El soldado de Tortosa

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 0674r

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Bibliografía

Otras versiones de "El soldado de Tortosa"

Alonso Fernández et alii (2017: n.º 75); Esteve Faubel (1998: pp. 1143-1146); Hernández Fernández (2010: n.º 54); Moreno Moreno (2016: n.º 201); Pimentel García (2020: n.º 502).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Transcripción

Esta fue la fundación     en la ciudad de Tortosa,
con un tal José Romero     y Dominga Carrascosa.
No era este matrimonio     muy estimado en el pueblo;
por su desgracia o fortuna     solo una hija tuvieron.
Los padres llenos de gozo     disfrutaban de alegría;
al bautizar le pusieron     su nombre llamado Elvira.
Esta chica se criaba,     pero de lo más hermosa,
su cara se parecía     como la leche y la rosa.
Llegó a diecinueve años     esta doncella inocente;
por custión del casamiento     la pretende un estudiante.
Iba con la picardía,     el tirano la engañó.
Llegó la hora y la chica     un niño desocupó.
Al verse desvergonzada     y ver lo que le pasaba,
dejó su hijo en la cuna,     una noche se marchaba.
A otro día por la mañana     los padres se levantaron;
fueron a ver a su hija,     solo al niño se encontraron.
Echaron requesitorios     y sin poderla encontrar,
sus padres con mucha pena     no hacían más que llorar.
De limosna para el niño,     muchas mujeres le daban
de mama y sus abuelos     de noche se lo acostaban.
Este chico se criaba     sin dar en qué merecer,
pero muy bien educado,     juntos vivían los tres.
Ya le llegaron la quinta,     pues en la suerte jugó
y el pobre por su desgracia     para Melilla cayó.
Ustedes recordarán     de la primera traición
que nos hicieron los moros     al regimiento español.
Los cogieron prisioneros      en una casa de campo;
que pone bajo de tierra,     todo estaba minado.
Tenían una correa,     pero muy bien preparada,
lleno de pinchos y clavos     y con ella les pegaban.
Los pobrecitos estaban     como vinieron al mundo,
y por calma les ponían     ramas de los higos chungos.
La gente que allí habitaba,     en aquella casa había,
eran dos hombres y dos mujeres     de aquellos dos cabecillas.
La una de aquellas moras,     de tan malos sentimientos,
el pegar a los soldados     era su divirtimiento.
La otra se retiraba     para no oír los lamentos,
porque ella le tenía     pasión a los prisioneros.
Una noche que la mora     oía con disimulo
cómo lloraba un soldado,     despidiéndose del mundo:
—Adiós, mi querida patria;     adiós, aguas caudalosas,
las que lleva el río Ebro      cuando pasa por Tortosa.
Adiós, para mis abuelos;     adiós, mis queridos padres,
para ellos rogaré     la salud donde se hallen—.
Al oír esto la mora,     al soldado se acercó:
—¿Cómo te llamas, muchacho?—,     llorando le preguntó.
El soldado le responde:     —Me llamo José Romero
y soy nacido en Tortosa     en casa de mis abuelos.
—¿Y tus padres dónde está?     Responde: —Yo no lo sé,
porque ni a mi pobre madre     no la pude conocer.
Según decía mi abuela,     mi madre a mí me dejó;
de cinco días nacido,     una noche se marchó—.
Al oír esto la mora,     al soldado se abrazó,
diciendo: —Yo soy tu madre,     hijo de mi corazón.
Cuánto he sufrido por ti     hasta llegarte a encontrar
en medio de estos bandidos,     donde nos van a matar.
Si yo pudiera salir     con el intento que tengo,
todos [¿sube?] tres conmigo,     a la España volveremos
Cuando mi marido esté     en aquel profundo sueño,
todos son de tres conmigo     y a la España volveremos—.
Una noche que la mora     observaba a su marido,
iba con grande silencio     para salvar a su hijo.
Iba con grande silencio     y sacó a los prisioneros.
Entonces se le [¿rencaron?],     de lo que hicieron con ellos.
Ya mataron a la mora     aquellos dos traicioneros,
entonces les vengaron     de lo que hicieron con ellos.
—Ya estamos en salvación     de este peligro tan grande,
que no había más remedio     que derramar nuestra sangre—.
Treinta días por las sierras,     por la noche caminando,
los pobres iban rendidos     cuando a la España llegaron.
Era un cuadro de tristeza     cómo abrazaban a Elvira,
al verse dentro de España     disfrutando de alegría.
De la madre y de su hijo     llorando se despidieron,
porque ha sido el salvavidas     de todos los prisioneros.

Resumen de "El soldado de Tortosa"

Una muchacha se enamora de un estudiante que la deshonra. Queda embarazada y, al poco tiempo de dar a luz, abandona al niño al cuidado de sus padres. Cuando el niño crece, lo reclama la quinta para Melilla. Allí cae prisionero. Sin embargo, la mujer de uno de los cabecillas siente pasión por los prisioneros españoles. Un día, esta mora bondadosa escucha a uno de los prisioneros hablar de su tierra, Tortosa. Entonces, hace las averiguaciones pertinentes y descubre que es su hijo. Libera a los prisioneros cuando su marido duerme y escapan todos juntos a España.