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Gumercindo España Olivares, conocido con el sobrenombre de Sshinda, fue un famoso artesano de juguetes mexicano.
Esta grabación es parte del Legado de José Manuel Pedrosa al Archivo de la Palabra de la Biblioteca Nacional de España.
cachán: esta voz no se documenta en el Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la Lengua Española ni en el Diccionario de mexicanismos (2010) de la Academia Mexicana de la Lengua. Tampoco se registra en el Diccionario general de americanismos (1942) de Santamaría ni en el Diccionario manual de americanismos (1994[1966]) de Morínigo.
No obstante, en el Fichero general de la RAE hallamos una cédula donde, en un vocabulario del bable del primer cuarto del XX, cachán se define como ‘el diablo’. También hemos encontrado en la Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana (http://www.medicinatradicionalmexicana.unam.mx/index.php) la siguiente definición de cachán: ‘Enfermedad propia de la mujer recién parida que no respeta el periodo de la cuarentena’.
Se trata de dos significados relacionados semánticamente. De hecho en estudios como el de Muñoz (2011) se reconoce “la enfermedad provocada directamente por el diablo como sanción”.
Además, en cuanto a la documentación de esta voz en las hablas leonesas y su relación con América —concretamente con Guanajuato (México)—, cabe destacar que una característica muy propia del español americano en general es la presencia de numerosos occidentalismos (como lamber, páramo, sobrado, frijol, etc.).
(Nota léxica de Marta Torres Martínez, con la colaboración del Dr. José Luis Ramírez Luengo, Universidad Autónoma de Querétaro, México)
frijol: este americanismo queda recogido en el DRAE (2014) como ‘judía (fruto)’. También se incluye en el Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la Lengua Española como ‘Fruto de la planta de frijol, en forma de vainas con varias semillas comestibles de color rojo, negro o blanco’.
(Nota léxica de Marta Torres Martínez)
juimos: juimos > fuimos. Nos encontramos ante la velarización de f- ante -ue- y -ui-. Este fenómeno es habitual en las hablas populares y rurales en todo el mundo hispánico.
(Nota léxica de Marta Torres Martínez)
nagual: tanto el Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la Lengua Española como el DRAE (2014) recogen esta voz, marcada diatópicamente (El Salv., Guat., Hond. y Méx.) y definida como ‘en la mitología popular, animal simbólico que representa el espíritu protector de una persona’.
(Nota léxica de Marta Torres Martínez)
onde: en el Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la Lengua Española se incluye como aféresis del adverbio donde y se marca como ‘rural’ tanto en El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, República Dominicana, Colombia y Ecuador.
(Nota léxica de Marta Torres Martínez)
pos: en el Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias de la Lengua Española se incluye esta conjunción, variante de pues y marcada como mexicanismo y ruralismo.
(Nota léxica de Marta Torres Martínez)
Bibliografía
MUÑOZ MORÁN, Óscar (2011). “El diablo y la enfermedad: precisiones en cuanto al concepto de susto/espanto entre los indígenas de Michoacán, Mexico”, en Nuevo mundo, mundos nuevos, 11. Disponible en: http://nuevomundo.revues.org/61215
MEDRANO DE LUNA, Gabriel (2013). Los mundos mágicos de Sshinda: la cultura oral y la obra artística de un juguetero popular de Guanajuato. México. Alcalá de Henares: El jardín de la voz.
MEDRANO DE LUNA, Gabriel (2016). Sshinda. El mágico mundo de un juguetero tradicional de Guanajuato. Guanajuato: Universidad de Guanajuato.
Transcripción
¿Sí les comenté que acababa de morir el nagual* del Naranjillo? Sí, él se murió. Cuando juimos* allí a su casa del…, del Naranjillo, al cerro Redondo, ¿no te acuerdas?, que allí vive el nagual y ya se murió también, y ya se murió. Es que golpearon un perro, eh… golpearon un perro y era el nagual. Llegó a su casa, todavía era su casa, pero ya golpeado, pero no en perro, llegó en persona. Y de ese se mo- | de ese, de ese golpe se murió, se murió el perro. Yo hice el nagual de | ¡Ah!, pos* se lo hizo su familia, de madera, se lo hizo en madera. Entonces llegó el muchacho y dijo:
―Oye, Sshinda, ¿no me puedes hacer un…, un perro que parezca nagual?―.
Yo ya sabía que era, yo ya sabía que era el de su familia. ¡Sí, cómo no! "¿Sí? ¿Me lo hace, sí?". Pues yo le hice el perro parao en las dos patas y las manitas, y la cara por abajo de…, de persona, y la cabeza el perro arriba. Sí, se lo vendí, pero que porque era su…, era su familia.
Que llegó a su casa ya golpeado. Pero lo raro era que en su casa todo tenía de cosecha del campo y no sembraba, pero sí tenía. Pues es que, vestido de nagual, se iba y cosechaba y llevaba la cosecha a su casa, y por eso no sembraba, pero de noche iba y robaba eh… al estilo nagual, y por eso en su casa tenía pollos, tenía puercos, tenía gallinas, todo tenía, eh… del campo, tenía maíz, frijol*, garbanzos, todo. Es que cuando salía a robar, pos era un perro que iba corriendo. Llegaba onde* estaba la tierra de cultivo y llevaba las cosas pa su casa, se las robaba, y era el nagual. Por eso de día estaba dormido y de noche salía. Yo lo conocí, aquí llegó, aquí llegaba, aquí llegaba ese señor.
Si no da miedo, son personas. Lo único que tienen es que hablan poco, hablan poco. Así, cuando uno está platicando, na más están oyendo, y contestan: “ya me voy, ya vine, te traje esto, te vendo esto”, era lo único que decía. Pero de ahí para allá, no, no da miedo con ellos. Da miedo porque se dice que cuando son las seis de la tarde, da miedo porque empiezan a cambiar de…, de color la cara: se hacen blancos, blancos, blancos, blancos, así como si estuvieran pintados de…, de esmalte o de cal. Se empiezan a hacer blancos porque se van a desaparecer en la oscuridad. Eso me contó su abuela, su abuela de él:
―Oye, Sshinda ―dijo―, ¿qué no te debemos con el cachán*?
―No.
―¿Por qué? ―dijo― Pos cachán ―dijo― es un desaparecido.
―¿Cómo?
―Sí ―dijo.
Está platicando aquí y luego, cuando sale a la calle, dijo:
―Es un perro.
―Sí, no ya, sí―.
Matilde se llama la señora; ya también se murió. Y le digo:
―¿Por qué, Matilde?
―Pos el cachán ―dijo― así era. Es que a su abuelo ―dijo― le dejó la herencia del nagual.
―¡Ay! ¿Ese era el nagual?
―Sí, era el nagual―.
Pero era de herencia.