Y, y le voy a contar un chi- | una cosa. Mi padre llevó una vez a un enfermo desde d’esto, de Martos, un muchacho paralítico, un muchacho paralítico. Y por | y na más que a fuerza de dolores, na más que “¡ay!”, y echando de…, de votos el mundo. Y cuando se, se | llegaron a la Hoya, lo pusieron delante de su casa y salió Custodio bendito a la puerta y le echó su bendición a tos. Y cuando le tocó al hombre, le dijo —mi padre delante; mus lo contaba mi padre— y entonces le dice:

—Y tú, ¿qué? Y tú, ¿qué traes?—.

Lo, lo agarraron y lo —paralítico que estaba— y lo pusieron en una silla en, en, en, en la puerta de Custodio, en un portón que tenían, que salía Custodio a recibir los enfermos que iban. Y le dice:

—Y tú, ¿qué?—.

Y dice la madre | Y el muchacho, joven. Le había echao de votos por el camino un montón, con los dolores y demás. Y mi padre con el, con el mulo p’atrás montao. Y dice:

—Y tú, ¿qué?—.

Y dice:

—¡Ay, Custodio bendito, de mi hijo, que mire usted!—.

Y dice:

—Y buenos bollos | buenos d’estos ha echao | buenos votos ha echao por el camino—.

Y él se lo dijo y mi padre delante. Con que dice:

—¡Ay, Custodio bendito, si viene que ya no podemos ya resistirlo bien la criaturica!—.

Con que dice:

—Muy bien, mu bien—.

Le echó su bendición. Y cuando dice:

—Y tú, ¿por qué vienes así de esta forma? Tú te tienes que ir a tu casa andando—.

Dice:

—¡Ay, Custodio bendito!—.

Dice:

—¡Tira las muletas!—.

¡Con muletas! Las tiró y se, y se vino andando aonde estaba el, el d’ese. Y eso mi padre lo presenció, y de esas y como esas, ha hecho Custodio bendito de milagros el mundo.