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Ese era aquí de los Llanos de Santa Ana, de los Llanos de Santa Ana, de ahí era Pedro Terán. Porque decía que él se manejaba por medio de su mamá. Yo no conocí a su mamá de él. Era algo raro, para mí era algo raro, yo he vistos gentes así como él, pero algo raro. Él se pelaba a rapa, le brillaba su casco, pero tenía algo curioso, que le salían las venas aquí en la frente desde aquí hasta atrás, pero al grosor casi de mi dedo, era raro para mi ver aquello.
Y él cuando trabajaba, cuando hacía estas cosas de trabajos así, tipo espiritista, para que me entienda, porque él decía que hablaba con los muertos, más yo nunca, nunca los vi. Algunos de mis amigos los sintieron, porque él les decía: “Está junto a ti”. Decía: “Te está tocando el brazo, ya se va con aquel”. Porque hacíamos un círculo.
Andábanos con nuestras loqueras, andábanos buscando el tesoro en un lugar que le dicen el Rayo, y decía que ahí pues habían tapado la entrada, y ahí anduvimos nosotros trabajando, pero trabajamos nada más los martes en la noche, no en el día, así es que decía él | él ponía sus aparatos, traía un espejo en triángulo, en la parte del frente y un Cristo, pero un Cristo chiquito, un Cristo así de grande desde aquí hasta acá abajo, que traía él… y sus libros que traía él. Entonces, algo curioso me pasaba ahí, por eso a mí me llamaba la atención y por eso lo seguía yo, porque él decía: “Quedémonos callaos, porque alguien viene en el arroyo...”. Dice: “Ahorita viene con | por | digamos como a medio kilómetro”. Dice: “Viene entrando a la iglesia del arroyo esa persona”.
Pero él estaba empinao, dice: “Viene entrando”. Y nos quedamos nosotros sorprendidos, “no hagan ruido, mientras descansamos”, porque andábamos tratando de buscarle la entrada de la mina. Decía que estaba abajo una piedra muy grandísima y que los espíritus no permitían que le metiéramos pólvora. Había la manera de sacar para rodar la piedra hacía abajo al arroyo. Entonces resulta que todo eso nos llamaba a nosotros la atención, porque ya de estar sentados, dice “cállense, que ahí viene”. Una persona solitaria en la noche que iba por todo el arroyo pa’ arriba ¿quién era? No lo conocemos, era de noche, pero lo veíamos. Por eso nosotros lo seguíamos a él.
Les platico de una mentada Nicole, eso me sorprendió a mí y yo lo descubrí, después con el tiempo, descubrí que sí era cierto lo que decía, más en cuanto del tesoro no pudimos comprobarlo, pero del túnel que del nos decía que existía yo lo descubrí pues como digamos a un año y medio, dos años por ahí.
Se vino una tempestad tremenda, una tempestad y había partes que le faltaban al callejón, le faltaba el empedrado. Bajó un arroyaso, y que me voy fijando, ahí estaba el domo, el domo del túnel que él decía que hacía contacto con el otro lado, era una cosa angostito, un domo chico, un domo chico y no llegaba exactamente donde se ve un cerramiento antiguo de loza, llegaba exactamente a un ladito de la puerta, a un ladito de la puerta llegaba eso mismo. Y por eso nos atraía a todo él, lo seguíamos por ‘onde quiera, incluso vino aquí a mi casa, aquí ‘onde quiera andábamos, para allá y para acá, pero resulta que en el mero momentito no volvió, ya no volvió el Terán, nos tenía a todos emocionados, a todos. Decía que le tuviéramos fe y confianza, porque él trabajaba descalzo, ya no volvió, entonces toda nuestra esperanza que teníamos en él, no hacernos ricos porque él lamentó, decía que la envidia, la envidia, eso fue lo que le pasó a la Nicole, cuando ‘tábamos allí, cuando primeramente hizo el trato con él. Él le decía que la mitad era para ella y la mitad pa repartirnos los que íbamos a trabajar allí en la noche, pero no sé cómo… me sacaba a mí de onda el Terán porque decía “esta mujer no cree en Dios”; y se lo dijo:
—Mire, señora, se nos está poniendo difícil trabajar con usted, porque usted no cree en Dios.
Entonces dice ella:
—No, pos a partir de aquí en adelante ya voy a empezar a creer—.
