[Com.: Esto era por el año… 1940 y decía así:]

Distinguida señorita:

Como el que no llora no mama y el que no se arriesga no pasa el mar, me dirijo a usted, a pesar de que en boca cerrada no entran moscas, pues, aunque el callar es de sabios, también es verdad que el buen entendedor con pocas palabras basta. Punto y seguido. Por ahora no sé haberle dicho, porque la mona, aunque se vista de seda, mona se queda, y que el hábito no hace el monje. Espero no desperdiciar esta ocasión, porque más vale pájaro en mano que ciento volando, y que entonces me tendré que dirigir a una de sus amiguitas, y no creo que ignorará que a río revuelto ganancia de pescadores. Pues guarde el secreto, porque por la boca muere el pez y la envidia es muy grande. Si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos habría. Y debo, asimismo, advertirle que donde las dan las toman y callar es bueno.

Si me encuentra grande, recuerde que el hombre y el oso contra más feo más hermoso. Si me encuentra grande, más vale que sobre que no que falte. Y si me encuentra delgado, más vale poco y bueno, que mucho y malo.

Y sin nada más que decirle, a Dios le debo la vida; al sastre, el traje; si la vi, ya no me acuerdo; vaya yo caliente, aunque se ría la gente; tantas letras tiene un sí como un no; cada uno en su casa, y Dios en la de todos; pan con queso saben a besos; amor con amor se paga; tal harás, tal habrás.

No quiero cansarla más porque tengo que ir a la academia y el que llega tarde ni oye misa ni come carne.

Y sin nada más que decirle, a Dios rogando y con el mazo dando, besa sus pies en el invierno, que es cuando menos huelen, rabiando y pataleando, el que suscribe.