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Bibliografía
Fuentes primarias
Atero Burgos (2003: n.º 260); Mendoza Díaz-Maroto (1990: n.º 227).
CASAS-DELGADO, I. (2016). La pervivencia del bandido generoso. Del asesino nato a la víctima de las injusticias sociales. Cuadernos de Ilustración y Romanticismo: Revista del Grupo de Estudios del siglo, 22, 35-56.
PÉREZ KÖHLER, A. (2006). Consideraciones jurídicas sobre el Romance de El Pernales. Anuario de la Facultad de Derecho (Universidad de Alcalá), 2005-2006, vol. 2006, pp. 206-228.
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Transcripción
Francisco Ríos Pernales está loco de alegría
de ver que había dado a luz su Conchita una chiquilla.
Un día después de nacer en sus brazos la tenía:
—Hija de mi alma vente tú conmigo
que por ser tu padre un bandolero sin honra al mundo has venido.
Pero no sufras tú, niña, que de este oficio me quitaré.
Allí fuera de España trabajaré.
Todavía soy joven y puedo ganar
pa darle a mi hija pedazos de pan.
—¿Qué tal te parece?— me dice llorando.
—¿Qué tal te parece lo que estoy pensando?
—Lo que has pensado está bien, Francisquillo de mi vida,
pero no pienses en irte, que pronto va a ser de día.
—Sí que me tengo que ir porque yo no me acordaba
que soy aquel bandolero que andan buscando por toda España.
Adiós, Conchita, que me voy. Hasta otro día por la mañana—.
En aquel cortijo alto cerca del Puente Genil
el Pernales una noche para a descansar allí.
A los pies de esta ancianita hasta que ha llegado
al ver que la pobre ancianita al suelo se caía llorando.
—No t´asustes, pobre ancianita, que soy Pernales.
No gano na más que robar, no mato a naide.
—Robar pa mis señores, eso no puede ser.
No tengo dinero, lo puede usted ver.
El amo de este cortijo un día me echa
por no tener dinero pa pagar la renta.
—El amo de este cortijo, dígame pronto quién es.
—Pues es don Rafael Calzona. —Muy pronto lo arreglaré.
Lo que tengo es apetito. Lo que quisiera es cenar.
—Pues eso lo puede usted hacer porque la tengo ya prepará.
—Pues vamos a cenar pronto porque me tengo que retirar—.
Acabaron de cenar, este célebre bandido
y le dice a la ancianita: —Con Dios, ya me retiro.
Quede usted con Dios, ancianita, y hasta mañana—.
Dándole vuelos al caballo como una exhalación se marchaba.
Allí había habido enfrente un hotel donde paseaba el señor Rafael.
Sin bajarse del caballo le dice Francisco Ríos:
—Me das quinientas pesetas, si no te doy cuatro tiros—.
Y el caballero asustado de momento se las dio
y fue en busca de la ancianita pa que pagara su dotación.