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Bibliografía
Esta narración fue recogida en Martínez Reyes (2016: n.º 28).
Transcripción
Entonces vengo yo y, como al esposo de ella le daba miedo dormir en el cuarto y el niño estaba acostumbrado a dormir con ella, entonces vengo yo y le digo al niño:
—¡Me voy a quedar con ustedes!—.
Ah, pues mire, ya en la noche, yo estoy despiertita porque yo miro que se prenden los bombillos de la sala, se apagan los bombillos del cuarto, se prenden, se apagan. Cuando digo yo, digo yo:
—¡Esta es Cori, que anda acá! —dije yo así.
Viene y se prende el bombillo del cuarto mío, cuando se prende el bombillo del cuarto mío, yo le doy la espalda y se apaga. Y entonces viene ya, como que estuviera viva. Abrió el, la gaveta, la abrió y la cerró. Y botó unas cosas de la, de la división. Cuando yo estoy oyendo así, ella se, se acercó. Yo no la miré, mentirosa fuera que le voy a decir que la miré, solo la sentí. Vino ella y sentí que me tiró el gran peso acá.
Como yo estaba embarazada de la niña pequeña, ella no me tiró el peso en la panza. No, me lo tiró aquí, en el pecho. Y yo sentía que me estaba ahogando, que me estaba asfixiando aquel peso.
Y yo le decía a ella que qué quería. Entonces vino ella y me dijo a mí, yo le escuché clarita la voz, me dijo:
—Ayudame, mira cómo han quedado mis hijos, cómo han quedado mis niños.
Me dijo:
—¡Cuidámelos! —me dijo.
Vine yo, y le dije:
—No te preocupés, hermana, yo te los voy a cuidar. Vos sabés que tus hijos no están en malas manos.
Ah, pues, y mire, y cuando yo le estoy diciendo así, el niño se levanta y le dice:
—¡Mami!
Cuando el niño le dice “mami”, allí ya el cuerpo ya no lo sentía. Y yo sentía que le gritaba al muchacho, y el muchacho no me escuchaba, el marido de ella. Y el niño le dice:
—¡Sí, mami! ¡Sí, mami!— le decía.
Y entonces, cuando ya le dice “sí, mami”, yo me levanto, pero con el cuerpo pesado, pero en la cama me levanto. Y yo sentía que ella me rempujaba de la espalda. Me rempujaba para que yo me quitara de la cama. Entonces se vine yo y me quité, y me tiré al suelo, porque no sentía las piernas. Y me tiré al suelo. Y en eso que el niño se acostó.
—¡Sí, mami! —le decía.
Y le grito a, a Nelo, y Nelo a saber cómo me escuchó. Y prendió el bombillo. Y dice que él no sintió nada, dice. No sintió nada de lo que yo presencié. […] Como el niño dormía con ella, a mí me dicen que es porque quería dormir con el niño ella. Y yo le estaba estorbando el paso ahí.
Ella así me dijo, que le cuidara a los niños, que cómo habían quedado los hijos de ella.
Ella murió de parto de gemelas y ya tenía un varoncito. Y mi papá, mi papá la ha visto a ella. En la casa, recién muerta él la vio. A él se le reveló, a él sí. Ella murió en el hospital de Tegucigalpa […]
A los tres días, me salió a mí, de muerta. Y a los cinco días le salió a él. Pero él si le salió así, a lo mejor ella tanteó que a lo mejor yo me iba a desmayar o a saber que no me salió en espíritu, como era ella.