Los seranos y el chascarrillo de la cánula

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Clasificación

Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 0389n

Notas

Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00009A 08)

En los fondos del Museo Joaquín Díaz podemos encontrar grabaciones en video del gaitero interpretando alguno de los temas de esta entrevista.

Transcripción

Recopilador: —¿Serano le llamaban a las reuniones que hacían?

Severiano: —Sí, por la noche, a la misma hora que estamos todos aquí, sí.

Joaquina: —Aquello era a lo mejor veinte o treinta.

Manuel: —El serano, la afiladoria, venían a hilar, a hilar aquí o a hacer calcetines o a que...

Joaquina: —Y a hilar, ¿eh?, a hilar…, a hilar lana y lino. Pero, y al marcharnos, ¡ay, qué cantar cantábamos!: “Adiós...”. Cuando íbamos a marchar, un poquito antes, que lo mozos solo iban a jugar al ajedrez.

Manuel: —Pero claro, de esto ya hace, pues hace ya más de cincuenta años. Era yo un chaval, joer. Y ahora las mujeres casadas no, como estuviera yo no…, no hablaban muchas cosas porque ya ellas me maliciaban.

Severiano: —Y otras veces, iba algún zagal al serano, apagaban el candil, que era un candil de estos de…, de petróleo. Y apagaban el candil y se liaban con la rueca a [¿…?]

Joaquina: —Se aborrecían porque…

Manuel: —Y a mí no me dejaban pescar.

Joaquina: —…entraban los chavales que no eran de la edad de estar allí, y los [¿corruptos?] chavales se metían, y entonces se pon-, decían: —¡A la criba, a la criba!— Y la criba…

Severiano: —Apagan la luz, y según apagaban la luz, con la rueca [¿…?]

Joaquina: —Se quitaban las ruecas de hilar, y: “¡Pin, pan! ¡Pin, pan!” Salían los chavales…

Severiano: —No paraba ninguno.

Manuel: —Una…, una vez allí, bajando por [¿…?], ¿qué tendría yo? Once años o doce, más no. Y se juntaron allí unas mujeres para hilar, allí en una casa, y mi…, y mi madre también iba. Bueno, entonces fui con ella. Pero cuando entré allí, me echaron fuera. Bueno, salí p’afuera y tenían un ventanuco que era chiquito, un ventanuco así. Y resulta que una mujer, ellas, una de ellas, llevaba ya unos días con dolor de tripa o no sé qué. Y…, y claro, pues trataron de | una hermana de ella, que…, que era mayor que ella, le dijo: —Mira, te vamos a poner unas irrigaciones—. Y, claro, entonces había el cacharro ese, un cun- que hacía un litro de agua, y…

Recopilador: —Sí, una pera.

Manuel: —¡No, no, pera, no! Un goma, unas cánulas. Las metían en el…, en el ano y, después abrían la cánula y le…, echaban lo que ellos querían. Y claro, la hermana, con la tela. A la que iban a echar la irrigación era mu gordota. Y yo mira-, y yo mirando por la ventana. Claro, la hermana, en vez de meterle la cánula primero y dar el agua, dio el agua primero; y…, y la otra se puso nerviosa al ver que salía el agua, y no vio por dónde meterla, y la metió por alante: —¡No, no, por ahí no! —. Y las otras allí sudando. Y yo mirando por el ventanuco, que a mí me echaron fuera, pero yo mirando por el ventanuco.

Joaquina: —¿Pero iban…, iban a hacer eso delante todas?

Severiano: —Pues como si fuera la te-, la televisión, ¿eh?

Manuel: —¡Hombre, claro! ¡Anda, cojona! ¡Claro! ¿Cómo no iban a hacerlo delante todas? ¿No te joroba? Dentro todas, que eran casadas, ¡coño ya!, mayores.

Joaquina: —¿Qué más da? Yo soy bien casá y…

Manuel: —La otra pobre mujer dijo: —¡Pa-, apaga, corta el agua, corta el agua!—. No acertaba por dónde meterlo.