Los consejos malinterpretados [ATU 915A]

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Referencia catalográfica: 0569n

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Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.

Transcripción

Traducción

Érase una vez un viejo que estaba tumbado en la cama a punto de morir. Entonces llamó a sus tres hijos para decirles que ya no le quedaba mucho tiempo de vida, que iba a abandonarlos muy pronto. Por eso quería darles unos consejos en su lecho de muerte.

Luego se dirigió a su hijo mayor y le dijo:

–Tú debes poner un mercado delante de la puerta de tu casa.

Al segundo le dijo:

–Tú no comas nada que no sea mantequilla y miel.

Y al menor:

–Y tú no empieces a pegar a tu mujer hasta que no la dejes bien amarrada a un árbol.

El padre les dijo que aquellas advertencias eran para que no sufrieran demasiado en la vida. Sus hijos le prometieron que iban a aplicarlas, aunque, a decir verdad, no comprendieron en absoluto lo que su padre quería decirles.

El hijo mayor siguió las indicaciones de su padre, o por lo menos lo intentó. Todos los días se plantaba delante de la puerta de su casa e intentaba conversar con la gente que pasaba a su lado. Les decía: “¡fulano, ven a charlar un rato!”, pensando que era así como se hace un mercado, pues los conocidos suelen saludarse y charlar un poco cuando se encuentran en el mercado.

Pero como no tenía nada que vender ni nada que ofrecer, nadie quería detenerse a charlar con él. Cada uno continuaba en dirección a su trabajo. Le respondían que no podían quedarse o que tenían otras ocupaciones. Así que el hijo mayor terminó muy confuso. Veía que se pasaba todo el día plantado delante de la puerta de su casa invitando a gente que no conocía y que no le hacía ni caso.

Entonces pensó que lo mejor sería que fuera a pedirle consejo a un sabio. Así que se fue a verlo y le dijo que su padre le había dado un consejo muy malo:

–Mi padre me dijo que debía poner un mercado al lado de mi casa. Y así hice. Pero cada vez que le digo a alguien que venga para conversar un rato, me dice que no puede, que tiene otras obligaciones, o simplemente pasa de largo sin responder siquiera. ¡Y yo me quedo solo todo el día!

Entonces el sabio le respondió:

–No has entendido nada de lo que te aconsejó tu padre. ¡Nada de nada! Él quería decirte que montaras un negocio, que abrieras una tienda al lado de tu casa. En cuanto montes una tienda, la gente se parará por su propia voluntad para comprar, y después ya llegará la conversación... Pero ¿cómo se te ocurre empezar por la charla?

El hijo mayor le agradeció mucho la ayuda y se marchó muy satisfecho con la respuesta del sabio.

El segundo hijo también observó el consejo de su padre al pie de la letra. No comía otra cosa que no fuera mantequilla y miel. Pero como la mantequilla y la miel eran muy caras, y él no nadaba en la abundancia, acabó vendiendo sus tierras y empeñando todos sus bienes para seguir comprándolas.

Y no paró de empeñar todo lo que tenía hasta que llegó el día en que se quedó en la más absoluta ruina. Se volvió un mendigo. Iba vestido con harapos y entonces ya ni siquiera pudo comprar mantequilla y miel. ¡No le quedaba ni para comprar pan!

Entonces él también decidió ir a visitar al sabio para pedirle su ayuda:

–¡Mira lo que he sacado con el consejo de mi padre! –le dijo el mendigo indignado.

Y el sabio le preguntó:

–¿Y cuál fue el consejo que te dio tu padre?

–Me dijo que no debía comer nada que no fuera mantequilla y miel –dijo el mendigo.

Entonces el sabio le dijo con gesto de asombro:

–¡Pero no! ¿Qué estás diciendo? ¡No era ese el consejo que quería darte tu padre! Lo que él quería decirte era que no debías comer nada hasta que no tuvieras mucha hambre. Así cualquier comida te sabría como la miel y la mantequilla.

