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Anotaciones musicales
Este pasaje de los celos y duda de San José se encuentra en los evangelios apócrifos con más detalle que en el de Mateo (Mt. 1, 18-25). Y con ese detenimiento es recordado por la tradición popular.
Las dos variantes que hemos recogido de esta melodía, aun mostrando claramente su filiación, difieren radicalmente en muchos rasgos, como veremos a continuación. Como ocurría en los romances anteriores consta de dos frases. La primera corresponde a versos octosílabos, la segunda a hexasílabos.
Se trata de una melodía de ámbito amplio, una décima, y claramente tonal. Sin embargo, mientras que la versión de San Sebastián se atiene al modo mayor, la de El Rinconcillo oscila entre ambos modos de modo que la primera frase comienza en mayor y vira al menor en el segundo inciso. El modo mayor no reaparece hasta el tercer inciso de la segunda frase.
La estructura formal responde al siguiente esquema:
A B C D
a b c d
E E’ F G
―> ―>
e f g h
Ambas frases se van alternando según los grupos de versos octosílabos y hexasílabos que asimismo se alternan en el texto. La segunda frase semeja ser más viva y fluida que la primera por la sucesión ininterrumpida de corcheas que la conforman. En cuanto al perfil, la primera frase se ajusta al tradicional Tipo I de ETZION & WEICH-SHAHAK (1988), mientras que la segunda, al ascender paulatinamente durante los tres primeros incisos para luego descender, se ajusta al Tipo III.
El comienzo es anacrúsico en la versión de El Rinconcillo y tético en la de San Sebastián. Nos referimos a la primera frase, pues la segunda es siempre anacrúsica. Curiosamente, el giro melódico del comienzo es distinto en las dos versiones. Las dos frases de El Rinconcillo comienzan con un ascenso de tercera, mientras que las dos de El Rinconcillo arranca con una repetición de nota.
También rítmicamente hay alguna diferencia pues la primera versión se percibe claramente en un metro de 6/8, mientras que la segunda se ajusta al compás ternario 3/4. En realidad, nos encontramos de nuevo ante un caso de la característica polimetría. Por ejemplo, en la versión de San Sebastián, al llegar a la segunda frase, la métrica se acerca más al 6/8 que al 3/4 en que lo hemos transcrito.
El estilo de la melodía lo podemos calificar de narrativo lírico.
(Comentario de Luis Moreno Moreno)
Luis Moreno Moreno
Bibliografía
IGRH: 0505+2693
Otras versiones de "La anunciación"
Otras versiones de "Dudas de San José"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
LÓPEZ ESTRADA, F. (1988). ‘Los celos de San José’ en el cancionero folklórico de Antequera. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 43, 345-357.
TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos de Canarias: un devocionario en verso. Biblioteca Universitaria ULPGC.
TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos en la tradición oral de Canarias. Madrid: Nieva.
VALLADARES REGUERO, A. (2014). Los Celos de San José: de Mira de Amescua a Cristóbal de Monroy. Biblioteca Virtual Cervantes. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmchb0x0.
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Transcripción
En su aposento soñó la Virgen María
que el hijo de Dios eterno en su vientre encarnaría.
La Virgen decía: ―No quisiera más
que lo que he soñado que fuera verdad.
Y a la otra noche siguiente, volvió a ensoñar otra vez.
lo mismo, que nada de esto lo supiera San José,
La Virgen decía: ―Dios mío, ¿qué es esto?
y un ángel responde: ―Señora, es muy cierto.
San José notó a su esposa que el vientre se le aumentaba
y empezó a tomarle celos, sin saber lo que pasaba.
―Pues, mira, esposa querida, yo me voy a tener que ir,
que no quiero que en el pueblo hablen mal de ti y de mí.
Como me he apartado, esposa querida,
me voy a un desierto a pasar mi vida.
―José, no te vayas de la vera mía,
mira que mi vientre ha de ser tu vida―.
San José lió la ropa y al salir de la ciudad
oyó una voz que decía: ―Mira, José, ¿dónde vas?―
Y al oír la voz, se ha quedado parado
y ha visto que un ángel se le ha puesto al lado:
―José, vuélvete a tu casa, pídele a tu esposa perdón,
que lo que tiene en el vientre no es por obra de varón,
que viene elegido por el Padre eterno,
que vas a ser padre del Rey de los Cielos.
―Y aquí me arrodillo, esposa, aquí, delante de ti,
hasta que no me perdones lo mucho que te ofendí.
―¿Sabes por qué no te dije el secreto que guardaba?
Porque un ángel me lo dijo, que el secreto te guardara,
y ese mismo ángel te lo ha revelado.
De mí nunca dudes, estás perdonado―.
San José y su hermosa esposa se abrazaron al instante
dándose besos y abrazos quiriéndose como antes.
San José decía con mucho cariño:
―Seremos felices cuando nazca el niño.