El tesoro que descubrió un niño

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Yo sé que, si quieren grabar esto o no, pero hay pláticas para mi tan importantes, de una gente o, como yo le decía, “la solución de un niño”. Esta se trata de un tesoro que sacó, lo descubrió un niño, también lo descubrió un niño dónde estaba el tesoro.

Hay gentes que creen que cuando ya, que se muere uno y que uno va a encarnar en un… en otra persona o en un animal, o algo así, hasta lo que uno mismo elige. Había una persona pero tan pichicato el hombre, tan pichicato el hombre, que este siempre se iba, siempre | terrenos tenía grandísimos, la señora se llamaba doña Lupe y él también se llamaba Lupe, le compró su zapatitos cuando se casó, y fueron los únicos en toda su vida, la señora andaba descalza, doña Lupe, yo la conocía a doña Lupe y conocí a Guadalupe que era el hombre y a su hermano que se llamaba Ramón, les decían los panzones. Pichicatos los hombres, pero nomás para la familia, no para él, él no, traía una buena camionetota, legumbres que llevaba hasta Irapuato. Venían hasta los soldados a segar el d’este… la alfalfa, estamos hablando aquí del Chapín, de allí, tenía dinero, todavía no había billetitos, y ya se hacían los cheques ¿verdad? Pero a pura plata.

Entonces tenía tres hijos, interesaos menos una y doña Lupe, le decía el hombre “cínico”, “cínico”, y le decía el hombre “sufre Guadalupe, sufre”, y pues ¿quién va ser la dichosa?  Y así, la señora sufriendo, cuando don Guadalupe murió, cuando don Guadalupe murió, la seño- | no, pos los hijos luego, luego inmediatamente a darle vueltas a la casa: “¿Y ‘onta el dinero? Debe haber documentos ‘onde mi papá ‘taba…| ¿y en que banco tiene el dinero?…”. “No, pos búsquenle”. Le dieron güelta a toda la casa, chiqueros y todo le dieron güelta, trajeron detectores, gente con detectores para ver donde encontraban el dinero. No encontraron nada, empezaron a vender todos los animales, cantidad de animales de res, de todo tipo de animales, vendieron todo, vendieron el terreno, todos los terrenos que tenían, alfalfa, todo vendieron, y todavía querían vender la pequeña propiedad, sí grande, bardeado todo alrededor, allí tenían a doña Lupe.

Entonces, nada más los dos se fueron a Irapuato a gozarle a los centavos, y la que vivía cercas por ahí más abajo pal rumbo de la Hacienda de Burras, pos estaba jodida, que su marido era albañil, no tenía con que vivir, pero los otros infelices que dejaron a doña Lupe. Todavía querían vender la pequeña propiedad, y entonces los vecinos ¿de qué vivía doña Lupe? De las gallinas que se escaparon que andaban entre la cerca, juntaban los blanquillos, iban gentes que los compraban, y de eso le daban sus alimentos, compraban sus aspirinas, lo más barato… Sus aspirinas a la pobre señora.

Cuando esta enfermó, le mandó a decir al hijo que si podía venir a verla, porque le decían: “Allá lo ví en Irapuato”, si traía su carrito pero no carrito de su- | su carrito de paletas, hasta allí llegó, se acabó toda la fortuna de que era de su padre menos los centavos, todo lo que vendió. Cuando este se puso muy grave, doña, doña Lupe, y le mandó avisar a su, a su sobrino, y era hasta político, que vivía aquí en a Banqueta Alta, que le dicen pos que fuera a verla, que se sentía muy mal la señora, y los señores que de enfrente pos no tenían los medios, pos qué lo blanquillitos que juntaban para darle de comer y sus aspirinas. Entonces esta señora le dijo a don Teodoro, don Jesús le dijo a don Teodoro:

—Tío, présteme un par de caballos —dijo— para ir a ver a mi tía allá hasta el… hasta el Chapín.

Dijo: Sí, se los presto.

¿Me les pone la silla? —dijo— Le voy a llevar una frutita de la que no hay allá. Porque él se vino del Chapín pos para que sus hijos estudiaran, él trabajaba cuando la Hacienda de Flores, trabajaba en la Hacienda de Flores, que es ‘on ‘tá hoy la Comercial, todavía me acuerdo cuando trabajaba en la Hacienda de Flores.

Y vino, sí, muy tempranito llegó aquí y ya estaban los dos caballos, se jue él y el chamaco, arriba de los caballos, ya llegaron hasta el Chapín a ver a la tía. La tía les tenía una sorpresa, pero ahí viene una sorpresota ¿eh?, la tía les tenía una sorpresa…

Ay, tía que mire pos…

Dijo:Mira, hijo, yo sé que siempre has sido buena persona conmigo dijo—. Lo único que pude rescatar una carabina y una pistola —dijo que las envolvió entre las cobijas, fue todoy mis hijos me dejaron en la miseria y todavía querían vender la pequeña propiedad pero los vecinos intervinieron a base de pistola, dijeron: “Usted compra y aquí se lo lleva, se fueron todos los clientes”.

Entonces que le dijo —No, hombre…— aquí se sintió un alivio Jesús, se llamaba Jesús.

Dijo doña Lupe: Sí…, mira, esta véndesela a Teodoro, a Juventino, a ellos mismos les encanta todo este tipo de cosas.

Dijo: —Sí, tía, como no.

