Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0795r
Categoría:
Colección:
Colección de Jerónimo Anaya Flores
Informantes
Recopiladores
Notas
En esta versión, se repite el verso 4.
La informante indica que aprendió estas canciones “porque, cuando yo era chica, mi madre se iba al campo, y si me dejaba una peseta para comprar comida, venía un tío de coplas y yo compraba las coplas, y no compraba la comida. Y así nos lo pasábamos. Y mi madre, que iba al campo, me llevaba a las quinterías con ella, y yo aprendía los cantares".
Bibliografía
Otras versiones de "La joven engañada"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
En el pueblo de Alicante, provincia de Castellón,
con una hermosa joven este caso sucedió.
Habitaba un matrimonio de posición regular,
con un hijo y una hija de hermosura sin igual.
La que Isabel se llamaba, de unos veinte años de edad,
pero un mozo la rondaba con mucho amor y amistad.
Al enterarse sus padres, con cariño paternal
a su hija le aconsejan que deje su amistad:
—Ese hombre es un vicioso, un canalla y sinvergüenza,
y si de él no te apartas muy mala suerte te espera—.
Isabel no hizo caso del consejo de su madre;
a cabo de poco tiempo se dio cuenta que era madre.
Al verse en aquel estado, se ha presentado a su amante
y le dice con cariño: —Debes pensar en casarte;
tú ya sabes lo que pasa, y si lo saben mis padres
me darán muchos disgustos porque no quise olvidarte—.
El novio al oír esto, le dice con gran desaire:
—Arréglate como puedas, que yo no pienso casarme.
Además, también te digo que no vivas engañada,
porque yo a ti desde ahora ya te tengo olvidada—.
Isabel al oír esto, no le contestó palabra
y llorando amargamente se volvió para su casa
Cogió papel y pluma y una carta ella escribió
a sus padres y amigos, dándoles su último adiós:
“Adiós, mi padre y mi madre, y adiós, toda mi familia,
que del mundo se despide vuestra desgraciada hija.
Por no creer su consejo, yo he llegado a este extremo,
pero les pido perdón, que a lo hecho no hay remedio”.
Echó mano a una pistola, que su padre allí tenía,
y se ha ido en busca del novio para vengar su ironía.
Y labrando en unas tierras que su amante se encontraba,
cuando llegó Isabel nerviosa y sobresaltada.
Acercándose hacia el mozo, dos tiros le disparó
y el mozo cayó por tierra, dando gritos de dolor.
Al ver al novio tendido, dijo con serenidad:
—Tú te vas al otro mundo, yo te quiero acompañar—.
Empuñada la pistola con energía y valor,
sobre su pecho dispara dos tiros al corazón.
Al sentirse los disparos, se acercaron los vecinos,
se encontraron a los novios dando el último suspiro.