Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0828r
Categoría:
Informantes
Recopiladores
Notas
Archivo sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00002 12).
Título indicado en las anotaciones de campo: "La zagala requebrada".
Muchos de los temas de esta entrevista fueron también transcritos en el Catálogo Folclórico de la provincia de Valladolid.
Transcripción
(Y) estando yo en mi rebaño, se acercó a mí un señorito,
haciéndome mil halagos, y estas palabras me dijo:
―Zagalita de mi alma, de amor me muero por ti.
Vente conmigo a mi casa y serás siempre feliz.
Ay, zagala, zagala, zagala,
por el monte nunca (y) estés descuidada,
pues es fácil de que algún zagal
te dé un susto grande que te haga llorar.
No consientas, zagalita, que el sol a tu rostro cubra;
desprecia esta triste vida y conserva tu hermosura.
Tienes un mirar tan dulce y una risa encantadora,
que, debajo de las nubes, para mi gusto no hay otra.
¡Ay, zagala, zagala, zagala,
me estás matando con esas miradas!
Y con esto te quiero decir
que has de ser mi esposa y hermoso jazmín―.
Yo le contesté diciendo: ―Muchas gracias, buen señor,
mi oficio yo no desprecio, que soy hija de un pastor.
Entre ovejas he nacido y entre ellas me he criado,
con albarcas siempre he ido, corriendo montes y prados―.
Y él me dijo: ―Zagala, zagala,
me importa muy poco que gastes albarcas,
lo que quiero, zagalita hermosa,
que ningún zagal te tiente la ropa.
Serás servida de damas, apreciada de mis padres,
pues, aunque seas zagala, no lo ha de saber nadie.
Te he de llevar a un colegio para que aprendas a hablar
y, tomando mis consejos, tendrás la felicidad.
¡Ay, zagala, zagala, zagala,
que me estás matando con esas miradas!
Y te digo con fe verdadera
que, si no me amas, me muero de pena.
Por donde quiera que vayas, yo te he de seguir los pasos
y, si estás enamorada, no me tengas engañado―.
Yo le dije al señorito que no estaba enamorada,
pero que mi cuerpecito para él no se criaba.
Y él me dijo: ―Zagala, zagala,
no desprecies nunca (y) al que bien te ama
y, si crees que vengo por guasa,
toma de regalo mi reloj de plata―.
Ya por fin me convenció y allí nos dimos la mano,
y me dijo que el reloj le tenga bien conservado.
Me dio un besito de amor, más otro le repetí,
y entonces él exclamó: ―¡(Y) ahora sí que soy feliz!
Ay, zagala, zagala, zagala,
ya sí que he hallado lo que yo buscaba,
pues buscaba unos ojitos negros
y tú, que les tienes, serás mi consuelo.