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Bibliografía
IGRH: 5012
Versión publicada en Anaya Fernández y Anaya Flores (1999: pp. 106-108; música p. 188; procedencia y peculiaridades p. 213).
Otras versiones de "En la estación de Alicante"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Pongan atención, señores, de lo que voy a explicar:
una señora muy guapa y un cumplido militar.
En la estación de Alicante a un tren sube un militar,
en un coche de segunda, que para su casa va.
Al ir a tomar asiento, el joven queda mirando
a una señora muy guapa que lleva a un niño en los brazos.
La señora le pregunta que si es que iba con permiso;
el militar le contesta: ―No, señora, voy cumplido―.
Se conmueve la señora y le dice muy risueña:
―Si no tiene enconviniente, ¿me quiere usted dar las señas?
―Señora, soy de Almadén, me llamo José Jiménez,
vivo en la calle Mayor, número cuarenta y nueve―.
Se levanta la señora, le dice con mucha gracia:
―¿Me quiere tomar al niño, mientras bajo a beber agua?―.
Pasaron cuatro estaciones, la señora no volvió;
el militar con el niño: ―Ahora ¿qué voy a hacer yo?―.
Se queda mirando al niño: ―Niño, no viene tu madre―.
Ve que en la mano derecha colgada lleva una llave.
Le quita la llave al niño, coge y abre la maleta:
envuelto en unos papeles llevaba diez mil pesetas.
En los papeles decía: “Precure al niño criarlo,
y, si no tiene bastante, lo publican al diario”.
Al llegar a la estación, onde todos lo esperaban,
al verlo con aquel niño la madre le preguntaba.
La novia se aproximó diciéndole estas palabras:
―Este niño ¿de quién es? Tú me tienes engañada―.
Desde la estación al pueblo le cuenta lo que le pasa,
cómo le dieron al niño y el dinero que llevaba.
Precuran para la boda, enseguida se casaron,
y se llevaron al niño y a biberón lo criaron.
Ya que tiene quince años, lo meten en un taller
para que aprenda de chófer, que eran los deseos de él.
Ya que ha aprendido el oficio, se ha marchado a Barcelona
y se colocó de chófer con una noble señora.
Ya llevaba varios meses sirviendo en aquella casa;
le hacían muchos regalos por lo bien que se portaba.
Hasta que un día la señora lo ha llamado a su despacho:
―Perdone mi atrevimiento, escucha cómo te hablo:
si tú te casas conmigo, como yo no tengo a nadie,
todito mi capital será para ti y tus padres.
―Señora, padres no tengo, porque buenos no serán,
que siendo yo pequeñito me entregó a un militar.
―Hijo de mi corazón, tu madre no ha sido mala,
por eso dejé dinero para que a ti te criara.
A los padres que te han criado, quiero pedirles perdón,
y también darles las gracias por este grande favor.