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Pues esto era una vez una ratita que era muy blanquita y muy presumida. Siempre vestía muy bien arreglada, muy limpia y también tenía su casita muy limpia, con muchas flores, muy bien ordenada. Y a ella le gustaba que todas las de-… demás ratitas pos la miraran y la vieran, y vieran lo limpia y bonito que lo tenía todo.
Un día salió a la puerta mu- | con su lacito en la colita y empezó a pasearse. Pasó por allí un burrito y… y se acercó. La vio tan bonita y dijo:
—Ratita, ratita, ¿te quieres casar conmigo?
Y la ratita le dijo:
—¿Y tú eres hablador o… o hablas poco? ¿Hablas mucho o hablas poco?
Y el burrito le dijo:
—Yo suelo hacer: “híooo, híooo, híooo”.
Y entonces la ratita le dijo:
—¡Ay, no, no, que me asustarás con esa voz!
Entonces el burrito se fue.
Y al otro día la ratita volvió a salir a la puerta con su delantal de flores tan bonito. Pasó un cerdito y le dijo el cerdito:
—Ratita, ratita, ¿te quieres casar conmigo?
La ratita le dijo:
—A ver, ¿hablas mucho o poco?
Y el cerdito le dijo:
—Yo lo que suelo hacer es… es: “oinc, oinc, oinc, oinc, oinc, oinc, oinc”.
Entonces la ratita le dijo:
—¡No! Esa voz no me gusta. ¡Me asusta!
Entonces el cerdito, el pobre, pues se fue también.
La ratita entonces se metió para su casa y al día siguiente volvió a salir. A esto que, estando ella en la puerta regando las plantas, pues pasó un gallo, y el gallo la vio igual, la vio tan bonita, y se acercó y le dijo:
—Ratita, ratita ¿Te quieres casar conmigo?
Y la ratita le dijo:
—Pero ¿tú hablas mucho o poco?
Y el gallo le dijo:
—Yo suelo lanzar: “quiquiriquí, quiquiriquí”.
Y la rat- y la ratita dijo:
—¡Oh, que chillidos más fuertes! ¡No! ¡Yo no podré oír esa voz!
El gallo entonces se fue.
Y al día siguiente volvió la ratita pues a salir a su paseo y apareció un patito. El patito se acercó y la vio y le dijo:
—Ratita, ratita, ¿te quieres casar conmigo?
Y la ratita le dijo:
—Pero ¿Tú eres callado o hablador?
Y el patito le dijo:
—Yo suelo hacer: “cuac, cuac, cuac, cuac, cuac, cuac”.
Y la ratita dijo:
—¡Oh, que voz más ronca! No, no, no me gusta! ¡No quiero!
El patito se fue.
Y… entonces, al día siguiente, un gato que había estado en el tejado… viéndolo todo, pues dijo | se acercó, pasó por la puerta de la ratita y le dijo:
—Ratita, ratita, ¿te quieres casar conmigo?
Y la ratita, al verlo, le dijo:
—Pero ¿tú hablas mucho o poco?
Y el gatito le dijo:
—“Miaaau”. Yo hablaré cuando tú me lo digas.
Entonces la ratita dijo:
—¡Oh, que voz más dulce! ¡Contigo me voy a casar!
Y entonces dijo el gatito:
—¡Pues vamos a casarnos!
Se casaron y, cuando terminó la boda, pues el gato se la quería comer, y la ratita salió corriendo:
—¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro!
Y un ratoncito que había por allí, que lo hab- | que lo estaba esperando todo lo que pasaría, pues la cogió, se la llevó y la metió en… en un agujerito pequeño donde el gato no podía pasar, y entonces pues la salvó.
Y desde entonces la ratita presumida aprendió la lección y ya no volvió a ser tan presumida.