Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0767r
Categoría:
Informantes
Recopiladores
Notas
Archivo sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00001 06).
Título indicado en las anotaciones de campo: "Alma si eres compasiva + Entre la una y las dos".
Muchos de los temas de esta entrevista fueron también transcritos en el Catálogo Folclórico de la provincia de Valladolid.
Aclaraciones léxicas:
odoró: por adoró.
Bibliografía
Fuentes primarias de “Alma si eres compasiva o Descendimiento”
Otras versiones de "Alma si eres compasiva o Descendimiento"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Alma, si eres compasiva, mira, atiende y considera.
Al pie de la cruz, María, estando pendiente en ella
su dulcísimo hijo, abierto por cinco puertas,
de penetrantes espinas coronada su cabeza,
la sangre que por su rostro a hilo a hilo gotea,
¡mira aquel color difunto y aquella boca de perlas!,
parece un clavel morado, de haber caído en las piedras;
su garganta, que es la nieve, iba a poca diferencia:
desollada, renegrida; hombros, espaldas abiertas,
de haber caído en el suelo diendo con la cruz a cuestas.
Su madre le está mirando, ¡oye cómo se lamenta!
—¡Ay, hijo! —la Virgen dice— ¿Qué culpas fueron las vuestras,
que así os quitan la vida, siendo la misma inocencia?
Que solo un hijo tenía y, por envidia y soberbia
y sin causa, me lo han muerto. ¡Oh, Jesús, que me atraviesa
una espada al corazón con una aguda saeta!
¿No hay quién de la cruz le baje? —¿Qué hará aquí la esclava nuestra?
—Ángeles de mi custodia, ¿cómo no aliviáis mi pena?—.
Los ángeles respondieron: —No nos han dado licencia
de bajar a vuestro hijo, pues corre por otra cuenta—.
Alzó los ojos la Virgen y vio que venía cerca
una cuadrilla de gente que traían dos escaleras.
Sobresaltada, le dice a san Juan de esta manera:
—Dime, Juan, hijo querido, dime, ¿qué gente es aquella?
¿Qué injurias querrán hacer a esta infinita grandeza?—.
Y san Juan la respondió: —Callad y no tengáis pena,
es san José y Nicudemos, que vendrán a una cosa buena—.
Llegan los santos varones, vieron la sagrada Reina
y, al santo árbol de la cruz, arriman las escaleras.
(………………………………) Luego, subieron por ellas.
Quitándole la corona, se la dan con reverencia
a la dolorosa Madre, que, tomándola, la besa.
—Corona que el rey del cielo tuvo puesta en su cabeza,
¡quiera Dios que los mortales la tratéis con reverencia!—.
Luego, la dieron los clavos y, tomándolos, los besa:
—¡Oh, clavos que atravesasteis aquellas palmas inmensas
que creó el cielo y la tierra, nos dio el ser y nos conservan!—.
Bajan al difunto cuerpo y san Juan, por la cabeza,
Madalena, por los pies, a su madre se lo entriegan.
—¡Está tan disfigurado! —muy triste a decir empieza—
¡Venid los que tengáis sed, las fuentes están abiertas!
¡Venid los que estéis hambrientos, a este pan de vida eterna!
¡Venid los que estéis enfermos, que la medicina es esta!
¡Venid, que a todos convido y a ninguno se le niega!—.
Luego, san José y Nicudemos, como fue su suerte tan buena,
lo envuelven en un sudario o en una sábana nueva
y, con amorosos pasos, hacia el seprulco se acercan.
(………………………………) Muchos ángeles se quedan
acompañando al Señor, los demás dieron la vuelta.
Al pasar por el Calvario, odoró* la humilde Reina
al santo árbol de la cruz y a todos que iban con ella.
Tratemos de acompañarla y consolarla en sus penas,
hasta la resurrección que, con celo, espera.
Entre la una y las dos
de luto se cubre el sol;
las piedras de dos en dos
se parten unas con otras
y el pecho del hombre no.
Los ángeles de paz lloran
con un amargo dolor
que los cielos y la tierra
saben que se muere Dios.
¡Oh, afligida Madre y Señora!,
por lo que padecisteis al pie de la cruz
al ver espirar en estas tres horas
a vuestro divino hijo,
os ruego fijéis en nosotras
sus llagas y vuestros dolores,
para que con vuestra asistencia
logremos una buena muerte.
Amén.