“Ahí está el interés”, dijo, “pero sin embargo, vamos a hacer lo posible”. Enton- | Pero él marcaba todo con un gis en el piso, todo, profundidad, y… todo según él. Entonces resulta que esto…, ya en la tarde oscureando, vamos con palas, talaches, pero hizo un trato con ella, le dijo:
—Mire, señora, todo lo que yo le destruya yo se lo voy a componer, y quiero que usted vaya a mi casa e investigue mi manera de vivir. —Era un hombre que tenía dinero, no era un hombre fregado, no, no, el hombre sí tenía dinero—. Usted puede comprobar que tengo mis propiedades y tengo bastante dinero, no la estoy engañando. Yo lo hago porque aquí está el dinero y ellos también necesitan, hay que disfrutar ese dinero señora.
No, pos a la señora la envidia le entró. Al día siguiente llegamos, pero antes de llegar nos dice el Terán “¿Qué creen?”. Se quedó parado en la puerta, en el portón grande y dice:
—¿Qué creen? Ya se echó pa’ atrás la señora.
Le dije: —Pero si aún no sale la señora, ¿cómo, cómo vamos a darnos cuenta si ya se echó pa’ atrás?
Conforme abrió la puerta:
—Pásenle —sí, dijo— pásenle.
Pasamos todos, ya con talache y palas, llevábamos todo lo que era de herramienta; fue cuando entramos y que nos dice:
—¿Puedo hablar con usted?
—Sí, como no. Pero puede hablar, pero delante de ellos, porque no vengo solo, vengo con ellos —dijo— en eso quedamos.
Fue cuando le dijo, le dijo la señora Niocole, dijo:
—No…, he pensado y cambiado de parecer ¿qué le parece mejor si me dice cuánto me va a cobrar?
—No, señora, el trato no se hizo así, el trato era por mitad, de lo que sacáramos por mitad.
Porque eso que les digo yo que iba a reparar los daños, no fue por palabra, no fue bajo palabras decirle “yo le destruyo y luego quién le va a construir”, no, se firmaron, se firmó un papel constando, constando qué iba a reparar. Dijo: “Vamos ante un notario”. Dijo a la señora Nicole: “Vamos ante un notario, para repararle los daños que le voy hacer”. Ya le dijo que metros iba a destruir para llegar para abajo, por eso allí estaba la firmeza que tenemos nosotros en él, y la señora también, al firmar los documentos que viene y me repara todo lo que me va a destruir pues se emocionó la señora.
Y ya nos dijo él, dijo:
—No, señora, así no trabajo yo —dijo—. Vámonos—.
Y nos salimos para afuera, y afuera nos dijo:
—Miren, muchachos, si ustedes quieren seguir acá con la señora pueden hacerlo, yo desde acá afuera los voy apoyar, yo desde acá afuera los apoyo pero les voy a decir la verdad ¿ustedes se fijaron ‘onde marqué todo? Pues ese es en la otra recamara.
Y es exactamente ‘onde descubrí yo el túnel que pasa de un lao a otro, ese lo descubrí yo porque me quedé viendo, y yo le decía a él no es en esa recamara, y yo si me esperaba esto de la señora Nicole. Dijo: “Es el otro lado”, y exactamente en el mismo rincón, dijo: “Nada más cambien de recamara, cámbiense de recamara al otro lao y allí es”. Dijo: Hay una escalera, hay una escalera para abajo, hay una bóveda abajo” dijo “pero esto data de los españoles” dijo “y se escondieron… y es más, hay de todo, hay barras de oro allí que escondieron, hay, hay monedas fundidas pero el oro es el que importa”.
Bueno… Y nos decía. Y le decía a la señora:
—Mire, señora, en esta escalerita, no muy profundo, a un metro, quizás noventa centímetros vamos a encontrar a dos cadáveres—dijo— a un adulto y a un niño —dijo—, porque el hombre que tapó, que tapó la entrada, los que lo mandaron tapar aquí mismo lo mataron para que quedar todo en secreto, y ese día lo acompañó uno de sus hijos que era un niño, como de unos ocho o nueve años—.
Y esto pues claro que daba, como que daba más confianza porque la señora ya sabía de lo que le decían los niños, que los niños veían un niños que se les paraba en la orilla de la cama allí, y más o menos esa altura, un niño así y vestido de blanco. Y cuál sería mi sorpresa para mí… cuando la señora se fue a Puebla, que tuvo problemas con el sindicato de la universidad se fue a Puebla, tenía que estar tres años fuera, me dijo a mí:
—Mira, Luis, voy a dejar la casa sola. Procura irte hasta la noche, lo más tarde que se pueda para que siempre crean que tú eres el velador —dijo— vas a estar acá solo, tú tienes llaves, aquí está el teléfono, to’ lo que sea… atiéndeme el jardín.
