera. El niño se llamaba Pablillo, y era un niño muy travieso que andaba siempre de acá para allá. La gente, como era tan buena, le daba lástima que no lo entendieran.

La gente del pueblo empezó, primero los niños de la escuela y después los padres, empezaron a hablar con las manos, de tal manera que llegó un momento en el que todo el pueblo hablaba con las manos porque, como Pablillo no estaba quieto, nunca sabían cuando iba a aparecer y era mucha lástima que Pablillo no entendiera lo que la gente decía. Era como un pueblo de mudos pero felices. Hablando todo el mundo con las manos, y Pablillo feliz porque él no conocía otro lenguaje. 

Un día, por el camino que subía aquel monte altísimo, vieron llegar a una persona. El pueblo se extrañó muchísimo porque allí nunca iba nadie. Entonces, inmediatamente el alcalde, tenía una campana, cogió la campana, tocó la campana y congregó al pueblo. To el pueblo subió a | tenían una gran plaza que tenía una fuente en el centro, de mármol, y en el mármol se subió. Dejaron allí para que subiera aquel personaje que no sabían quién era, una persona rara, extraña, que no conocían.  

Aquella persona subió | se subió a la fuente. Todo el pueblo alrededor, y les dijo:
—Mirad,… vengo a veros.
Y el señor alcalde preguntó:
—¿Y tú quién eres? Porque serás a lo mejor un cartero que viene a traer alguna carta. Aquí nadie sabe leer ni escribir, pero a lo mejor se ha equivocado y vienes a traer una carta y te estás equivocando.
Y dijo:
—No, no. Yo no soy un cartero. Yo soy un ángel que el Señor os envía. Soy un ángel de Dios. Dios está muy contento en este pueblo porque este es un pueblo de gente muy buena, y entonces me han mandado para deciros que está tan contento, tan contento, que quiere haceros un regalo.  Así es que ahora yo me voy a quedar parado unos minutos. Vosotros hablad con el alcalde y pensad entre todos qué regalo queréis que os haga Dios. Y me lo decís, y yo lo transmito y Dios os lo va a conceder. 

Él se quedó calladito. La gente se reunió alrededor del alcalde, cuchichearon entre ellos, con las manos. Y ya, por fin:
—Ya sabemos lo que le vamos a pedir.
—Pues a ver ¿Qué queréis?
Y entonces el señor alcalde dijo:
—Señor ángel de Dios, la única cosa que queremos pediros es que, otra vez que Dios os mande, que hayáis aprendido a hablar con las manos, porque tantas cosas bonitas como nos habéis dicho Pablillo no se ha enterado.