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Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0760r
Informantes
Recopiladores
Notas
Archivo sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00001 02).
Título indicado en las anotaciones de campo: "El día siete de enero. Copla de ciego".
Muchos de los temas de esta entrevista fueron también transcritos en el Catálogo Folclórico de la provincia de Valladolid.
Bibliografía
Otras versiones de "Familia atacada por unos lobos"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
El día siete de enero, ¡qué día más desgraciado!,
el día después de reyes, que es un día señalado;
en el pueblo de Tejera, que es provincia de Logroño,
los lobos han destrozado a un infeliz matrimonio.
Desde Logroño salieron y a Madrid se dirigían,
sin pensar que en el camino iban a perder la vida.
La nieve ya les llegaba muy cerca de las rodillas
y con el aire de cara, que ni andar ya podían.
Aquella mujer llorando miraba al cielo y decía:
—No nos des tanto tormento, sagrada Virgen María,
porque este frío tan grande no podemos resistir
y, antes de sufrir tanto, es preferible morir—.
Al oír estas palabras se echó a llorar el marido
y a su esposa la decía con palabras de cariño:
—No me causes tanta pena, ni hagas llorar a los niños,
porque, al verte a ti llorar, sufren los dos angelitos.
—¿Cómo quieres que no llore, si estoy temblando de frío
y el corazón se me arranca al ver llorar a mis hijos?
—Comprendo lo que me dices, pero súfrete un poquito,
que ya pronto llegaremos al pueblo que hemos salido—.
Anduvieron otro rato y unas campanas oían,
pero ni luces ni casas de aquel pueblo no veían.
También, al espeso monte, a los lobos les oían
como si fuese algún hombre que llamándoles venía.
Volvieron la vista atrás para ver quién les llamaba,
cuando vieron a dos lobos que hacia ellos se acercaban.
Aquella mujer, al verlos, cayó al suelo desmayada;
Segundo, que era su esposo, de auxiliarla trataba.
Segundo, en aquel momento, no se dio cuenta de nada;
nada más que de su esposa, porque solo se encontraba.
Cuando Petra volvió en sí y tuvo conocimiento,
preguntaba por sus hijos, causando grandes lamentos.
Y su esposo la decía: —Aquí les tengo tapados
para que no se enfriasen, arrimaditos a este árbol—.
Cuando fueron a cogerles y vieron que uno faltaba,
este infeliz matrimonio estas palabras hablablan:
—Hijo mío de mi vida, los lobos te han destrozado,
¿para qué habrá amanecido este día desgraciado?
Segundo, sin perder tiempo, enseguida se preparó
con el revólver en la mano, (y) a su esposa la mandó:
—Tú te vas derecha al pueblo, que yo me voy a buscarlas,
a aquellas fieras traidoras y al hijo de mis entrañas.
—¿Adónde vas por la noche? —su mujer le contestaba—
Y según está de oscuro, que no se ve ni la palma.
—Pues sea Dios como quiera, a buscarle he de ir,
al hijo de mis entrañas, aunque me cueste morir—.
Por entre los matorrales, y tanta nieve que había,
aquel padre por su hijo, ¡qué fatigas pasaría!
Cansado de padecer y sin poderlo encontrar,
ya no tuvo más remedio que volverse para atrás.
Se salió a la carretera y a su esposa la llamó
y, viendo que allí no estaba, para el pueblo se marchó.
Enseguida fue a la casa de donde habían comido
preguntando por su esposa y nadie la había visto.
Amargamente llorando, sus desgracias les contaba,
y el personal que allí había el alma se le arrancaba.
Al otro día siguiente, la salieron a buscar
varios vecinos del pueblo (y) sin poderla encontrar.
Recorrieron medio monte y encontrarla no pudieron,
ni tan siquiera señales de los lobos carniceros.
Al ver que no la encontraban, la gente se volvió al pueblo
y a Segundo, desmayado, a caballo le trajeron.
A los cinco días justos, de pena el pobre murió,
y esto que aquí se escribe es lo que él declaró.