El conejo muerto

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 0669n

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Notas

Este registro ha sido recopilado en el marco del proyecto de I+D (Excelencia) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades “Documentación, tratamiento archivístico digital y estudio lexicológico, histórico-literario y musicológico del patrimonio oral de la Andalucía oriental” (referencia: FFI2017-82344-P), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

Agradecemos la valiosa colaboración de Ismael Navarro Acosta, profesor del Centro de Adultos de La Iruela.

Transcripción

Una vez, había un matrimonio que tenía muchos hijos, del año el hambre. Que había mucha hambre. Y tenía siete u ocho zagales, la mujer. Y un día vino al pueblo a una misa de un difunto que había. Estaba en el campo y venía al pueblo a la misa. Y venía andando, como venían antiguamente, andando, andando y por | pasó por ahí por un olivar y había un conejo grande. ¡Más hermoso! Allí muerto. Y dice: —¡Oy, madre mía, qué conejo! Yo me lo llevaría y les hacía a mis hijos un guisao de arroz con conejo. ¡Pero si es que voy a la iglesia! ¿Cómo me lo llevo?—. Dice: —¡Pues ya!—. Lo cogió, se lo metió debajo del mandil y se metió en la iglesia con su conejo. El conejo llevaba allí tres semanas muerto y echaba una peste que no veas. Pues se mete en la iglesia con su conejo y dice: —¡Oy! Está la gente confesando, pues yo voy a confesar—. Y la mujer con el conejo muerto allí debajo. Va a confesar, está confesando y dice el cura: —¡Oy, qué mal me huele!—. Dice: —Padre cura, eso es el conejo—. A la miajilla: —¡Oy, qué mal me huele!—. Padre cura, eso es el conejo—. Y el hombre ya estaba ahí asfixiao confesándola con el conejo allí muerto. Y ya la confesó como pudo, medio asfixiao y ya se sube arriba, terminó de confesar, se sube al altar a rematar la misa y, al terminar la misa, dice: —Señores, todas, sos quiero dar un consejo: que cuando vengáis a misa, que sos lavéis el conejo.