Yo sí le pedí, le dije:
—Mire, tiene mucha leña señora…
Dijo:
—Llévatela toda —leña ya hecha para...
Digo:
—Yo me la llevo…
Allí me estaba, toda la tarde me estaba allí regando, después me sentaba, no tenía yo quehacer, esperando que cayera la tarde para que naiden me viera salir, pa’ que me vieran. Porque ella me decía: “Pasiáte, pasiáte en las recamaras, pa’ que si alguien está viendo vean las vidrieras que hay alguien adentro”, y así lo hacía yo. Y esa ocasión cargué una carretilla con bastante leña, y me dio un pochonal de sed, y no tenía ni agua, todas las llaves que había abajo eran de los grifos del agua drenada de la noria que viene del rio, había una pura, una pura llave que era agua potable, “pos de esa me voy a enjuagar la boca”. Y cuando yo iba, hay una escalera, y abajo hay una bodega, una bodeguita donde almacenan el vino, puras botellas de vino que tiene allí, y fuera estaba esa llave. Para mi sorpresa yo oyí el chillido, pero yo me confundí todo, dije “es del callejón o es de al otro lado de la casa” y volteaba pa’ arriba yo, pero un chillido así fuerte, prenetrante, un chillido así, muy clarito, yo hasta voltiaba pa’ arriba, lo oyía cerquitas a mí, eso era lo raro, lo oyía cerquitas a mí, dije “es al otro lao o es en el callejón”, nunca sentí un miedo a nada...
Y cuando dice este hombre de que del niño, pos lógico, yo también lo creí. Luego, dije “no… pos entonces sí hay dinero, como que no”. Y le dije a la señora, porque la señora no sabía eso del niño:
—A mí me pasó eso, señora.
Entonces la señora:
—Los niños me dicen nomás que yo no les creía, que había una… que un niños se les arrimaba—.
Y esa fue la cosa, nunca pudimos seguir ahí, le paramos, nosotros ya no quisimos ir, ya no, de plano no, porque él era el director de todo, ya no fuimos.
A los cuantos días tapó las ventanas y pa’ lado de la calle con triplay. Yo estaba trabajando enfrente, yo veía. Y se oía el relajo que traía en pleno día y ella decía que solamente en la noche, pero estaba equivocada, porque era al otro lado, y conociendo como era de envidiosa la señora, yo me quedé callado. Porque yo ya no era su empleado, cuando yo trabajé con ella yo le tenía confianza, pero después al último yo le perdí la confianza a la señora. Según yo mi manera de pensar ¿verdad?, tontamente, dije yo, “la voy hacer rica más a la señora, y al fin que ni me va a dar de decir: usted me engañó, y por el engaño por haber destruido ella misma la recamara, va a decir por ese engaño ya no le voy a dar nada”, o por lo menos… dije “no…”, ya no me metí.
Y eso es precisamente lo, lo, lo del Terán, porque a mí me sorprendía, mire una cosa, dos ríos, dos arroyos que bajan, así como están mis manos, separados uno de otro, para comprobar si de veras la capacidad que tenía se quedaba parado en la pared, pero no como hoy de la tecnología que hay de los celulares y todo eso para comunicarse o alguien que estuviera escondido por allá de sus familiares o un amigo. Parao, pegado a la pared del cerro, uno trepado arriba del cerro y otro al otro lado del arroyo, decía:
—Párate allá, yo te digo cuando le toques la mano —sin voltear él.
Y el que estaba trepado arriba viendo pa’ los dos lados decía:
—¿Ya lo agarró de la mano?
Dijo:
—No, todavía no, hijo, estás cerquitas—.
Muchas pruebas, hasta caminando y luego estar vacilando con las manos y decía:
—No sé porque no le agarra la mano si está junto d’él —ya le agarraba la mano y decía— ya le agarró la mano.
Entonces decíamos, aquí hay un palero entre nosotros, entonces le digo a mi hermano:
—Tú estás chaqueteando hermano.
Dijo:
—No, yo no, ahora te toca a ti.
Así es que ora me trepaba yo arriba y cuidaba al Terán y cuidaba a los que estaban allá, unos corriendo, otros al pasito pa’ ver si era cierto, y él no fallaba:
—Ya lo garró, ya lo agarró—.
