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Notas
Aclaraciones léxicas:
Brovin: se refiere a la pistola semiautomática llamada Browning, por su inventor Hohn Moses Browning (1855-1926).
Bibliografía
Versión publicada en Anaya Fernández y Anaya Flores (1999: pp. 71-75; procedencia y peculiaridades p. 211).
Otras versiones de "Ramón y Dolores"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
En la provincia Teruel habitaba una familia,
que por su gran honradez allí fue muy distinguida.
Joaquín y Amalia tuvieron una hija, y se casó
con un hombre muy decente, que a los seis años murió.
Dolores, al verse viuda, llorando a sus padres dijo:
—¡Ay, padre mío de mi alma!, ¿qué voy a hacer con mis hijos?
El padre de buena fe a la hija le decía:
—Tú te pones a criar, y ellos en mi compañía —.
Tomó el consejo del padre y se colocó a criar
al hijo de un caballero que tenía gran capital.
Dolores, que era muy guapa, por su hermosura bella
el amo se entusiasmó y se enamoró de ella.
—¡Ay, Dolores de mi alma, de buena gana quisiera
que tú apagaras el fuego que en este pecho se encierra!
—No puede ser, don Ramón, que es acción muy traicionera,
porque usted tiene su esposa, ¡pobre de mí si se entera!
Lo que podemos hacer, si usted quiere, es otra cosa:
matar mis hijos y el suyo y darle muerte a su esposa.
Y cuando les demos muerte, no nos pueden estorbar;
entonces seré su esposa con grande felicidad.
—Matar mi esposa y mi hijo, eso no lo hago yo;
(…………………………) más bien desprecio el amor,
(…………………………) que no ser un criminal.
—Pues como no sea así, nunca podrá usted lograr
a mi hermosura y mi amor; yo quiero la realidad.
Tanto le cegó el amor que así a Dolores le dijo:
—Si me das tu corazón, mato a mi esposa y mi hijo—.
Unidos en la maldad, los dos a hacerla marcharon
adonde estaba su esposa, y dormida la encontraran.
Contemplándola al momento dice con voz temblorosa,
dice: —¡Levanta, Teresa, despierta, querida esposa!,
que vengo a darte la muerte porque otra más que tú
me ha gustado, y ahora mato la reina de la virtud—.
Dolores, enfurecida, le decía a don Ramón:
—Tírale con el cuchillo y pártele el corazón—.
Don Ramón, muy tembloroso por el miedo que le daba,
a la pobre de su esposa le pegó dos puñaladas.
Una le pegó en el pecho, otra en el vientre le daba,
que la pobre de su esposa angustiada despertaba.
Llamada por la amargura: —¡Ramón, acude a mi amparo!
Ladrones hay en mi casa; dos puñaladas me han dado—.
Mientras, estos dos amantes con orgullo caminaban
adonde el niño dormía, y también le degollaban.
En esa tribulación dice: —Ramón de mi alma,
tráeme el niño que lo bese, el hijo de mis entrañas —.
Él le presentaba el niño, lo vio que muerto estaba;
la pobre quedó difunta y allí se entregó su alma.
Cuando a las dos de la mañana, otra vez a su casa llama:
—¡Abra usted, padre, la puerta, abra usted, padre, mi alma!
—¿Qué te pasa, hija mía? —el padre al punto exclama.
—No se ponga usté en cuidado, que a mí no me pasa nada—.
Abrió su padre la puerta; el pobre viejo quedó
sin saber a lo que iba a su casa don Ramón.
—Si don Ramón me acompaña es porque va a ser mi dueño—.
Y a su padre le pregunta: —¿Dónde está el niño pequeño?
—Está acostado en la cuna; ¡si vieras qué mono está!
—Por eso yo quiero verle .— Y entonces, la criminal,
cogiendo al niño en los brazos, cogió el cuchillo sin miedo
y al hijo de sus entrañas le ha abierto como un cordero.
—No seas madre cruel, no seas madre malvada;
di por qué a ese inocente tan fríamente lo matas.
—Lo mato porque es mi hijo, y a usté no le importa nada—.
Entonces al pobre viejo le pegó dos puñaladas.
Se va pa la habitación donde los niños dormían;
se despierta la mayor y a su madre le decía:
—Mamá, has venido esta noche; ¿sabes que yo te soñaba? —
Al decir la niña esto le pegó dos puñaladas.
—Madre de mi corazón, madre de toda mi alma,
¿por qué al pobre de mi hermano le dio muerte tan amarga?
Por Dios, tennos compasión y no seas, madre, malvada—.
Al decir la niña esto furiosa la degollaba.
Y a los niños menores que estaban en la otra cama
aquella madre cruel también la muerte les daba.
Tirando al suelo el cuchillo, le decía a don Ramón:
—Ya está todo concluido, somos libres los dos—.
Dolores y don Ramón se marchan de allí al momento;
pero don Ramón tenía un grande remordimiento.
Afligido don Ramón, así a Dolores le dijo:
—Por causa de tu consejo maté a mi esposa y mi hijo,
y me encuentro arrepentido de haber sido un criminal.
No quiero ser detenido por ninguna autoridad —.
Al contemplar estas palabras, don Ramón sacó una Brovin*;
cinco tiros le pegó a su querida Dolores.
Volvió el arma contra sí y, diciendo don Ramón:
“Por causa tuya me mato”, (y) dos tiros se pegó.
Para que veáis el fin de estos dos malhechores,
aquí termina la historia de don Ramón y Dolores.