La emigración a Francia y a Suiza

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Su marido falleció de cáncer de pulmón cuando ella tenía cincuenta y dos años.

Transcripción

Y entonces ya, pues llegó la emigración. Y entonces, pues me dejé a mi hijo y a mi hija con una tía de mi marido. En aquellos tiempos, pues le di cuatro mil pesetas y una cántara de aceite. Y me fui con mi marido tres meses a Francia. A la remolacha, que también pasé lo mío. Lo pasamos los dos porque le dio por llover y, hija mía de mi alma, en vez de venir en dos meses, nos tiramos cerca de cuatro. Luego, cuando estábamos allí, como nosotros teníamos la parcela al lao de las vías del tren, pues yo veía tos los días el tren pasar. Pero hubo una época de que el tren no pasaba. Menos mal que habíamos conocío a unos franceses que eran buenas personas, ya de edad, y entonces me dijo, que yo no sé si tú te acordarás, pero hay personas que se acordarán, que es que estaba París, Francia, estaban detrás de, de guerra. ¿Lo has oído o no lo has oído? Pues tres o cuatro meses sin tener carta de mis hijos. Y a mí ya me daba algo. Y entonces el matrimonio aquel decía que si había tenío carta de los pitis. Claro, yo no sabía hablar francés. Y yo les dije que no, que no tenía yo carta de mis hijos. Mi marido sabía hablar algo más. Cuando ya, como los conocí, al poco tiempo me dijo: —Catalina, tranquila—. Dice que ya que no iba a haber ya jaleo de, de na. Y ya pues entonces vinimos. Y salimos pues seis, seis matrimonios de aquí. Salió, que las que hay en la escuela sí lo saben, una que le dicen Ramona, que al marido le dicen “El Viejo del Mote”, que la hija está en las escuelas, en el grupo de las escuelas. Está allí. Otro que le decían el padre el padre no, ahora verás. Espérate. La abuela del alcalde que hoy hay en el Ayuntamiento: Encarna y el marido. Y otra que es también él es hermano de aquí de una que le dicen “Isabel la Maculina” y la cuñá. Y mi marido y yo. Salimos cinco matrimonios pa Francia, pero cuando llegamos a Irún, nos hicieron un reconocimiento pa ver si estábamos bien. Y entonces, pues en Irún nos repartieron y ya no nos volvimos a ver. Nosotros con unos patrones, mi marido y yo solos. Y llovía y venga a llover y los dos en la parcela y días que no íbamos. Y días que con la puerta cerrá cuando nos dijo aquel matrimonio que con la que estaban en plan de había jaleo, ¿sabes? Y mi marido salía a por el pan y aquel día dice: —Catalina—. Digo: —¿Qué?—. Dice: —Hoy no vamos a ir a la parcela—. Digo: —¿Por qué, qué pasa?—. Mi marido no quería decirme na. Y dice: —Que no vamos a ir—. Bueno, pues que no fuimos. Pero ya a los dos o tres días pues fuimos. Ya cuando me enteré, ¿sabes? Pues ya, pues fuimos. Y ya, pues vinimos de Francia y claro, trajimos un poquillo dinero y entonces vivíamos de alquiler y entonces compramos una casilla. Pequeña era, pero bueno. Y luego ya, al fin y al cabo, mi marido se fue a Suiza como con esos mismos que te he dicho. Con el padre de con el abuelo del alcalde que hay hoy. Y se fue a Suiza y con el marido de la Isabel esa que te he dicho yo también. Y ya ganó un poco dinero y vino. Y entonces ya compramos esta más grande. Que yo ya llevo aquí por lo menos cuarenta y seis años, o cuarenta y siete. Me bajé un hijo. Me bajé, no. Ya tenía dos hijos y la hija na más. Pero con dos años. Con dos años. Ese. Era con dos años con lo que Y ya está, hija mía. Y ya después, pues, ya de que eso, pues yo ya aquí en mi casa. Y mi marido ya se colocó en esto, aquí que le decían Los Pegotes, esa fábrica de aceite, y ahí estuvo de molinero. Estuvo por lo menos diecinueve o veinte años. Y yo ya no he salío de la casa pa na. Y ya cuando tenía él cincuenta y siete años, pues le salió la enfermedad esta moderna y aquello en dos meses ya...