Así es que nos traía todos locos y sí le creíamos y le creímos. Más que resulta que de buenas a primeras murió el Terán, y dicen fue por lo mismo, de todo esto. Dicen que andaba por… | Aparte de sacar tesoros dicen que curaba cosas, enfermedades media raras, y dicen que curó una mujer de aquí del… de aquí p’al lao de… p’al lado del Pípila, por ahí cerca del Pípila, por ahí, y dicen que esa fue la causa de su muerte. Porque según eso decía él que ya se sentía mal, mire me lo van a creer, yo no hecho mentiras, en ese cerro y testigos que muchas veces hace uno sus necesidades a escondidas, en el cerro se esconde uno detrás de un arbolito, así detrás de un arbolito, y él nos lo dijo, dijo:
—Me siento mal, vamos a regresarnos —dijo— esto es causa de mi mujer o de algunos parientes de ella, porque esta mujer que yo curé es familiar, es familiar de mi esposa —dijo—. Espérense.
Sin vergüenza, o el dolor lo obligó a bajarse el pantalón el hombre, y se amonó delante de nosotros. Lo que raro, viéndolo nosotros por donde estaba saliendo una bolsa de plástico, una bolsa de plástico así llena de hierbas, así, amonao.
Era una asquerosidad para nosotros, pero era cierto porque nosotros dábamos cuenta de donde le estaba saliendo la bolsa, no la traía como los magos acá entre las mangas escondida. Lo estábamos viendo cuando el Terán estaba pujando y hasta del torzón que tenía, y se amonó, y se jalaba así de las manos como si fuera una serpentina, como le hacen los magos que se sacan una serpentina. Ese sacó una bolsa así de grande y no era una bolsita delgadita, una bolsa, una bolsa casi como… de esas así, de plástico llena de puras, de puras hierbas adentro, pero que ya estaba toda agujerada, la bosa tenía agujeros así por todos lados. Pero hedía, sabemos lo que la popó huele, todos sabemos lo que la popó huele pero esto olía a perro muerto. Y se la sacó y decía “esto es obra de mi vieja”. Y nosotros diciendo: “Pero cómo, hijo de la canica, se la metió su vieja, o cómo él se va hacer una maldad él mismo”. ¿Quién se va hacer una maldad de esas? Y por esa razón a los cuántos días nos dijeron a nosotros, me dijo un cuñao mío: “Se murió Terán, se murió Terán…”. Así que se acabó la historia del Terán para nosotros. Pero sí, cosas raras que le pasaban a este hombre… al Pedro Terán.
Fue como en los años ochenta, ochenta y… ochenta, por ahí. Sí, por los años ochenta, por ahí, por los años ochenta.
[Entrevistador]: ¿Y dónde tenía la casa la señora Nicole? ¿La casa de la señora Nicole, dónde estaba?
[Don Luis]: A un lado del, del museo, hacia aquel lado de allá, estamos hablando del callejón que baja al río. Que está el museo y la [¿entrada?] de antropología. A la parte de debajo de río, es la casa de la señora Nicole. Era la casa de la señora Nicole.
[Entrevistador]: ¿Ella ya no vive?
[Don Luis]: Se fue creo para Tlaxcala, la casa era de Alfredo Vilar, Alfredo Vilar, y al morir el ingeniero, pues lógico se quedó la señora Nicole. Ella era francesa, francesa, la señora Nicole. Es, tengo entendido que todavía vive, porque era joven la señora, y que se fue para Tlaxcala por cuestiones de que… le da vergüenza… dicho por ella misma que le daba vergüenza hacerse viejita, aquí a gente la conoció joven y que le empezaba a salir las arruguitas y que le daba vergüenza y por eso se fue.
Algo bonito porque tenía dos hijos adoptivos, uno aquí vive, se casó con un familiar mío, aquí, como tenían restaurante “La cacerole”, ocupaba una chamaca y la muchacha se enamoró del muchacho y el muchacho de ella, se casaron. Pero la más viva fue esta Verónica, la Verónica, porque de los mismos empleados allí tuvo dos niñas, tuvo dos niñas, y entonces ella [Nicole] su idea era deshacerse de los chamacos ya, ya eran jovencitos, pero la Vero no fue tonta, dijo “no, mamá” dijo “tú, aunque yo sea como tu sirvienta, pero yo a ti no te dejo”, y se fue con ella a Tlaxcala por allá, y ya más no supo saber de la señora Nicole.
Se puede, se puede… | Precisamente, fue antes, antes de los ochentas, debió haber sido como por el 78, 79, por ahí, 78 o 79… Todavía me aventé como unos dos años con ella después de que murió Pedro Terán, y…, y Pedro Terán…, yo tenía un retrato, para que lo conocieran. Me llamaba la atención esto, más que se fue entre las cosas que se llevó mi hermana cuando murió mi madre, se llevaron todo. Pero a mí lo que me llamaba la atención era esto, la cabeza, que tenía esas rallas así, que se le miraba la cabeza de…
[Entrevistador]: ¿Decían que Pedro Terán tenía pacto con el diablo o algo así o no?
