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Notas
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00009B 01)
En los fondos del Museo Joaquín Díaz podemos encontrar grabaciones en video del gaitero interpretando alguno de los temas de esta entrevista.
Transcripción
Joaquina: —¿Y sabes lo que hacían los chicos a media erada, que le llamábamos, cuando estaba toda la paja tirada? Pues agarraban las zapatillas de las chicas y las dejaban descalzas, y las subían por la [¿…?] arriba.
Manuel: —Eso eran costumbres que no se cantaban. Esas costumbres se hacían, pero no se cantaban.
Joaquina: —No, y entonces pues los dejaban allí y subían a buscarnos, pero no…
Manuel: —El mismo sería, na más le quitaba los mandiles, las zapatillas no, porque no las llevaban.
Joaquina: —Bueno, pues a nosotros sí, le quitaban las zapatillas. Y luego, ¿sabes lo que hacían? Se hacía en un pote grande, se preparaba bacalao, patatas y arroz. Y luego…, y luego, eso para desayunar por la mañana se llevaba en una cazuela grandona unos trozos grandes de patatas y unos trozos de tocino fritos.
Recopilador: —¿De desayuno?
Joaquina: —De desayuno. Y dispués, unos trozos grandes de cebolla. Y, con el tocino frito, se echaba mojo mu grande por arriba. Claro, y pan y eso. Y, al final, pues todo el mundo allí picar, pero unos cachos gordos. Se comía todo aquello.
Severiano: —Toda la gente del campo.
Joaquina: —Todos, claro, que a lo mejor éramos cien personas. Y todos, pues todos alrededor, todos alrededor, pues iban comiendo. Y luego, en el…, al final de eso, con tanta grasa que había, le echaban vino. ¡Se echaban unos tragos de vino de aquella grasa, que se mataban vivos! Pero luego, por la tarde, llamaban la culebra. Y, cuando estaban ya la última erada, para terminar…
Manuel: —Se le llamaba la culebra, pero no había culebras ni víboras.
Joaquina: —Bueno, no, no, él ya comprenderá. Y llegaban a las campanas y ya sabían | Cuan- | Un poquito antes, como ya sabíamos la hora aproximadamente, las que quedaban en casa, a lo mejor, tres mujeres cocinando los potes esos con arroz, bacalao y fréjoles, judías verdes…, todo eso. Pues ya tenían que tener cuidao, porque salían tres escondidos y le cogían los potes en un palo y se lo llevaban por el pueblo en andas hasta la era.
Manuel: —Aquí la culebra se le llamaba cuando se echaba la…, el último manojo para el | el último haz tendido para majarlo; cuando se echaba el último, cogían al dueño de la maja entre dos, como estaban así alcabaícos; estaba solo un arado en un hombre, y el otro, al otro, y se lo llevaban pa casa. Y luego ya, to la exclamación de la juerga con un baleo pegándole al amo de la casa o el último manojo, dándole manojazos. Cuando llegábamos hasta casa ya le tenía la sopa en vino, y le daba la sopa en vino. A los que lo llevaban y a los que iban todos con él. Claro, que era pobre y [¿…?] Lo llamaban la culebra.
Joaquina: —Y entonces nosotros tocando las campanas: “¡Tin, ton, tin, ton, tin, ton, tin, ton!”
Manuel: —Sí, el repiquete de la terminación del ramo de la boda.
Joaquina: —¿De…, de la boda?
Manuel: —De la…, de la maja.
Joaquina: —Y teníamos cuidao, porque, ¿sabes?, acabábamos porque estos se mataban. Y un año a mí me la tenían ejecutada porque yo le había hecho en el otro barrio, le había hecho yo la faena, ¿sabe? Y dice: “Pues esta, también le voy a dar hoy una buena”. Pero yo le dije a una tía mía: “Mire, saque usted el vino ahora, que voy a ir por abajo”. Salgo por ahí, por la entrada y me meto por los praos esos abajo, a salir aquí, adelante. Cuando ya salen tres chicos ahí, a buscarme pa traerme en andas, como a todas. Salgo corriendo con ellos y, cuando se dieron cuenta, estaba metida en casa. Atranqué la puerta y no entraron. Pero mi tía | mis tías y mi madre, mientras han atendido, como atranqué yo la puerta, desatan los potes y se los llevan pa la era. Y no quería ir con ellos, se los habían llevao.
Manuel: —Y lo tenían así como a una deshonra las cocineras que le robaran…
Recopilador: —Que le robaran el…
Manuel: —Y se lo robaban a… mu-…, muchos de ellos por aquí.
Joaquina: —Por ahí, nunca.
Manuel: —Por la chimenea. ¡Uy, allí sí, allí sí! Allí, por la chimenea.
Joaquina: —Pero ahí, ¿cómo pasas un pote lleno?
Manuel: —Atándolo a un gancho, un…, un gancho de palo. Vosotros los teníais colgaos en la cadena, ¿sabes?, colgaos aquí de este gancho. El…, el hanga del pote colgao de ahí. Entonces, metía la cade-, la cuerda con el gancho aquel, lo metían por el hanga del pote y tiraban p’arriba y lo sacaban y lo robaban, y sus sacaban por ahí. Y las cocineras en la cocina. Con el pote que se lo subían p’arriba y ya, y ya no lo podían colgar.