Aprensiones de Joaquina

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Referencia catalográfica: 0651r

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Notas léxicas

saludador: “Comunmente se aplica al que por oficio saluda con ciertas preces, ceremonias, y soplos para curar del mal de rábia” (RAE, Dic. Autoridades, T. VI, 1739).

Transcripción

Lavando en el río estaba     aquella joven divina,
trató de morderla el perro    a la pobre de Joaquina.
Joaquina cogió una piedra     y al perro se la tiraba
y corriendo más que un gamo     del agua no se alejaba.
Su madre cura la herida     y después le ató el vendaje,
para poderle tapar     aquella herida tan grande.
—Si supieras, madre mía,     lo que soñé esta mañana:
soñé que rabiaba el perro     y que yo también rabiaba—.
Al cabo los ocho días,     llaman al saludador,
y el saludador le ha dicho     que es una poca aprensión.
—Madre mía, madre mía,     ponme la mano en la frente,
verás qué sudor tan frío     es el sudor de la muerte.
Decías que para fiestas     nos íbamos a casar;
para esa fecha, Fabiano,     comiendo tierra he de estar—.
Fabiano encargó la caja,     treinta duros le costó,
para enterrar a Joaquina     que al fin y al cabo murió.

Resumen de "Aprensiones de Joaquina"

Joaquina sufre las mordeduras de un perro mientras lava en el río. Aunque su madre le cura la herida, la joven tiene la sospecha de haber contraído la rabia. Llaman al médico, que asegura que Joaquina solo tiene un poco de aprensión. El estado de salud de la muchacha empeora. Cierto día, le confiesa a su novio que ya no podrán casarse porque va a morir. Finalmente, muere. El novio compra el ataúd.