Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0875r
Informantes
Recopiladores
Notas
La informante asegura que se trata de una de las coplas del tío Basilio, un ciego que iba recitando de pueblo en pueblo.
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00003 12).
Título indicado en las anotaciones de campo: "El perro que rabió".
Muchos de los temas de esta entrevista fueron también transcritos en el Catálogo Folclórico de la provincia de Valladolid.
Con respecto a las canciones, la informante declara que se solía reunir en Rueda con otros músicos para cantar jotas, sirviéndose de panderetas, guitarras, bandurrias y violines, mientras que un grupo de chicas bailaba. Ella solía cantar y tocar la pandereta.
Bibliografía
Otras versiones de "Familia atacada por un perro rabioso"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
En la ciudad de Berbillo, que es partido judicial,
ocurrió un caso horroroso el mismo día san Juan.
Viejos que ya nos echáis, mozos que en nada creéis,
mujeres que mal andáis, fijaros en lo que os diréis.
En el pueblo de Micado, un matrimonio vivía,
ricos en bien de fortuna, ocho hijos que tenían.
Don Nicolás de Muñones, ella, Fernanda Martín,
se llamaba el matrimonio que tuvo buen triste fin.
A la labor se decía, tenía mucho ganado
y, para guardarlo bien, un perro había comprado.
Nadie ignore como son los perros, que del ganado
más que a perros se parecen, al no estar domesticados.
El día siete de junio del año noventa y siete,
se marchó el perro ya a casa y se ensañaron al verles.
Nadie dijo una palabra y se ponen a cenar,
entonces aquel perrazo tremendos aullidos da.
Se levantan azorados, al perro quieren sacar,
mas él a todos él muerde con la basca que le da.
A diez de la casa mordió, a unos, poco, y a otros, más.
Al jovencito José no le quiso ni tocar.
Una estampa como esta se la enseñó al animal
y se retiró del niño, muriendo allí en el portal.
A las voces y a los gritos, acude la gente en masa
y, lo primero que hacen, sacar al perro de casa.
Llaman a un veterinario; al perro reconoció
y dijo que no era rabia aquel maldito furor.
Dejaron así las cosas con que no estaba rabioso
y, a los nueve días cabales, ocurrió un caso horroroso.
Fortalécete, lector, no vayas a desmayarte
por lo que voy a contar en la otra segunda parte. [Com.1]
Llegó el día de san Juan y a cenar se preparaban,
cuando el amo de la casa un terrible aullido daba.
Entonces, lo que ocurrió al infierno lo comparo:
cómo se empiezan a aullar como los perros [¿dañados?];
unos a otros se pegan, se arañan y dan bocados,
corriendo la sangre allí como un río desbordado.
A aquel le parten un brazo, a otro la pierna engancharon,
hasta que fueron muriendo todos allí desangrados.
Por la reja estamos viendo escena de gran dolor:
el marido está mordiendo de su esposa el corazón;
dos hermanos, a mordiscos, el pecho se han destrozado,
parecen lobos hambrientos, las caras de sangre untados.
Y lo que más horror causó y lo que más tristeza daba
era una joven en cueros que allí entre todos estaba.
A pedazos, sus vestidos la pobre le habían quitado
y, de mil partes del cuerpo, sangre había derramado.
Viendo que todos callaban, la justicia entró en la casa,
quedándose sorprendidos de ver allí lo que pasa.
El jovencito José entre los muertos estaba,
pero nadie le tocó ni a la ropa ni a la cara.
Lo levantan por creer que el corazón palpitiaba,
lo restriegan con vinagre y, al poco tiempo, ya hablaba.
Extrañándose que él saliese un día tan bueno,
le preguntan y contesta de esta forma, muy sereno:
—Una vez me dio mi padre una perra para peras
y, en vez de gastarla en fruta compré una [¿balda y sin ella?].
A un ciego que vi pasar que vendía las estampas
lo llamé y se la compré la que, como veis, besaba.
Murió en mi familia, todos; solo desde este momento
practicaré de licencias para entrar en un convento.
Roguemos todos a Dios por mis padres y hermanos,
el criado José Manuel, pobrecitos desgraciados—.
En el tabaco y el vino bastante más nos gustamos,
no pongamos más disculpas, que los tiempos están malos. [Com. 2]
¶
[Com. 1: Esta es la primera parte.]
[Com. 2: Entrevistador: —Esta es una de las coplas del tío Basilio, ¿no?
Eusebia: —Sí.
Entrevistador: —Y el tío Basilio, ¿tocaba algún instrumento cuando… antes y después de…?
Eusebia: —Tocaba guitarra.
Entrevistador: —Tocaba guitarra el tío Basilio. Creo que iba con su mujer también.
Eusebia: —También iba su mujer y una hija o un hijo llevaba, sí.
Entrevistador: —¿A cuánto vendía las coplas?
Eusebia: —A como fueran. A diez céntimos. Yo también las compré y las vendí (...)]