Y pronto, un abrazo y despedirse pronto porque el Chapín está lejísimos. Hoy hay carretera, pero antes había que ir por Yerbabuena, por tanto rancho por ahí, el Tejabán y luego llegar hasta el Chapín, ya por ahí estaba el Coyote, así que dijo: “Mire tía, nos retiramos”. Pero para eso le dijo… Es lo que digo yo: ¿cómo descubrieron el tesoro?, lo del hombre este… Entonces le dio la carabina al chamaco, al chamaco, y dijo “toma hijo”, el chamaco se despidió de su tía, se salió pa juera del tejaban, estaba la casa y un tejaban de tejas muy bonito, y la parte así que tenía era una mezquitera, mezquites a lo canijo, y había pichones a lo canijo; porque como digo, él creía que cuando él rencarnara, quería que a huevo convertirse en un pichón, porque él protegía los pichones en todo el rancho, eran de su propiedad y efectivamente todos los árboles que tenía allí tenía artos pichones, p' allá nadie se metía porque había gorupos a lo jijo de la canija, y cantidad de todo eso, porque él los protegía, todos esos eran onde vivían todos los pichones.

Entonces este le dijo al muchacho: “Toma la carabina”, se la dio al muchacho, pos le faltaba experiencia al muchacho, se jue viéndola, y este hombre, según el pa proteger los pichones, tenían todo lo que era la propiedad grandísima, llegaba hasta allá mira, en todos los mezquites tenía puras ollas viejas, jumeadas, onde las acomodaba que pa’ proteger los dichosos pichones, que pa’ protegerlos. No… pos este agarró la carabina y que le jala el muchacho, le jaló a la carabina y le pegó a una olla, que t’aban arriba ‘ontaban los pichones, una olla prieta pos que no llamaba la atención, tenía pichones adentro. ¿Cuál sería la sorpresa? Que en la olla… En aquellos entonces como les digo no había billetes, cayeron todas las monedas, y que cain todas las monedas. Pos sí, salió la, la tía y salió Jesús: “¿Qué pasó?” pos el tronido:

¿Qué pasó hijo?

—Pos se me salió el tiro, yo le jale, y que se van fijando…—.

Que entre todas las ollas el hombre este pichicato, que entre todas las ollas tenía todos los centavos, ya no jue después a balazos, a puras pedradas y como si fueran piñatas, pos agarraron y quebraron todas las piña-. Dicen que juntaron costales, costales de puras monedas de plata en ese entonces y quizá hasta oro tenía el viejo, todo eso tenía.

Entonces, pos ya fue un alivio, que le dijo el hijo al tío ¿qué hacerle? Y ya le dijo: "No.. tía con todo este dinero que tiene, orita me la llevo". Se bajó rumbo a la Hacienda de Burras y no jue una camioneta, una troca de redilas porque tenían que traerse los caballos. Treparon los burros, los caballos y se trajo a la tía con todos los costales que habían encontrado con toda la plata que tenía el viejo escondida allí. Entonces se vinieron, cuál en dos por tres que mejoralitos, que aspirinas… no… luego, luego un médico, aquí la señora se controló luego, luego, se compuso y todo, pero siempre con la idea de irse pa’l rancho. Y le dijo:

—Oye, hijo, ¿cuánto te cobran aquí de renta?

—Pos hay me cobran tanto, las piezas de abajo —dijo—y hay más gente pa’llá, y la vecindad está grande.

Le dijo la tía: —Oye, hijo, ¿por qué no le dices que te venda? Tú has tus departamentitos abajo.

Claro que el tío lo abusó, el tío sabía que ahí tenían sus centavos pero no eran de él, él respetando, ahí tiene sus centavos la, la señora, entonces le dijo:

—Mira, hijo, dile que te venda todo.

Y le habló y le dijo: —Véndame esos cuartitos aquí pa’ no pagar renta.

Dijo: Yo si te vendo te vendo todo, te vendo todo el edificio, todo.

Y ya le dijo: ¿En cuánto?No, pos se le hacía muy caro a él ¿vedad?

Ya le dijo a la tía: —Mire tía, me venden en tanto, pero todo.

Dijo: ¿Lo compramos, hijo? Compra esto para tus muchachos dijo lo compramos y yo me regreso mi rancho.

La señora se fue, se fue a morir allá ¿cuál sería su sorpresa? Que le cayeron | porque esta llegó a recoger a su hija, a la que ‘taba… a la que nunca | si no le ayudó es porque no tenía, pero nunca le robó. Iba a visitarla, pero no le robó. No le daba porque no tenía; mando traísela y luego al yerno, al que era su yerno le mandó a comprar una camioneta nuevecita, así que conforme los hijos se enteraron, aquellos hijos sinvergüenzas, abusivos y que nunca quisieron a su madre, se vinieron por su parte. Y la hija a la madre por supuesto que no le tenía mucho cariño, porque como la habían tratado… Pos no, le dijo:

—Ustedes ya agarraron su parte.

—Que te encontraste el dinero de mi padre…

Dijo: —No, no me lo encontré y si me lo hubiera encontrado ustedes ya agarraron su partecita, así de que se me salen de mi propiedad.

Y los corrió, a seguir navegando por allá, y la única que se quedó fue la hija que tenía allí.

Una plática tan bonita digo yo, tan hermosa para mí… ¡Cómo sufre la gente!