La niña del cementerio

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[Don Luis]: Mira aquí había, aquí habí-, aquí en este… En este de aquí, del panteón de aquí, mira, esto, aunque no lo creas, mira, entraba, entraba una peregrinación de monjas. Había un niño, una niña, una niña que vivía en acá en el Barrio de Cabreras. Acá estos rumbos de por acá, este es el Barrio de Cabreras. Había una niña, una niña que cuando d’esa pero eso, y dispués de 1905, cuando ya desapareció todo ese barrio ¿eh? Dicen que ya cuando desapareció ese barrio, entonces, dice que había una niña que se quedó por medio, que era solita, se quedó entre las ruinas, entre las ruinas, entre las ruinas que, que había de las casas, allí se quedó la niña. Y entonces esta para protegerse de que no fuera violada o que abusaran de ella, dicen que esta se perdía entre el cerro, y bajaba, bajaba, tenía muchas salidas y muchas bajadas por un lao y por otro para que no la vieran.

Dicen que bajaba precisamente aquí al, al, al templo a pedir, a pedir que le dieran de comer y que sí le daban, pero que le decían que se quedara, le decían: “Quédate aquí, mira, pa’ que estudies y todo eso porque tu peligras”. Decía no, que ella ‘taba cuidando su casa, y cuando se veía, cuando se veía ya en peligro, que alguien la andaba persiguiendo que ella se daba bien cuenta, dicen que se topó con un amigo, un amigo igual que ella, pero mayor ya, pos mayor que ella y el niño | ese hombre sí la cuidaba, y que le decía:

—Mira —dijo— todos esos muchachos que ves te andan, te andan persiguiendo, hija, —dijo— ¿Dónde te esconderé? — Y que le dijo: —Mira, yo te…

Y le dice la niña, dice: —Pos’ en el panteón—.

Y que se brincaron al panteón. Y aquí en la mera entrada, no fue allá… en la mera entrada, porque el panteón tenía…, no tenía candao, tenía un puro alambre, era panteón de madera y tenía un alambre como candao y que ahí se metieron, se metieron pa’ dentro.

El hombre este, el que platicaba todo, el hombre este platicaba todo, el hombre este platicaba todo lo que había pasao, entonces que le dice a la niña, dice:

—Mira —dijo— Aquí nos vamos a sentar —dijo—. En la entradita —dijo, dijo— nada más —dijo —. Tú ponte tras de mí —dijo, dijo—.

Porque él traía su gabán, traía su gabán, o sea su zarape pa’ que me entiendas, dijo: —Aquí ponte tras de mí —dijo—. Y aquí si alguien entra —dijo—. Con mi bordón te defiendo— dijo.

Y aquí cuando dice que tras de ella, tras de ella, dice que vio, él vio también cuando…, cuando pasó, pero no por el portón, sino por un lado, vio un grupo así de, de monjas que venían de, de afuera. Dice:

“¿Por dónde se metieron? ¿por don’ taban subiéndose? Si el portón | no entraron por el portón, sino a un lado del portón”. Dice: “A un lado del portón, taban saliendo todas las monjitas así formaditas y que la niña, la niña estiraba su manita”. Dice que una de las monjitas del otro lado, porque iban de dos en dos, no la que iba la que taba más cercas, sino la del otro lado. Así del otro lado, dice que se estiró, se, se estiró y le dio unas monedas a la niña, y así le dio unas monedas a la niña, dijo: —Toma —dijo.

Le dio a la niña. Iban todas formaditas, pero dicen que no entraron por el, por el… no entraron por exactamente por portón. Había un portón que había en el panteón, ahí se ve el marco igual, sino entraron por un ladito, allí se iban perdiendo todas las monjas para dentro.

Y este pos’ se le quedó la duda, pero fíjate nomás como taba hablando el, el, el hombre este, el hombre taba hablando con una niña que ya había muerto y las monjitas… entos’ dice, que él trató de protegerla, dijo:

—Mira —le dijo la niña— con esto vamos a comer los dos. —Con las monedas que le habían dao, dijo.—Para comer los dos.

