El herrero burla al diablo [ATU 330]

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Referencia catalográfica: 0015n

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Notas léxicas

chuzo: ‘carámbano (pedazo de hielo)’ (DRAE, 2014). Tal como comprobamos en el NTLLE, esta acepción se recoge desde el DRAE (1970). En el TLHA se recoge una acepción de chuzo documentada en la localidad de Bélmez de la Moraleda: ‘estalactita o estalacmita que se produce por goteo en cuevas de piedra caliza’. Además, desde los inicios de la tradición lexicográfica del español se recoge el siguiente significado: 'Palo armado con un pincho de hierro, que se usa para defenderse y atacar’ (DRAE, 2014).

(Nota léxica de Marta Torres Martínez)

Transcripción

Era un herrero que tenía muchos hijos pero no tenía trabajo, el pobre. Estaba siempre muy preocupao porque no podía dar de comer a sus hijos. Y un día ya se salió por ahí al campo, desesperao:  
—¡Ay, yo sería capaz de entregar mi alma al diablo con tal de tener trabajo y poder dar de comer a mis hijos! 
Y allá que se le aparece el diablo: 
—¿Qué has dicho?  
—Pues que estoy muy desesperao, porque tengo muchos hijos y no tengo trabajo pa darles de comer, ni... y, vamos, que yo le daría mi alma al diablo con tal de... 
—Pos yo soy el diablo, vamos a firmar un contrato. (Firmar un contrato por un periodo de tiempo, a lo mejor diez años. Sí, un periodo de tiempo) Cuando se acabe eso, yo vengo a por ti.  
Y dice:—Vale. 
—Venga, pues vete a tu casa, que ya verás como ya no te va a faltar trabajo. 
Y nada, ya llegó allí y po… mucha gente, muchos camiones allí descargando... ¡trabajo! Pues ya vivía como un rey. Total, que él se olvidó del trato que había hecho ya con el diablo.

Y un día iban por allí san Pedro y el Señor con un borriquillo y se pararon en casa del herrero a que les pusiera unas herraduras al burro y ya, entonces, eso. Dice: 
—A ver qué le debo. 
—Pues na, que si yo no necesito... 
Dice: —Bueno, pues mira, este es el Señor. (Lo decía Pedro). Pídele algo, este es el Señor.
—Pero si yo tengo de to, pero si yo no necesito nada. 
Y dice: —¡Hombre, pídele! ¡Pídele algo, que el Señor te lo va a conceder! 
San Pedro quería que se… que se redimiera, que se acordara del trato del diablo, pero él no… aquello lo tenía olvidao. 
 Dice: —Pues mira, tengo un banco ahí en mi puerta que es que… es que no me puedo sentar porque da mucho el sol… y siempre está lleno; yo nunca me puedo sentar. Que cuando se siente alguien, hasta que yo le diga que se levante, que no se pueda levantar. 
—Vale, pues concedío lo tienes. ¡Pídele otra cosa, hombre, pídele! 
Y él que no se acordaba del trato... 
Y él: —¡Va, pídele algo! 
—Pues mira, tengo un peral ahí en la puerta que dicen que echa unas peras buenísimas, pero es que yo no las he probao. Antes que maduren ya se las ha llevao la gente. Cuando el- | cuando alguien se suba al peral a coger peras, que no se pueda bajar hasta que yo se lo mande. 
—Bueno, pues vale, pues concedío lo tienes. 
Y dice: —Pues es que yo, en el banco ese, tengo una manta también, pero es que la gente cuando hace frío | la manta se lían en ella y yo nunca tengo... Pues cuando se líen en la manta, que yo no pueda | que no se puedan desliar hasta que yo se lo mande. 
—Vale, pues concedío lo tienes, bueno, pues nada... 
Pues ya se van, y ya pasan los diez años aquellos.

