En mi barrio, el, el, el, el vecino más cercano de los que habían emigrado pues eh… había ido | se había ido a Alemania, y era el primo de, de un, de un amigo mío, y, y entonces venía y nos llenaba la cabeza de, de | luego comprobamos que eran, que era, que era mentira, ¿no? Nos contaba unas historias… ilustradas con unas fotos en color que nos parecían la leche. El tío saltando en una colchoneta mag-, magnífica en un gimnasio. Bueno, nos contaba muchas trolas. La situación aquí era, era muy…, muy… La España de los años sesenta y tal era, era muy roma, muy fea, muy…, y, bueno, si tenías alguna inquietud y tal pues pensabas que en algún sitio podías estar mejor. Nada más, la cercanía de esta persona, que, que, que hablando con él pues le dijimos “Coño, pues, pues ¿por qué no nos mandas un contrato?”, una de las veces que vino de vacaciones. Y, efectivamente, se fue, se fue otra vez y, y nos, y nos remitió un contrato a varios chicos del, del barrio. Eh…, empezamos con mucha fuerzo cuatro o cinco, y quedamos nada más al final dos, porque además es un proceso lento. Había que hacer un, un reconocimiento médico con médicos alemanes, además del reconocimiento médico con los españoles, y en todo ese tiempo ―joder― te angustias mucho porque, porque éramos muy críos. No habíamos salido de aquí para nada, ¿no? Y esa fue la razón, ¿no?