El enfrentamiento de su padre con el diablo

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Notas léxicas

Celaque: montaña más alta del país. Está situada en la zona occidental, entre los departamentos de Lempira, Ocotepeque y Copán. Posee altas mesetas y picos con más de 2800 metros, gran diversidad de flora y fauna.

(Nota léxica de Marta Torres Martínez)

parar bolas: ‘loc. verb. coloq. Col., Hond., Nic. y Ven. Poner o conceder atención a lo que dice o quiere alguien’ (DRAE, 2014: s. v. bola). Según observamos en el NTLLE, esta locución se incorpora en el DRAE (1984) bajo la subentrada parar o poner bolas y con una sola marca diatópica: ‘fr. fig. y fam. Col. Poner o conceder atención a lo que dice o quiere una persona’.

(Nota léxica de Marta Torrres Martínez)

Bibliografía

Esta narración fue recogida en Martínez Reyes (2016: n.º 190).

Transcripción

[…] Mi papá también cuenta también de esta cuestión que, cuando él estaba de novio de mi mamá, él venía hasta una comunidad donde están las Termales, en el Celaque*. Él vivía en la siguiente comunidad abajo, que se llama Nueva Ocote. Venía a ver a mi mamá. Venía todos los días, todos los días a verla. Pero él, a las diez, a las once, se iba, porque ya sabía que a las doce pasaba el diablo en lo que es, en todo lo que es donde va la calle.
Bueno, ese día se tardó él y se quedó hasta las doce y, como ahí en la comunidad de nosotros había gente impactada con el diablo, que habían vendido el alma con el diablo | Aun así, existe un señor, que yo lo conozco, que varios me han dicho que se sabe las oraciones de varios muertos que no se podían morir, porque nadie les quería rezar la oración. Él llegó, les rezó la oración y murieron aquellas personas. Pues ese señor todavía vive.
Bueno, mi papá nos contaba que él esa noche estaba | mi mamá a las…, como a las doce casi, las once, las once y media, dice que le dijo mi mamá:
—¡No se vaya! —dice que le dijo—. Porque ahí abajo es peligroso, pasa el diablo a media noche.
—¡No! —dice que le dijo él—. Primeramente, no me va a pasar nada.
Bueno él bajó toda la falda abajo, solito. Solo andaba con el machete y el sombrero. Salió pa abajo, dice. Ya cuando iba en la última cuesta, aquellos perros empiezan a aullar en la parte abajo, donde está la calle, dice. Dice que dijo:
—¡Allá va, allá va el diablo! —dice que dijo él así en su mente.
Él siguió caminando. No le paró bola aquello. Llegó a la casa donde había diez perros. Tenían diez perros. Aquellos perros lloraban, lloraban. Dice que dijo:
—¡Aquí es el puro diablo él que va, pero yo sigo mi camino! —dicen que dijo.
Bueno, él llegando a, a donde hay un muro, cuando yo, por cierto, conozco ahí. Este hombre me ha enseñado todo eso. Hay un muro de piedras y está el cerco en la parte alta de lo que es la carretera. Cuando él voltea a ver para arriba, dice, viene | mira que viene el señor en el | montado en el caballo. El caballo encendido en fuego, el hombre también. Traía | le colgaban un montón de cosas aquí, dice. O sea, como… | Traía una vestimenta que se pone como verde, verde, verde, y el sombrero. Y, cuando lo mira, dice, dice que dijo él:
—Me escondo aquí —dice que dijo—, me va trastornar al pasar aquí.
Vino, dice, y se le vino a la mente ponerse el, el sombrero para, para atrás, o sea, volteárselo al revés, y se puso el machete en cruz. Ni volteó a ver para arriba de vuelta y salió, dice. O sea, por la misma calle, pero con el machete en cruz aquí, y salió pa la casa el puro diablo. Más abajo estaba el señor que era impactado.
Él llegó a la casa y hasta con zapatos dice que durmió esa noche dice, con zapatos. Ya cuando él llegó a la casa oyó que en la casa donde el señor que era impactado ahí se quedó. Se quedó parado ahí y oyó que amarró la mula.
Pero él dice que en el siguiente día amaneció hasta con zapatos.
—¡Bueno hijo! —dice que le dijo mi abuela—. ¿por qué estás con zapatos?
—¡No, es que anoche miré al diablo! —dice que le dijo.
—¡No le, no le creo! ¡Yo por eso le digo hijo, que cargue el cordón de San Francisco, que es algo bendecido!
Es un cordón que…, tipo lana. Pues así hizo. Y ya desde entonces, ella le compró el cordón, se lo puso a un foco que él llevaba siempre, de esos de bujía. Él se lo ponía todos los días cuando iba a ver a mi mamá, dice. Y desde entonces no le pasó nada. Pero él cuenta que sí lo vio, exactito al diablo, prendido en llamas, aquellas cadenas que solo le chillaban.
Pero, por Dios, le digo yo a él | Mire, le digo yo a él:
—Yo mirar eso —le digo— por Dios que ahí capaz me desmayo—. Le digo yo.
O sea, que ya Dios les da ese valor para que puedan ver eso, porque ¿cómo yo voy a ver eso así, que vea al mero diablo? ¡Sería lo peor! ¡Hasta ahí no más!