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Clasificación
Informantes
Recopiladores
Notas
Aclaraciones léxicas:
trasladanza: así en el achivo sonoro.
Agradecemos la valiosa ayuda de Fuensanta Aranda Gómez, quien nos puso en contacto con los informantes para la realización de esta entrevista.
presillo: en el TLHA se recoge esta voz, definida como ‘vulg. Presidio’ y localizada en Cabra y Priego de Córdoba.
(Nota léxica de Marta Torres Martínez)
Bibliografía
IGRH: 0000
Otras versiones de "El criado y la señorita"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Doña Teodora le dice a su esposo don Fidel:
—Parece que mira mucho el gañán a la Isabel—.
Don Fidel contesta al punto: —Me parece una comedia.
Yo sé que Pedro la quiere, pero más lo quiere ella.
Y es verdad que nuestro mozo es un chico muy formal
¿Y qué tenemos con eso si no tiene capital?
El dinero es una herencia que sale de la ambición
y el querer es muy distinto, que sale del corazón—.
Para evitar este lío voy a cortar por lo sano,
haremos la trasladanza* y el cuento se ha terminado.
A las doce de la noche, Isabel en la ventana
platicando con su novio amargamente lloraba:
—Toma este pañuelo blanco, que lo he bordado pa ti.
Para ti, adorado Pedro, que no te olvides de mí.
—Toma tú este retrato porque ayer me retraté.
—Por muy lejos que te vayas recuerdos de ti tendré—.
Llorando quedó la joven, llorando se fue el gañán,
llorando quedó la niña; malita se fue a acostar.
—¡Ay, mamá, qué mala estoy!— la pobre joven decía:
—Pero sin ver a mi Pedro se aumentan mis agonías.
Si mi Pedro se enterara lo malita que me he puesto,
pronto soltaría la yunta y se vendría corriendo.
¡Ay, mamá, escribid una carta!, ¡escribidla, por favor!
Hacer morir una hija por la maldita ambición.
—No me da tanto coraje que me llevan los demonios
sabiendo que nuestra hija tiene pa todos los novios.
Dame el tintero y la pluma, la carta la escribo yo.
Eso lo hago por ti, no me des más el tostón—.
Cuando Pedro oyó la voz, que era la del mayoral,
como un niño echó a correr, como un niño echó a llorar.
Como un niño echó a llorar, como un niño echó a correr
y le dice el mayoral: —Toma el dinero pa´l tren—.
A la entrada de aquel pueblo, se encontró al enterraor
con el pico y con la pala, que venía del panteón.
—¿Cómo has tenido valor de enterrar a mi adorada,
sabiendo que la Isabel era tu primita hermana?
¿Por qué no la desentierras, que aquí nadie no ha de ver?
¿Por qué no la desentierras a mi adorada Isabel?
—Desenterrarla no puedo, eso sería una locura.
Me echarían a presillo* si abriera la sepultura.
—Te voy a pedir un favor, me lo vas a conceder:
dime dónde está la tumba de mi adorada Isabel—.
Al llegar allí a la tumba se quedó muerto y sin habla
porque de ella vio salir una palomita blanca.
—No te asustes, tú, mi Pedro. No te asustes, mi adorado,
que pa mañana a las diez ya estarás aquí a mi lado.