La esposa cruel

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Referencia catalográfica: 0583n

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Esta versión, transmitida en cabileño, ha sido traducida por Óscar Abenójar.

Transcripción

Traducción

Había una vez un matrimonio que tenía problemas, porque la mujer se quejaba continuamente de su suegra.

Un día, ya harta de los reproches de la madre de su marido, le dijo a su esposo que ya no lo aguantaba más. Su suegra la trataba muy mal. Era insoportable. Así que le exigió que encontrara una solución, la que fuera, para deshacerse de ella de una vez por todas.

Su marido estaba muy confuso y, después de quedarse un rato pensativo, le dijo:

–Vale, yo te entiendo. Pero ¿qué quieres que haga yo? ¡Es mi madre! ¡No me queda más remedio que soportarla!

–Pues ya ves… –le dijo ella–. ¡A mí me importa un pimiento que sea tu madre! ¡Ya no quiero ni oír hablar de mi suegra! ¡No la puedo ni ver! Así que piensa en una manera de deshacerte de ella!

Entonces el marido le dijo que se ocuparía del asunto a la mañana siguiente, sin tardanza. En cuanto amaneciera, iría a la cama de su madre y la degollaría. Pero antes le sugirió a su mujer que invitara a su madre a ver el espectáculo, pues también ella odiaba a su consuegra. Así podría contentar a las dos.

Al día siguiente el hombre invitó a casa a su madre y a la de su mujer. En cuanto llegaron las dos ancianas, el marido les brindó todo tipo de atenciones. Les sirvió la comida y estuvieron conversando un rato.

En cuanto cayó la noche, el marido le pidió a su esposa que separara las camas de las dos ancianas, para no confundirlas en la oscuridad. Y después le sugirió:

–Prepara la cama de mi madre al lado del kanun, y aísla la de mi suegra para que no se despierte cuando degüelle a mi madre. Así tu madre podrá seguir durmiendo plácidamente.

Y su mujer obró tal como le pidió su esposo. Preparó las camas y las separó para que su madre no se despertara cuando su suegra fuera asesinada. Después los cuatro se fueron a dormir, cada uno a su cama.

Ya bien avanzada la noche el hombre se despertó, se dirigió hacia el lugar donde dormía su suegra y la degolló.

Al regresar a la cama, su mujer le susurró:

–¿Ya está? ¿Ya la has matado?

–¡Sí, ya está! Ya la he degollado. Ahora duérmete, y mañana echaremos un vistazo.

Al amanecer la mujer se levantó de la cama y se dirigió al lugar donde había dispuesto las camas de las dos ancianas. Les retiró las sábanas y entonces pegó un grito de espanto:

–¡Has degollado a mi madre!

Entonces el hombre respondió:

–¡Ah, vaya! ¡Pues me habré equivocado! ¿Estás segura? ¿Has mirado bien? Te prometo que yo pensaba que había degollado a la mía.