Esto era un caso de un cartero,     una mañana, que se encontró
una maleta muy bien cerrada     y de seguida la destapó.
Llevaba un niño recién nacido,     que su cara era un primor.
―Yo te dejo donde estabas,     que nadie sepa que te he visto yo―.
Pero un peón caminero     que al mismo tiempo pasó,
al ver aquella maleta,     para su casa se la llevó.
La suelta con cuidadito     y empieza el niño a llorar.
―Con este tenemos cuatro,     que nunca falte la caridad―.
Principian a desnudarlo,     la ropa toda de seda.
―Este niño no es de pobres     porque aquí trae tres mil pesetas―.
Y una carta que venía,     que cuidaran bien de él,
que ese niño tiene padres,     que a los tres años vendrían a por él.
De que llegó a quince años,     la quinta lo reclamó.
Este niño tiene padre,     en esta afrenta me veo yo.