El segundo hijo le agradeció la ayuda al sabio y se marchó lamentando su triste suerte de mendigo.

El hijo menor también decidió ir a pedirle consejo al sabio. Fue a su casa, llamó a su puerta y le dijo:

–Mi padre me ha legado una costumbre muy mala. Me dijo que no debía pegar a mi mujer hasta que no la dejara bien amarrada a un árbol. Y eso exactamente es lo que he estado haciendo hasta ahora. En cuanto me caso con una mujer, la dejo bien atada a un árbol y no dejo de darle palos hasta que su piel se pone morada. ¡Pero luego todas me abandonan! Y eso me ha pasado con todas las mujeres con las que me he casado. Me pasó con la primera, con la segunda, con la tercera… ¡y ya estoy harto! Por favor, dime qué he hecho mal. Dime cómo lo tengo que hacer.

Entonces el sabio le respondió:

–Lo que tu padre quería decirte era que no debías pegar a tu mujer hasta que no tuviera hijos. En cuanto la mujer tiene tres o cuatro hijos, ya no puede abandonarte, por mucho que la regañes o que la pegues, porque no podrá dejar a sus hijos y marcharse.

Estos son los consejos que vuestro padre os dejó.

Resumen de ATU 915A

The Misunderstood Precepts. A dying father (mother) gives indirectly expressed advice to his son (daughter) (before marriage): "Always eat bread with honey" (means: "Work diligently and your bread will be as sweet as honey") [H588.11], "God bless you in your labors" (means: "Start your work earlier than others, so that others will greet you thus and not you them") [H588.12] and "Always wear your shoes" (means: "Walk the fields barefooted, wear your shoes only when near the town") [H588.13]. When the son follows these precepts literally, he becomes poor. Only later does he learn their real meaning.

Or, the father gives ironic precepts: "Whenever you feel like gambling, do it until your eyes are red and your cheeks are pale", "Whenever you feel like drinking, do it until you are drunk and fall asleep", and "Whenever you desire a woman, go there early in the morning and wake her up".

Following the precepts he gambles away all his money. Drinking to forget his losses, he feels so ill the next morning that he wants never to drink again. He visits a woman early in the morning and is so scared by her appearence that he runs home. There he thinks about his father’s "bad" precepts that cured him of gambling, drinking and womanizing. (Other precepts see H588ff.) (Uther, 2004: I, 539).

[Los consejos malinterpretados. Un padre (madre) moribundo da un consejo expresado de manera indirecta a su hijo (hija) (antes de su matrimonio): “Come siempre pan con miel” (significa “trabaja con diligencia y tu pan será tan dulce como la miel”) [H588.11], “que Dios te bendiga en tus labores” (significa “empieza tu trabajo más temprano que otros, para que de este modo los otros te saluden y no al revés”) [H588.12] y “lleva siempre tus zapatos” (significa “camina descalzo por los campos, lleva tus zapatos solo cuando estés cerca de la ciudad”) [H588.13]. Cuando el hijo sigue estos consejos literalmente, se empobrece. Solo más tarde aprende su significado real.

O bien el padre da consejos irónicos: “Cuando tengas ganas de apostar, hazlo hasta que tus ojos estén rojos y tus mejillas estén pálidas”, “cuando tengas ganas de beber, hazlo hasta que estés borracho y te duermas”, y “cuando desees una mujer, ve a ella temprano por la mañana y despiértala”.

Siguiendo los consejos, se juega todo su dinero. Bebiendo para olvidar sus pérdidas, se siente tan enfermo a la mañana siguiente que no quiere volver a beber nunca más. Visita a una mujer temprano por la mañana y se asusta tanto por su apariencia que vuelve corriendo a casa. Allí piensa en los “malos” consejos de su padre, que le previnieron de apostar, de beber y de andar detrás de mujeres. (Para otros consejos, véase H588ff) (traducción de Alba Pegalajar Espinosa)]