Y una mañana, estaban acostaos todavía; los diablos deseando que se cumpliera el plazo pa ir a por el herrero, y llegan: 
—¡Pom, pom! 
—¡Oh! ¿Quién viene tan temprano? 
—¡Venga, levántate! ¿Es que no te acuerdas del trato que hicistes? ¡Que ya se ha cumplío! ¡Venga, levántate, que nos vamos! 
—Bueno, hombre, bueno... bueno, ya... ya me levanto. Na, siéntate una miaja en ese banco mientras yo me visto y... 
Nada, pues se sienta. El tío se levanta y ya.. y ya sale. Y el diablo allí estaba sentao: 
—¿No tenías tanta prisa? ¿Y ahora no te levantas, eh? 
Y dice que cogió un hierro en la fragua, lo puso al rojo vivo y empezó a pegarle con el hierro, y el diablo que ya dice:
—¡Ah, déjame que me vaya! ¡Déjame, que no te llevo! ¡Déjame! 
Ya salió corriendo:
—¡Ah, pues vete!
Lo dejó que se fuera, y llega al infierno y dice: 
—¡Madre mía! ¡Ese es más diablo que nosotros! Ese... ¡tú no veas!, ¡tú no veas! Allí me ha sentao en el banco, que no había manera de levantarme hasta que él ya... 
Dice uno: 
—Pues mañana voy a ir yo. Anda, a ti te ha engañao, pero ¿a mí que me va a engañar, ni me va a sentar en bancos, ni en ningún sitio? ¡Que no! 
Pues total que va, y al otro día por la mañana allí que está otro diablo: 
—¡Venga, que a mí no me vas a engañar como engañastes ayer a mi compañero! ¡Ámonos! 
—Bueno, hombre, con el frío que hace. Líate en esa manta mientras yo salgo, que no te… | que te vas a quedar ahí helao. Con el calor que tenéis en el infierno y tú estarás más helao que un chuzo* ahí. 
—Bueno, pues vale. 
Se lía en la manta y lo mismo, que nada, que, que no... Y ya cuando se cansó de tenerlo allí: 
—¡Déjame, déjame que me vaya, que ya no te llevo yo tampoco! 
Hala, otro que se fue. Y entonces el diablo más malo que había en el infierno, el diablo Cojuelo, dice: 
—¡Madre mía, qué pardillos estáis hechos! Mañana voy a ir yo ¡Ya verás si me lo traigo yo qué pasa! 
Pues llega y dice: 
—¡Venga, que hoy, hoy si que no te vas a escapar! ¡No me vas a engañar! 
—Bueno, hombre, bueno. Mira, voy. Déjame que almuerce que es el último almuerzo que hago. Déjame. 
Y se pone a almorzar allí tranquilamente. Dice: 
—Anda, tráeme una pera del peral, que me la coma de postre, hombre. 
Pues va el diablo, se sube al peral y ya pues que no se podía bajar. Empezó a pegarle: 
—Pero, ¿tú qué? En vez de comer | traerme la pera, ¿qué estás, comiéndotelas? 
Empezó a pegarle tiros con la escopeta, y ya na, pues que: 
—¡Déjame! Es verdad que eres más diablo que nosotros. ¡Déjame que me vaya! 
Pues nada, ya se fue, corriendo volvía la cabeza a ver si lo perseguía el diablo, y nada. Ya dijo: 
—Este no podemos con él, así que este hay que dejarlo por imposible. 
Y ya pues pasó el tiempo y se murió, se murió el herrero. Le dijo a su mujer que le preparara una buena merienda, porque no sabía el tiempo que se tardaba, y una bota de vino, que le echara una bota de vino, y una… bueno | pa tener pa'l camino. 
Pues nada, se muere y se sube al cielo, y allí estaba san Pedro, y dice: 
—Que vengo a ver, a que me dejes pasar. 
—Pero ¿tú no te acuerdas que tú hicistes un trato y nosotros | yo te decía que le pidieras al Señor, a ver si te acordabas, pa romper el trato? Y tú no | Tú no puedes pasar, tú aquí no puedes entrar, tú tienes que irte allí abajo. Al infierno tienes que irte. 
—Pues nada, pues me voy al infierno. 
 Llega y llama a la puerta:
—¡Pom, pom, pom! 
—¿Quién es? 
—El herrero el Retamar.
—¡Atrancad, atrancad!
¡Bah!, ¡que no! No podían | cansao | No le dejaban entrar tampoco. Se subió otra vez al cielo. 
—San Pedro, que a mí allí... a mí, mira, Pedro, que a mí no me dejan entrar allí. ¡Tendrás que dejarme! 
—¡Que no, que aquí no puedes entrar! 
—¡Pues nada!
Pues ya, pues se va otra vez. Dice:
—¡Pues me voy a ver qué pasa! 
Otra vez pa bajo.
—¿Quién es? 
—El herrero el Retamar. 
—¡Atrancad, atrancad!
Y ya dice uno que tenía la nariz muy larga, dice:
—Mira que si no es el herrero y nos está engañando—. Dice: —Abrimos una rendijilla de la puerta, yo me asomo, y a ver si es. 
Pues abre y, claro, tenía la riz | la nariz mu larga y le se | y pa verlo tenía que sacar la nariz. La saca, ve que es y... ¡pom! Cierra la puerta y le cortó la nariz. Claro, se la cortó él con la puerta.  
—¡Ay, mira lo que me ha hecho! ¡No me ha podío coger ná más que la nariz y me la ha cortao! 
¡Que no!, ¡nada, que no! Pues ya se subió otra vez pa'l cielo. Él ya no sabía qué hacer. Dice: 
—¡Aquí no me dejan en ningún lao! 
Y llega y dice: 
—Mira, a mí con tanto subir y bajar, a mí se me ha abierto un hambre que yo voy a comer. 
Saca su merienda, se pone y le dice a san Pedro: 
—¿Quieres un poco? 
Dice: —No, aquí en el cielo no comemos. 
Dice | Saca la bota de vino y dice: 
—Pero el vino sí que te gusta, ¿eh?, que lo sé yo. Va, ¡échate un traguico vino! 
Se empina san Pedro la bota y entonces ¡pum! Se coló. Y ya… allí buscándolo, y lo ve el Señor; dice: 
—¿Qué pasa?
—¡Un... pecador! ¡Un pecador, Señor, un pecador que se me ha colao! 
Dice: —¡Ay, Pedro, Pedro, que el vino o te ha... o dormido el estado o la bota te la has empinado!

