San Antonio y los pájaros

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Notas léxicas

andarríos: ‘Ave limícola del orden de las caradriformes, de unos 20 o 30 cm de longitud, coloración parda y pico y patas largos, que se alimenta de pequeños invertebrados que encuentra picoteando en las orillas de ríos y lagos y en la arena de las costas’ (DRAE, 2014). Tal como observamos en el NTLLE, andarríos en plural se documenta en los repertorios académicos a partir del DRAE (1914) y, en el caso de los extraacadémicos, a partir del Diccionario de la lengua española (1917) de Alemany Bolufer. El lema en singular (andarrío) solo se lematiza en el DRAE (1884 y 1899), y en otros diccionarios no académicos de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En todos los casos se define mediante la equivalencia ‘aguzanieves’, excepto en los tres últimos diccionarios de la Academia: ‘lavandera blanca, aguzanieves’ (DRAE, 1992) y ‘lavandera blanca’ (DRAE, 2001 y 2014).

(Nota léxica de Marta Torres Martínez)

burlapatos y calderilla: no se documentan en los repertorios y corpus manejados. En la versión de la composición 0363r no se documenta burlapatos, sino patos; ni calderillas, sino cardelinas (‘jilguero’, DRAE, 2014).

(Nota léxica de Marta Torres Martínez)

cuco: desde el DRAE (1884), según constatamos en el NTLLE, se recoge la equivalencia ‘cuco. cuclillo’. En esta misma edición el cuclillo se define como ‘ave de paso, de color ceniciento, lustroso y por debajo blanco sucio, rayado transversalmente de pardo. La hembra, según opinión común, pone sus huevos en los nidos de otras aves’. En el DRAE (2014) encontramos una definición más técnica y menos subjetiva: ‘ave trepadora, poco menor que una tórtola, con plumaje de color de ceniza, azulado por encima, más claro y con rayas pardas por el pecho y abdomen, cola negra con pintas blancas, y alas pardas, cuya hembra pone sus huevos en los nidos de otras aves’. Una definición similar hallamos en el DEA (1999): ‘ave trepadora de cabeza pequeña y plumaje gris, que habita en los bosques, y que se caracteriza por su canto y porque la hembra pone los huevos en los nidos de otras aves’. En el TLHA se registra y, por tanto, se reconoce como andalucismo. Encontramos una acepción, vinculada a la provincia de Jaén, que nos interesa: ‘mochuelo, ave estrigiforme, de unos 20 cms. de altura, que se alimenta de roedores y reptiles’.

(Nota léxica de Marta Torres Martínez)

gafaro: no se documentan en los repertorios y corpus manejados. Sí se registra el término gafarrón: ‘rur. Ar. pardillo (ave)’ (DRAE, 2014). En el FG se recogen cédulas donde gafarrón no solo se incluye en vocabularios de zonas de Aragón, sino también en repertorios dialectales del ámbito murciano. De hecho, comprobamos en el MdD que se incorporan las marcas diatópicas Ar. y Mur. desde el DRAE (1925) hasta el DRAE (1992), si bien ya en DRAE (2001) solo aparece Ar. No obstante, en la versión de la composición 0101r se documenta la variante garrafo, que tampoco se registra en los diccionarios y corpus manejados.

(Nota léxica de Marta Torres Martínez)

verderón: se incluye desde el primer diccionario de la Academia: ‘páxaro poco mayor que el gorrión . Tiene el pico corto, gruesso y redondo; la pluma es de un verde que tira a amarillo, por lo que le dan este nombre’ (DA, 1726-39). En la última edición del DRAE se recoge una definición de índole científica: ‘ave canora del orden de las paseriformes, del tamaño y forma del gorrión, con plumaje verde y manchas amarillentas en las remeras principales y en la base de la cola’ (DRAE, 2014).

(Nota léxica de Marta Torres Martínez)

Bibliografía

IGRH: 0194

Otras versiones de "San Antonio y los pájaros"

Alcalá Ortiz (2003: n.º 4024); Alcalá Ortiz (2006: pp. 138-149); Alonso Fernández y Cruz Casado (2003: n.º 35); Atero Burgos (2003: n.º 71); Barrios Manzano y Jiménez Rodrigo (2002-2003: n.º 130); Benítez Sánchez (1999: pp. 277-278); Benítez Sánchez (2000: pp. 270-273); Checa Beltrán (2005: n.º 21); Díaz (2007: C.1); Escribano Pueo, Fuentes Vázquez y Romero López (1990: pp. 17-21); Esteve Faubel (1998: pp. 1206-1209); Foxo (2011: pp. 68-69); Gómez Garrido (2012: n.º 160); Heredia Menchero (2017: n.º 70); Hernández Fernández (2010: n.º 25-26); Majada Neila (1984: n.º 45, 46); Mendoza Díaz-Maroto (1990: n.º 194); Moreno Moreno (2016: n.º 92); De Mur Bernad (2015: n.º 75, 76); Nieves Martín (2010: n.º 517); Pimentel García (2020: n.º 332); Piñero Ramírez (1996: n.º 69); Piñero Ramírez (2004: n.º 53); Piñero Ramírez (2013: n.º 122); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1986: pp. 126-127); Piñero Ramírez y Atero Burgos (1987: n.º 79); Rico Beltrán (2009: n.º 102); Schubarth y Santamarina (1986: n.º 74a); Trapero (2000a: n.º 203); Trapero, León Felipe y Monroy Caballero (2016: n.º 198); Trujillo Pacheco (2017: n.º 58).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Estudios

RODRÍGUEZ PASTOR, J. (1996). Algunas manifestaciones folkloricas en torno a san Antonio de Padua. Revista de Folklore, 16 (186), 84-98.

TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos en la tradición oral de Canarias. Madrid: Nieva.

Transcripción

Divino Antonio precioso,     suplícale a Dios inmenso
que por tu divina gracia    alumbra mi entendimiento;
para que mi lengua     refiera el milagro
que en el huerto oraste     de edad de ocho años.
De pequeño fue nacido     con grande temor de Dios;
de sus padres estimado    y del mundo admirador.
Fue caritativo y perseguidor     de todo enemigo con mucho valor.
Su padre era un caballero     cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa     con el sudor de su frente.
Y tenía un huerto      donde recogía
cosechas y sus frutos     que el tiempo traía.
Por la mañana un domingo,      como siempre acostumbraba,
se marchó su padre a misa,     cosa que nunca olvidaba.
Y le dijo: —Antonio,     ven acá, hijo amado,
escucha que tengo     que darte un recado.
Mira que me voy a misa,     gran cuidado has de tener.
Mira que los pajaritos     todo lo echan a perder:
entran en el huerto,     comen el sembrado;
por eso te encargo      que tengas cuidado—.
De que se ausentó su padre,     a la iglesia se marchó.
Antonio quedó cuidando     lo que su padre mandó.
—Venid, pajaritos,     no entréis en sembrado,
que mi padre ha dicho     que tenga cuidado.
Para que yo mejor pueda     cumplir con mi obligación,
voy a encerraros a todos     dentro de una habitación—.
A los pajaritos     entrar los mandaba,    
ellos muy humildes     en el cuarto entraban.
Lleno de alegría     San Antonio estaba    
y los pajaritos     alegres cantaban.
Y al ver venir a su padre     luego los mandó callar.
Llegó su padre a la puerta.     Le comenzó a preguntar:
—Divino Antoñito,     ¿has cuidado bien    
de los pajaritos,     que lo echan todo a perder?
Antonio le contestó:     —Padre, no tengas cuidado,    
que, para que no hagan mal,     todos los tengo encerrados.    
El padre que vio     un milagro tan grande,
al señor obispo     trató de avisarle.
Ya viene el señor obispo     con grande acompañamiento,
quedando todos confusos      al ver tan grande portento.
Se abrieron ventanas,     puertas a la par,
por ver si las aves     se quieren marchar.
Y Antonio les dijo a todos:     —Señores, nadie se alarme;
los pájaros no se van     mientras que yo no los mande—.
Se puso en la puerta     y les dijo así:
—Vaya, pajaritos,     ya podéis salir.
Salgan cigüeñas con orden,     águilas, mochuelos, grajos,
gavilanes y avutardas,     lechuzas, mochuelos, garzas.
Salgan verderones* y las codornices,     y las cogujadas, tórtolas, perdices.
Salga el cuco* y el milano,    burlapatos y andarríos*,
canarios y ruiseñores,     tordos, gafaros* y mirlos.
Salgan las hurracas y las calderillas      y las cogujadas y las golondrinas.
Después que ya habían salido,     todos juntitos se ponen
escuchando a San Antonio     para ver lo que dispone.
Y Antonio les dice:     —No entréis en sembrado,
marcharos por viñas,    los riscos y prados—.
Y apenas alzan el vuelo     cantan con dulce alegría,
despidiéndose de Antonio,      de toda su compañía.
—Divino Antoñito,     fuente de la caridad.   
Depósito de bondades,      padre de inmensa piedad.
Divino Antoñito,     por tu intervención
todos merecemos     la humilde pasión.

Resumen de "San Antonio y los pájaros"

El padre de san Antonio acude un domingo a misa y le encomienda a su hijo que tenga cuidado de que las aves no estropeen el sembrado. El niño llama a los pájaros y los encierra dentro de una habitación. Cuando Antonio ve que su progenitor vuelve a casa, manda callar a las aves. El padre le pregunta si ha cumplido con su encargo y el niño le contesta que tiene a los pájaros encerrados en una habitación. El padre queda estupefacto y llama al obispo para que vea el milagro. Una vez en casa de Antonio, el obispo y sus acompañantes abren las ventanas y las puertas para que las aves se marchen, pero Antonio asegura que no lo harán hasta que él no lo ordene. A continuación, el niño les pide a las aves que salgan. Estas lo hacen y se reúnen fuera de la habitación esperando nuevas instrucciones del santo. Este les ordena que se marchen sin picar en los sembrados. Los pájaros se despiden y se marchan.