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Notas
Aclaraciones léxicas:
concide: así en el archivo sonoro.
mensonero: así en el archivo sonoro.
Bibliografía
IGRH: 2693 + 0000
Esta versión de "Los celos de San José" guarda correspondencias con el tema "Desposorios y celos de San José" (IGRH: 0777). Remitimos a los textos recopilados por Trapero (2003: n.º 46 y 47).
Otras versiones de "Dudas de San José"
Otras versiones de "La posada"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
LÓPEZ ESTRADA, F. (1988). ‘Los celos de San José’ en el cancionero folklórico de Antequera. Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 43, 345-357.
TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos de Canarias: un devocionario en verso. Biblioteca Universitaria ULPGC.
TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos en la tradición oral de Canarias. Madrid: Nieva.
VALLADARES REGUERO, A. (2014). Los Celos de San José: de Mira de Amescua a Cristóbal de Monroy. Biblioteca Virtual Cervantes. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmchb0x0.
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Transcripción
San José vio que a la Virgen el vientre se le aumentaba
y empezó a tomarle celos sin saber lo que pasaba.
San José decía: —¡Dios mío! ¿Qué es esto?
Mi esposa ha faltado a nuestro juramento—.
San José le dice a la Virgen: —Me voy a tener que ir,
que no quiero que la gente hable mal de ti y de mí.
Como me has faltado, esposa querida,
me voy a un desierto a pasar la vida—.
San José coge la ropa, se marcha de la ciudad
y oye una voz que le dice: “Dime, José, dónde vas”.
Al sentir la voz, se quedó parado
y vido que un ángel se le puso al lado:
—José, desecha esos celos que de María has tomado,
que ella está pura y sin mancha y concide* en tu pecado.
Tú has sido elegida por el padre eterno
para ser la madre del rey de los cielos.
—Muchas gracias, ángel mío, por el consejo que me has dado.
Voy a pedirle a la Virgen perdón por lo que ha pasado—.
Al entrar en su casa fue y se arrodilló,
y a la Virgen pura perdón le pidió:
—Perdóname, reina entre las mujeres,
y bendito el fruto que en tu vientre tienes.
—¿Sabes por qué no te dije, José, lo que me pasaba?
El ángel me reveló que el secreto lo guardara,
y ese mismo ángel te lo ha revelado;
y de mí no dudes, que estás perdonado—.
San José y la Virgen pura se marchan de la ciudad.
De la escarcha que caía, no los dejaban andar.
—Vamos a llamar en esta posada;
te calentarás, que vienes helada.
Abre, mesonero, abre. Abre, mesonero mío,
que traigo a mi esposa aquí y viene helada de frío—.
Dice el mensonero*: —No se puede abrir
que hace mucho frío ¿Para qué salir?
—Bueno, mesonero, quédate con Dios
y que Dios te premie tu mal corazón—.
Se acordó el mesonero que le tenía que echar
a la mula de comer para ir a otro día a arar.
Al echarse al suelo, la luz se apagó
y se dio un porrazo que se escalabró.
Como Dios le dio a entender, la luz de nuevo encendió
y a la entrada de la cuadra la mula una coz le dio.
Salió dando gritos tan acelerado
que pisó los perros; le tiran un bocado.
Notó la mesonera que a su puerta habían llamado,
y al bajar las escaleras se lo encuentra ensangrentado:
—Dios t´ha castigado malos pensamientos,
qu´ha llamao la Virgen y no l´has abierto—.
Un poquito más arriba, llegó san José y llamó.
Sin preguntar ni quién era, el amo la puerta abrió:
—Entren para adentro, qu´hace mucho frío;
se calentarán, que hay lumbre encendía—.
San José y la Virgen pura con gusto se calentaban,
y otro día de mañana estas palabras le hablaban:
—Bueno, mesonero, quédate con Dios
y que Dios te premie tu buen corazón.
Siempre el padre eterno te tendrá en cuidado
para que socorras a los desamparados—.
San José y la Virgen pura se marchan para Belén.
—¡Jesús, qué cansada voy!— dice María a José.
San José le dice: —Cerca está el portal;
pronto llegaremos y te calentarás—.
Ya llegarón al portal, la Virgen helada estaba;
san José salió a por leña pa ver si la calentaba.
Y cuando llegó, se halló el patriarca
a un niño muy tierno metido entre pajas.