Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0788r
Informantes
Recopiladores
Notas
Archivo sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00001 15).
Título indicado en las anotaciones de campo: "Una encantadora joven".
Muchos de los temas de esta entrevista fueron también transcritos en el Catálogo Folclórico de la provincia de Valladolid.
Bibliografía
Otras versiones de "El confesor de su madre"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Una encantadora joven sostenía relación
con un mozo postinero que adoraba con pasión.
Al conseguir sus favores, viendo que encinta quedó,
trataron de casamiento, pero aquel infame huyó.
Ella muy apurada por esto se quedó,
llorando desconsolada porque la honra perdió;
y la pobre decía: —¡Qué triste porvenir!
¿Qué dirá de mí la gente? ¡Yo de vergüenza voy a morir!—.
Al cabo de poco tiempo, luz a un niño hermoso dio,
que, cogiéndolo en sus brazos, a un monte se lo llevó.
Lo ha dejado en un barranco, envuelto en pobre pañal,
ocultando su deshonra esta madre criminal.
Pero, al siguiente día, un pastor que pasó
por aquellas cercanías a un niño llorar oyó.
Al irlo a dar auxilio, emocionado vio
que era un recién nacido; para su casa se lo llevó.
Lo ponen en la parroquia, lleno de gozo los dos,
bautizando al pobre niño que en sus brazos puso Dios.
El niño llegó a ser mozo y los padres con dulzura
le dicen si estudiar quiere para carrera de cura.
Le dieron el estudio, logrando su intención,
y, al cumplir veintidós años, llegó a ser cura en la población.
Al cabo de poco tiempo, en la iglesia penetró
tristemente una señora y al confesor se acercó;
se arrodilló en el momento y el padre la preguntó:
—Dígame usted sus pecados para que la absolva yo.
—Padre, tengo una pena, pues hice yo un gran mal,
y mi conciencia me dice que he sido una criminal.
Hace veintidós años, un hijo abandoné;
no sé si es vivo o es muerto, sobre un barranco yo lo dejé—.
Quedó el padre trastornado, sin aliento y sin color;
al oír lo confesado, creyó morir de dolor.
—Usted debe ser mi madre, por lo que me explica usted.
Quiso Dios que yo encontrara la madre que me dio el ser.
—Hijo de mis entrañas, hijo del corazón,
por ocultar mi deshonra hice yo tan mala acción.
—Madre, yo la perdono, porque comprendo yo
que la culpa no fue suya, sino del hombre que la perdió.