[Don Luis]: Los espíritus. Él hablaba de los espíritus, más no del demonio, él hablaba de los espíritus y, además, él hablaba con ellos. Nunca los vimos. Hay uno se llama Marcelo, como digo me parece que todavía vive Marcelo, que él sí nos platicaba que el sí sintió cuando lo tocó, y que el mismo le decía [Pedro Terán] “tócalo para que se convenza”, decían que le agarró el hombro así y los demás no, no, no lo aceptaron. Dijimos “nosotros sí te creemos, Terán, pero que no me toque”, y este, este Marcelo quería creer, como Santo Tomás dijo “a mí que me toque para ver si es cierto”. Y entonces que le dijo él “es buena persona, tócalo, tócalo”, y este le tocó aquí la… la sorpresa y en la noche le tocó el hombro… ¿qué se esperaba? No le dijo gracias, sino que pegó un grito:
—¿Convencido?
—Sí, sí sé que existen.
Pero no, a mí nunca me pasó eso, nunca, ni se lo pedí tampoco.
[Entrevistador]: ¿Cuántos años tenía Pedro Terán cuando murió?
[Don Luis]: Pedro Terán ‘taba joven, no tenía más que unos setenta años, un poco más joven que yo, unos setenta años, bueno, jovencito no era, pero sí, unos setenta años. Pero a pesar de su edad estaba muy chapeteao el hombre, era colorao, colorao. Pero sí, murió más o menos a esa edad. Y como le digo, él decía que con su mamá, nosotros nos apoyábamos en él y él se apoyaba con su mamá, porque él iba… Incluso, mire, le voy a platicar una anécdota que le pasó a mi cuñao, el esposo de mi hermana es un holandés, holandés, él quería saber ‘onde tenía el agua en Carboneras, quería saber dónde había agua para hacer un pozo, porque anduvo picándole aquí y allá, cerca del arroyo y el agua no llegaba. Entonces le dijo [Pedro Terán]:
—Mire, muéstreme el plano de su terreno sin necesidad de ir para allá —le dijo.
Y le mostró el plano y nomás se quedó viendo el plano, y hacía unas señas así con los dedos y hacía una cruz, y él le hacía así, y cuando este hombre hacía preguntas, él mismo se hacía preguntas “¿Dónde ‘ta el agua?, ¿‘on ‘ta el agua? ¿Dónde ‘ta el agua? Era cuando los dedos se le cerraban, así trabajaba él. Bueno, le marcó exactamente en el plano, le dijo:
—Aquí está el agua.
Y decía: —¿Dónde? ¿De dónde?...—dice— Bueno, usted dice que aquí está el agua, pero usted conoce su terreno ¿por qué no vamos a mi terreno y me lo marca exactamente? Usted me lo está marcando en el plano —dijo—, pero, pos yo no sé cómo usted entiende de cosas…
—No, pos que… Vamos.
Y ahí vamos pues nosotros también de metiches, el trabajo era de él y no íbamos a sacar tesoros, íbamos a buscar el agua.
Ahí está, de los dos. Tanto mi hermana como su señor ya no existen, ya murieron ellos, ¿cuál sería la sorpresa del señor? Que el agua no estaba en la orilla del arroyo, ‘taba en una joya más arriba, y creo sí, sí le atino porque en esa parte había mucha humedad, porque se veían una parte con muchos árboles, pequeños pero verdes:
—¿Y no lo sabían? —dice—.
—Pues no.
—Pues estaban las explanadas abajo, las explanadas abajo.
Pues arriba, estaba el agua. Y no conforme, se llevó a otras personas que también pero que trabajaban con la varita, que trabajaban con la varita, entonces anduvieron todo alrededor buscando el agua, buscando el agua y mucha coincidencia… estas personas, se llamaba Pancho y le decían el Camarón, y llevó a Quico, Quico que era el Delegado, y trabajaron con la varita y mucha coincidencia que los tres coincidieron exactamente en la loma, en un riachuelo que va a sí, ahí estaba el agua. Y no escarbaron más de cuatro metros, cuatro metros estaba el agua, cuando si agarramos el nivel del río, vendrían siendo como quince metros, quince metros de allí de ese nivel ‘on ‘taba corriendo el agua en el río ¿Cómo es posible que todo estaba arriba? Y ellos decían que el agua venía de un vaso que venía de Carbonera de arriba, y tenían hasta la fecha un pozo que aventaba cantidad de agua… cosas curiosas pero ciertas.