Dijo: —Bueno…

Que la niña se escondía a veces entre el, entre el templo y naiden sabía pa’ onde ganaba, pero la volvía a ver el hombre este. Cuando la volvía a ver, y que él veía, que había peligro para la niña porque se supone que la niña ha de haber tenido unos doce trece años ¿vedá? Cuando ya empieza a ver peligro para los niños que sean violadas o lo que haiga sido, entonces cuando dice que le dice, este se quedó con la duda y que le dijo:

—Oye —dijo— y… —dijo—. Parece que ora no tengo para comer —dijo—. Ora no me dieron nada.

 Y él, él por curiosidad quería saber y le dijo:

—¿Sabes qué? —dice— Pos’ si ya sabes, las monjitas te dan—.

Pero eso ya jue curiosidad de él, ya no porque la niña le dijo vamos a escondernos al panteón y ni el tampoco, dijo: —Pos’ vamos a pedir pa’ que, para que las monjitas te den.

Porque quería descubrir… se le quedó en la mente por, por qué entraban por allí, y por donde se metían si el portón ‘taba cerrao, si se metían por un ladito como por ahí como la rendija, ahí se perdían, se perdían las monjas, entos’ dijo: “Bueno, yo tengo que saber cómo, de ‘ónde vienen y qué, qué de la niña”.

Ella le decía que vivía allá, allá en los barrios, en el barrio allá entre las ruinas, decía: “En primer lugar —dijo—, que ya casi las ruinas ya no existen y enseguida, enseguida del lugar —dijo que— pos’ que yo tengo la duda de esas monjitas”, dijo. Y le insistió a la niña, dijo:

—¡Vamos!, vamos al panteón —dijo.

Dice:—Pos’ es que no tengo hambre, —que le decía— hoy no tengo hambre.

Dice:—Pos’ de todas maneras —dijo—, vamos.

Dice —Pos’ vamos —dice ¿eh?

Y le dijo que le dijo la niña, dijo:

—Oye, ¿tú sí eres mi amigo?

Dijo: —sí, yo soy tu amigo —dijo.

­—¿Y no tienes miedo? ¿No tienes miedo ‘tar en el panteón? —dijo.

—¡No! ¿Cuál miedo? —dijo.

—¿Y no te gustaría conocer, no te gustaría conocer a las monjas? —dijo.

—Pos a eso es precisamente mi curiosidad —dijo.

—Pos’ vámos…

Que se sentaron en la orillita así, ya cuando cae la… | ya había oscuridad, un poco oscuridad ‘onde se sentaron ahí, y le dijo, igualmente, que le dijo igualmente dijo, se metió la niña tras de acá, por acá. Que, por aquí mismo, dicen que por el mismo, por el mismo, por aquí sacaba su cabecita la niña y sus manos también, aquí la tenía atrás cuando dijo:

—Mira, ahí vienen ya.

Que oyó que iban como un murmullo, que iban como rezando así, ¿eh? Pero no se miraba que brincaran el muro sino caminando así, mira, así caminando, que entraban así caminando, y ya dentro del panteón se iban derechito, dijo:

—Mira, —le dijo la niña, dijo— ese es mi amiga mira —dijo—, todas son mis amigas —dijo—, pero esa me quiere bien harto, esa —dijo—. ¿Quieres conocerla?

Le dijo: —Sí, sí ¿cómo no?

 Y que le dijo: —Madre, ¿se podría levantar la capucha?

 Y que se levantó la capucha así pa’rriba. Era la pura calavera, dijo:

—Ay, Dios de los cielos…, pero si son puros muertitos —dijo.

Y que le dijo, dijo: —Ora ya no me dieron nada ¿ya vites?  —que le dijo— ya no me dieron nada, ora no me dieron, no me dieron pa’ gastar nada —dijo—, pero ya se te quitó la curiosidad, ¿verdad?, ¿verdad que eso es lo que querías saber?

