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Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0888r
Informantes
Recopiladores
Notas
La informante asegura que el romance se titula Coplas de Ceclavín y que lo aprendió de un hombre que las vendía en la calle.
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00003 31).
Título indicado en las anotaciones de campo: "El crimen de Ceclavín".
Muchos de los temas de esta entrevista fueron también transcritos en el Catálogo Folclórico de la provincia de Valladolid.
Bibliografía
Otras versiones de "Hija defensora de su honra"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
En Ceclavín, señores, se cometió
un crimen fatal y triste, pero fue por el bien de su honor.
En dicho pueblo habitaba una viuda mala y sin piedad.
Una hija que ella tenía, su hermosura trató de ultrajar.
Por interés de cien duros, a un infame traidor la ofrecía.
Esa madre insensata quería que su hija manchara su honor. [Com.]
—Hija del alma, vente ya volando, hija,
un caballero muy rico que cien duros por tu honor me da.
Con que otorga, hija del alma, —va y le dice la madre cruel—
que nos dan mucho dinero y eso nadie lo puede saber—.
Y entonces, la hermosa joven contestó con desdén y valor:
—Antes pierdo mil veces la vida, que un infame atropelle mi honor—.
Pero la madre, al punto la contestó: —Si no te entregas, te mato;
con que otorga, que será mejor.
Si por voluntad no quieres, a la fuerza yo te he de entregar—.
Y enseguida, aquella madre al señor corriendo fue a buscar.
Y le dice: —Caballero, esta noche a las diez puede usted ir,
que si mi hija no quiere entregarse, a mis manos tiene que morir—.
Pero la joven preparada estaba ya,
con un puñal de dos filos para a su honra poner libertad.
En cuanto entró el caballero, va y la dice la madre cruel:
—Vamos, hijilla del alma, hazme caso y entriégate a él—.
Y entonces, la hermosa joven, con desdén y sobrado valor,
a su infame madre, sin tardanza, dieciséis puñaladas la dio.
El caballero, que escaparse intentó;
agarrándole la joven, con la llave, la puerta cerró.
El caballero, al momento, cayó al suelo, triste y sin sentido:
—Perdóname, blanca joven. —Va y le dice triste y afligido—
Mira, que tengo tres hijos que inocentes de todo esto son,
y en un ángel tan puro y tan bello creo no exista tan mal corazón—.
Pero la joven, al punto le contestó:
—Yo no puedo perdonar a quien tanto daño me causó.
Siendo aquello por ustedes, a mi madre la muerte la di,
porque quiso que yo me vejara, que usted abusara de mí.
Así que yo le asesino pa que pague su villana acción,
que es muy justo que mueran en mis manos el que quiso atropellar mi honor—.
Cuando muertos les dejó, ella propia la muerte se fue
y, con rostro sin igual, de este modo le habló al señor juez:
—Yo, pobre yo, y usted, como juez severo,
debe saber que la honra no se paga con ningún dinero.
Así que, ahora, el señor juez, haga usted lo que quiera de mí,
porque es muy justo que pague el delito que yo cometí.
Arránquenme ustedes la mano, castigué con desdén y valor
al infame que quiso comprarme y a mi madre, que lo consintió.
El señor juez en la cárcel la metió,
a aquella blanca azucena que tan fiera defendió su honor.
La toman declaración y la hermosa joven contestó
que ella propia a su madre traidora, sin consuelo, la muerte la dio.
Y hasta el señor juez lloraba en sentir que aquella blanca flor
a su madre la muerte la ha dado por ser pura y no manchar su honor.
Pero la joven, afligida, ya lloraba:
—Madre mía, fuiste muy traidora, yo por ti me hallo aquí desgraciada—.
Y, con terrible agonía, ella propia la muerte se dio.
En un triste calabozo, su alma pura ha entregado al Señor,
y una carta le ha dejado, que a cualquiera le causa dolor:
“Adiós, madre traidora, tú fuistes la culpable de mi perdición”.
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[Com.: Esas son coplas de Ceclavín. Nos lo tocaban y lo bailábamos, lo bailábamos bien agarraos]