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IGRH: 0000
Bibliografía
Otras versiones de "Los cigarrones de oro"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
San Antonio precioso, suplicaba a Dios inmenso
que con tu gracia divina al hombre dio entendimiento,
para que mi lengua refiera el milagro;
y en el huerto obrastis, edad de ocho años.
Esto era un labrador rico, honrado y prudente,
que mantenía su casa con el sudor de su frente;
y tenía un huerto onde él recogía
cosechas de frutas que el tiempo traía.
Y una mañana trempano vieron que el sol se tapó,
y un nublo de cigarrones a los sembrados cayó;
y todos llorando decían: —¡Dios mío!
estos cigarrones nos dejan perdidos—.
Y un labrador muy honrado [¿llorandito?] decía:
—¡Oh, Virgen de las Mercedes, socórrenos, madre mía!
Bien sabes, Señora, que por vuestros días,
siempre voy a verte con mucha alegría.
Virgen mía, si quisieras estos bichos retirar,
tres cigarrones de oro te juro te he de comprar—.
En aquel momento, queda el sol tapado
y los cigarrones todos se han marchado;
y entonces el labrador, recorriendo sus sembrados,
ve que los cigarrones a la siembra no han tocado.
En aquel momento, lleno de alegría,
se marchó a Granada a una platería.
Compró los tres cigarrones y se fue a Consolación,
y en altar de la virgen una salve le rezó.
—Toma, madre mía, lo que te ganaste,
y te doy las gracias, que nos remediaste—.
Siempre que iba a Alcalá, a Consolación llegaba;
en el altar de la Virgen una salve le rezaba,
que es una patrona que no tiene igual,
y a su santa gloria nos ha de llevar.
Y a todos sus hijos eso le encargaba,
que aquella patrona que no la olvidaran.