Dijo: —Sí —dijo,­ dijo—, quería conocerlas, pero ya me dio miedo —dijo.

—¿A las monjitas les tienes miedo? —dijo… dice— Entonces también me tienes miedo a mí —dijo.

—No, pos’ a ti ¿cómo te voy a tener miedo? Si al contrario yo me siento, me siento hasta con valor contigo —dijo.

—¿Quieres conocerme? —dijo.

—No, yo a ti ya te conozco —dijo.

—No, no me conoces —dijo—. Somos amigos —dijo—, pero no me conoces. —dijo— Ven —dijo—, mira ven, yo aquí vivo —dijo—, yo vivo aquí, vivo allá —dijo—. Yo estoy, vivo acá.

—¿Onde vives?

—Allí mira, allí vivo —dijo.

—Ay, Dios de los cielos —dijo.

—Allí vivo yo —dijo.

Y que le dijo, y que le dijo que la taba cobijando, que él sentía pues que aquí la tenía cobijada, dijo.

—¿Me quieres ver? —dijo— ¿Y me quieres ver? —dijo.

El hombre con tanto valor y con miedo, dijo:

—Si ya vi a las monjitas que son calaveritas —dijo—, tú que eres una niña, quero verte ¿eh?

Dice que la vio, dice que de repente sintió, sintió aquello como que, como que él sentía que la, el zarape se le hacía así, ‘onde taba… sabía que atrás tenía metida a la niña aquí tapándose con su…, sintió que el zarape se aflojó y cuando menos acordó ‘taba la niña sentadita allí ¿eh? que estaba sentadita ‘onde taba su tumba, dijo:

—¿Ya me vites? —dijo.

—Ay, sí —dijo.  

—Ya no vas a querer ser mi amigo —dijo.

—No —dijo—, al contrario, ora si ya sé lo que eres —dijo—, y voy a venir a visitar —dijo—, voy a, a visitar.

Que era un hombre decían que platicaba que iba a verla. Pero ho-, mira, son pláticas, se puede ser reales o ficticias, ¿no?, pero se puede decir que son reales porque cuando la gente dices “ya ta’ tocado”, él la | lo primero que tú cuando cuentas eso y tú lo ves con tus propios ojos, cuando una gente entra al panteón y entra hablando, entra llorando o lo que sea, es lo que dice que la gente “ya se le botanea”, pero solamente él ve, y él siente de, de, de todo eso, ¿me entiendes? Y este hombre dicen que sí veía, que sí veía, veía a la niña, que iba a visitar la niña y todo eso. Él tenía a su amiga, dice, y se iba y le platicaba, pero la cosa era que todo era de noche, de día no la miraba de día la buscaba y solamente de noche, ¿me entiendes? Esta es la plática. Me sé una también, pero esa no es de aquí, esa es de la Luz…

[Entrevistador]: ¿Y la, la niña cómo se llamaba? ¿Quién sabe?

[Don Luis]: No, eso no sé, pos bueno se puede decir que ni él… Eran pláticas que venían de precisamente, porque mira nosotros, nuestra familia pertenecíamos de puros panteoneros, ¿me entiendes? Sí, toda mi familia fue pantioneros, incluso mi tía. Cuando murió mi tío Antonio, mi tía la viejita se quedó de panteonera, ya después metió a su sobrino, que era don Lorenzo, de panteonero, y esas pláticas vienen de allí del panteón. Es lo que te platico yo…

[Entrevistador]: ¿Y usted no, nunca fue panteonero?

[Don Luis]: No, yo le ayudaba a mi papá, cuando ya don Lorenzo ya no pudo, ya le ayudaba yo a mi papá, pero no… ¿cómo dijera? No, a mi papá no le gustó eso, dijo: “No, yo mejor sigo mis animales, esos trabajitos no me gustaban”.

[Entrevistador]: ¿Y en el panteón qué hacían? ¿Limpiar?

[Don Luis]: Limpiar y, y hacer las sepulturas.