Los mozos de Monleón

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Clasificación

Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 0152r

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Notas

A excepción de los primeros seis versos; se repite el tercer verso de cada cuatro según el esquema: "Siempre sentan en la plaza / cuatro mozos muy gallardos / preguntando por el toro, / preguntando por el toro, / y el toro ya está encerrado".

Aclaraciones léxicas:

bramando: en el archivo sonoro, bravando.

bramaba: en el archivo sonoro, bravaba.

Pendiente de transcripción musical

Bibliografía

IGRH: 0371

 

Otras versiones de "Los mozos de Monleón"

Alcalá Ortiz (2003: n.º 3838); Alonso Fernández y Cruz Casado (2003: n.º 44); Álvarez Cárcamo (2019: 16.8); Atero Burgos (2003: n.º 114); Benítez Sánchez (2000: p. 257); Checa Beltrán (2005: n.º 26); Díaz (2007: F.18); Escribano Pueo, Fuentes Vázquez y Romero López (1990: pp. 33-35); Fraile Gil (2013: n.º 64); Fraile Gil (2016: n.º 92-93); Manzano Alonso (2003: p. 391); Mendoza Díaz-Maroto (1990: n.º 132); Moreno Moreno (2016: n.º 116-118); Pimentel García (2020: n.º 435); Piñero Ramírez (1996: n.º 111); Piñero Ramírez (2004: n.º 75); Piñero Ramírez (2013: n.º 72); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1987: n.º 94); Salazar (1999: n.º 45); Trujillo Pacheco (2017: n.º 71); Valenciano López de Andújar (1994: n.º 120).

Contaminaciones y engarces

Los mozos de Monleón + La criada y el señorito (ATO, 00038 18); Los mozos de Monleón + Muerte del torero José Gómez «Gallito» (Rico Beltrán, 2009: n.º 53).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Estudios

CARRIL RAMOS, A. (1982). Los mozos de Monleón. En las obras literarias, cancioneros y estudios romancísticos. Revista de Folklore, 17, 166-169.

DÍEZ RODRÍGUEZ, M. y DÍEZ TABOADA, M.ª P. (2005). Antología comentada de la poesía lírica española. Madrid: Cátedra.

GARCÍA MATEOS, R. (1986). Notas varias de tres versiones del romance de Los mozos de Monleón. Revista de Folklore, 67, 13-16.

GOMARÍN GUIRADO, F. (1977-1978). Los mozos de Monleón, una variante. En Publicaciones del Instituto de Etnografía y Folklore "Hoyos Sainz" (pp. 179-190). Santander: Diputación Provincial.

PUERTO, J. L. (1988). Los mozos de Monleón: Oscura tragedia ritual. Revista de Folklore, 95, 154-159.

Transcripción

—Madre, deme usted la ropa,     que me voy a torear.
—La ropa no te la doy      y a la corrida no irás.
—A la corrida he de ir      aunque la lleve prestá—.
Siempre sentan en la plaza     cuatro mozos muy gallardos
preguntando por el toro,     y el toro ya está encerrado.
Preguntan: —¿Qué tiempo tiene?     —El toro tiene cuatro años—.
Contestación del vaquero:      —En los cinco está encerrado,
que la leche que mamó      se la di yo con mis manos—.
Manuel Sánchez llama al toro,     nunca lo hubiera llamado,
porque le ha metido el asta      por el lado del costado.
Ya le meten tres pañuelos     y con este ya van cuatro.
Le dice a sus compañeros:      —Ya me muero, ya me acabo.
Ya lo suben calle arriba,     ya lo bajan calle abajo.
En la puerta de la viuda,     allí acularon el carro:
—¡Buenos días tenga, viuda,     y que viva muchos años!
Aquí tiene usted a su hijo      pa si quiere amortajarlo.
A los nueve días sale.     Sale la viuda bramando*,
que bramaba*     más que el toro valenciano.

 

Resumen de "Los mozos de Monleón"

Una madre viuda quiere con locura a su único hijo. Cierto día, este le pide que le deje ropa para ir a torear. Su madre se opone porque tiene miedo de que muera en la plaza y, ante la insistencia del hijo, lo maldice para asustarlo y que así desista de su intento: le asegura que si va a la corrida, lo traerán muerto en un carro. El hijo busca ropa prestada y acude a la corrida. En algunas versiones, cuando los mozos se dirigen hacia la plaza, el caporal les aconseja que no entren a torear porque el toro es demasiado bravo. Durante la corrida, el toro empitona al muchacho y muere. En ocasiones, el moribundo pide confesión y los mozos tratan de llevarlo a la iglesia o llaman al sacerdote para que se presente en la plaza, pero no llegan a tiempo. Recogen el cuerpo sin vida del aficionado, lo suben en un carro y se acercan a la puerta de la viuda, a quien se lo entregan para que lo amortaje. La mujer se lamenta de haber maldecido a su hijo. A los pocos días, enloquece y sale al campo bramando como un toro. El narrador aconseja a las madres que no maldigan a sus hijos.