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Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00003 32).
Título indicado en las anotaciones de campo: "San Antonio y los pajaritos".
Muchos de los temas de esta entrevista fueron también transcritos en el Catálogo Folclórico de la provincia de Valladolid.
Aclaraciones léxicas:
oraste: por obraste.
Bibliografía
IGRH: 0194
Otras versiones de "San Antonio y los pájaros"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
RODRÍGUEZ PASTOR, J. (1996). Algunas manifestaciones folkloricas en torno a san Antonio de Padua. Revista de Folklore, 16 (186), 84-98.
TRAPERO, M. (1990). Los romances religiosos en la tradición oral de Canarias. Madrid: Nieva.
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Transcripción
Divino Antonio precioso, suplícale a Dios inmenso,
que por tu gracia divina alumbre mi entendimiento,
para que mi lengua pronuncie milagros
que en el huerto oraste* de edad de ocho años.
Desde niño fue nacido con mucho temor de Dios,
de sus padres estimado y del mundo admiración.
Fue caritativo y perseguidor
de todo enemigo con mucho rigor.
Su padre era un caballero cristiano, honrado y prudente,
que mantenía su casa con el sudor de su frente.
Y tenía un huerto en donde cogía
cosechos y frutas que el tiempo traía.
Por la mañana, un domingo, como siempre acostumbraba,
se marcha su padre a misa, cosa que nunca olvidaba,
y le dice: —Antonio, ven acá, hijo amado;
escucha, que tengo que darte un recado.
Mientras que yo esté en misa, gran cuidado has de tener,
mira que los pajaritos todo lo echan a perder:
entran en el huerto, pican el sembrado,
por eso te encargo que tengas cuidado—.
Cuando se ausentó su padre y a la iglesia se marchó,
Antonio quedó cuidando y a los pájaros llamó:
—Venid, pajaritos, dejad el sembrado,
que mi padre ha dicho que tenga cuidado.
Y, para que yo mejor pueda cumplir con mi obligación,
voy a cerraros a todos dentro de esta habitación—.
Y a los pajaritos mandarles que entraran.
Ellos, muy humildes, en el cuarto entraban.
Por aquellas cercanías ningún pájaro quedó,
porque todos acudieron a lo que Antonio mandó.
Lleno de alegría san Antonio estaba
y los pajaritos alegres cantaban.
Ya vio venir a su padre. Luego, les mandó callar.
Llega su padre a la puerta y le empezó a preguntar:
—¿Qué tal, hijo amado? ¿Qué tal, Antoñito?
¿Has cuidado bien de los pajaritos?—.
Antonio le contestó: —Padre, no tengas cuidado,
que, para que no hagan mal, todos les tengo cerrados—.
El padre que vio milagro tan grande
al señor obispo trató de avisarle.
Acudió el señor obispo con grande acompañamiento,
quedando todos confusos al ver tan grande portento.
Abrieron ventanas, puertas a la par,
por ver si las aves se quieren marchar.
Antonio les dijo a todos: —Señores, nadie se agravie.
Los pájaros no se van mientras que yo no les mande—.
Se puso a la puerta y les dice así:
—Vaya, pajaritos, ya podéis salir.
Salgan cigüeñas con orden, tórtolas, grullas y garzas,
gavilanes, avetardas, grullas, mochuelas y garzas.
Salgan las urracas, tórtolas, perdices,
palomas, gurriones y las codornices.
Salga el cuco y el vilano, burlapastor, andarríos,
canarios y ruiseñores, tontos, gallazos y mirlos.
Salgan verderones y las bohardillas,
y las cocujadas y las golondrinas—.
Al instante que salieron, todos juntitos se ponen,
escuchando a san Antonio, para ver lo que dispone.
Antonio les dijo: —No entréis en sembrados,
iros por los montes, riscos y los prados—.
Y, al tiempo de alzar el vuelo, cantan con dulce alegría,
despidiéndose de Antonio, de toda su compañía.
El señor obispo, al ver tal milagro,
por diversas partes mandó publicarlo.
Árbol de grandiosidades, fuente de la caridad,
depósito de bondades, padre de inmensa piedad.
Antonio divino, por tu intercesión,
todos merecemos la eterna mansión.