En la farmacia de un pueblo     de la provincia Sevilla,
hay una joven sirviendo,     era una linda chiquilla.
El dueño de la farmacia,     que de ella se enamoró,
siempre juraba el quererla     con todo su corazón.
Ya ha llegado cierto día     que se siente de ser madre.
Se ha declarado a él     por ver si quiere casarse.
El infame le contesta:     ―¡Tú no estás embarazá!
Tienes el estómago sucio     y te tienes que purgar―.
La joven coge el purgante     y a su casa se marchó
y antes de la media hora     se moría de dolor.
Llamaron al criminal     por ver si quiere casarse;
no paraba de poner excusas     y no quería casarse.
Inma cuando se enteró,     de espanto se estremecía,
de que el traidor se casaba     con la novia que tenía.
Veinticinco de diciembre,     la boda en el templo entró,
pero detrás de la puerta     llora un viejo con dolor.
Ya salía don Tomás     con su esposa de la mano,
y se ha tirado hacía él;     dos puñalás le ha pegado.
―Con razón dice el refrán:     “Quien mal vive, mal acaba”.
He matado al asesino     que mató a mi hija adorada―.
Veinticinco de diciembre,     en la cárcel el pobre entró
y al cabo de media hora     se moría de dolor.