Yo también, con estas niñas 
henchidas de gran fervor,
quise gozar de su honor 
y vestir [...]

Y con afectos y besos 
que se alzan en alma pura, 
arrojando la costura 
pedía flores y versos.

A mi vez lo confieso, 
desde que recibí el aviso,
que encontrase compromiso, 
he vivido en embeleso.

Y soñaba que ofrecían 
flores sobrenaturales 
de jardines celestiales, 
que la gente me aplaudía.

Es tan ardoroso fuego 
del amor en el que me abraso 
por ti Virgen, que traspaso; 
tal es su moderación.

Y dispués despojaría 
de sus flores los jardines 
a los mismos serafines 
de tu amante corazón.

Este ramo de azucenas 
y de rosas amarillas, 
blancas, dobles y sencillas, 
que yo te presento aquí. 

En mi jardín las cuidé 
con muy solícito esmero 
para con amor sincero 
entregártelas a ti, madre mía.