Así, así acaba. Este cuento se ha acabao.

Resumen de ATU 330

The Smith and the Devil (previously The Smith Outwits the Devil). (Bonhomme Misère). (Including the previous Types 330A-D and 330*).

A smith, who because of poverty (other reasons) sold his soul to the devil (death) [M211], gives shelter to Christ and St. Peter during their visit on earth [K1811]. In reward, three of his wishes shall be fulfilled [Q115] (cf. Type 750A). St. Peter warns him to wish for a place in paradise, but the smith wants a tree and a bench (chair) to which people stick and a knapsack that draws people into it [J2071. D1413.1, D1413.5, D1412.1] (a pack of cards with which he shall always win [N221], etc.). Cf. Type 753A.

When the devil (death) is about to carry the smith away, he sticks to the bench and the tree and has to give the smith more time to live (terminate the contract), or no one would be able to die [Z111.2]. At last the devil is put into the sack and beaten up (on the anvil) [K213].

The smith, tired of life, cannot go either to heaven or to hell [Q565]. He tricks St. Peter by pushing his knapsack into heaven, where it pulls him in [K2371.1.3] (throws his cards inside the gate of heaven and is permitted inside to pick them up).

In some variants the trickster-protagonist is an allegorical figure (e.g. Misery, Envy, Poverty) who traps the devil in a tree until the devil promises him immortality. Then he sets the devil free. (Previously Type 330D). (Uther, 2004: I, 219-220).

[El herrero y el demonio (anteriormente El herrero es más listo que el demonio). (Bonhomme Misère). (Incluyendo el anterior Tipo 330A-D y 330*).

Un herrero, el cual debido a la pobreza (otras razones) vende su alma al diablo (muerte) [M211], les da cobijo a Cristo y san Pedro durante su visita a la tierra [K1811]. Como recompensa, le serán concedidos tres deseos [Q115] (cf. Tipo 750A). San Pedro le advierte que puede desear un lugar en el paraíso, pero el herrero quiere un árbol y un banco (silla) en el que la gente se quede pegada y una alforja que envuelva a la gente en ella [J2071. D1413.1, D1413.5, D1412.1] (un paquete de cartas con las que siempre gane [N221], etc.). Cf. Tipo 753A.

Cuando el demonio (muerte) va a llevarse al herrero, se queda pegado en el banco y en el árbol y tiene que darle al herrero más tiempo de vida (anular el contrato), o nadie podrá morir [Z111.2]. Al final. Se mete al demonio en el saco y le pegan una paliza (en el yunque) [K213].

El herrero, cansado de la vida, no puede ir ni al cielo ni al infierno [Q565]. Engaña a san Pedro poniendo su alforja en el cielo, donde lo mete [K2371.1.3] (lanza sus cartas dentro de las puertas del cielo y se le permite entrar para recogerlas).

En algunas variantes, el protagonista embaucador es una figura alegórica (p.e.: Miseria, Envidia, Pobreza) que no suelta al demonio del árbol hasta que el demonio le promete la inmortalidad. Después, libera al demonio. (Previamente Tipo 330D). (Traducción de Laura Moreno Gámez)]