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Informantes
Recopiladores
Notas
La informante manifiesta que aprendió esta composición, de forma recitada, durante su niñez y durante la recolección en localidades próximas a Torredonjimeno (Jaén).
Agradecemos la valiosa ayuda de Fuensanta Aranda Gómez, quien nos puso en contacto con los informantes para la realización de esta entrevista.
Bibliografía
Otras versiones de "Despreciado por una mujer que busca un rico millonario"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Cuando yo tenía quince años, la mujer que yo amaba
ni estrellas ni sol ni luna, con nadie la comparaba.
Bonita como ella sola, hermosa como una mañana,
con un corazón amoroso que hasta el mío relumbraba.
Cuando regaba el jardín, ¡ay, Virgen de los Dolores!,
no la podía comparar entre medias de las flores.
Yo fui una noche a verla como tenía de costumbre
y me la encontré sentadita a la vera de la lumbre.
Se levantó de la silla, se puso delante de mí:
—Por donde has entrao, te vas, que yo no te quiero a ti;
que si me caso contigo que eres un pobre desgraciado obrero,
viviremos en la miseria, nadie nos dará consuelo.
Y si me caso con ese rico que tiene tanto capital,
pasaré feliz mi vida sentada en un buen sofá.
También tendré tres criadas para poderles mandar
y una lámpara por delante para poderme alumbrar—.
Mis penas fueron aumentando hasta llegar al calvario
cuando vi que se casaba con aquel rico millonario.
—Caballos de colas y trenzas, esperad a los recién casados—
Y yo de pena y de rabia a la iglesia entré
por ver el casamiento de la mujer que yo amé.
Cuando el padre cura se estaba echando la bendición,
al mismo tiempo se clavaba un cuchillo en mi corazón.
Cuando se dieron la mano delante del altar mayor,
se me cayeron las entrañas y el pulmón.
Mi madre me consolaba de aquel verdadero amor;
cuatro lobos destrozaban mi alma y mi corazón.
Cuando salió de la iglesia, me puse delante de él:
—Si esta mujer no es pa mí, tampoco será pa usted—.
Y sacándome un cuchillo en su pecho lo clavé
y cayéndose muerto en el suelo lo dejé—.
Al instante toa la gente en la camilla corrían
en busca de aquel herido que alguna vida tenía
y a mí, entre dos ladrones, a la cárcel me conducían.
Yo me encuentro aquí en la cárcel: “¡Oh, Dios mío!, ¿esto que es?”
Yo me encuentro aquí en la cárcel por una mala mujer.
Estando yo sentado en mi petate como un niño del hospicio,
me llama el centinela pa llevarme a juicio.
Y estando yo sentado en el banco de acusaos,
pregunta el señor juez: —¿Es cierto que usted hirió a ese recién casado?
—Es cierto, señor, juez. Perdone que se lo diga,
si tengo algún sentimiento fue que lo dejé con vida.
—Márchese, so canalla y asesino;
el reglamento le manda cinco años de presillo—.
Una tarde de verano por mis rejas paseaba
con vestíos de terciopelo que a la luna le envidiaba
y al pasar frente a la reja mi alma se estremeció
y me tiró una saliva que mi rostro mereció.
Ya han pasado cinco años y el castigo ya ha pasado
y aquel rico millonario su capital ha destrozado.
Y aquella mujer egoísta ya ha perdido su corona
y ahora se ve por la calle amparando una limosna.
Al pasar una mañana frente a un portal me la encuentro
con una lata en la mano para su cena aguardar
y se me hincó de rodillas; que se había perdío el sentío
y que yo la perdonara por lo que había cometío.
—¿Yo? Yo no puedo perdonarte, jamás lo permita Dios.
¿Perdonar a la mujer que mi rostro humedeció?
Ahora que tú te ves perdía y yo me veo en libertad;
ahora vienes en busca mía, mala mujer, desgraciá.
Te morirás de hambre, tísica en un hospital.