Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0895r
Informantes
Recopiladores
Notas
Registro sonoro perteneciente al Archivo de la Tradición Oral de la Fundación Joaquín Díaz (sign.: ATO 00004A 03).
Título indicado en las anotaciones de campo: "Una encantadora joven".
Muchos de los temas de esta entrevista fueron también transcritos en el Catálogo Folclórico de la provincia de Valladolid.
Bibliografía
Otras versiones de "El confesor de su madre"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Una encantadora joven sostenía relación
con un mozo postinero que adoraba con pasión.
Al conseguir sus favores y al ver que encinta quedó,
trataron de casamiento, pero aquel infame huyó.
Ella muy apurada por eso se quedó,
llorando desconsolada porque la honra perdió.
La pobre así decía: —¡Qué triste porvenir!
¿Qué dirá de mí la gente? ¡Yo de vergüenza voy a morir!—.
Ha pasado cierto tiempo, luz a un niño hermoso dio.
Se le cogió entre sus brazos y hacia el monte se marchó.
Se lo dejó en un barranco, (y) envuelto con un pañal,
ocultando la deshonra de esta madre criminal.
Pero, al siguiente día, un pastor que pasó
por aquella cercanía a un niño llorar oyó.
Y, al irle a dar auxilio, (y) emocionado vio
de que era un recién nacido; y él a su casa se lo llevó.
Y el pastor, con alegría, pronto a su casa llegó.
Su mujer le dio la entrada y aquel niño la entregó.
Se fueron a la parroquia, lleno de gozo los dos,
bautizando al pobre niño que en sus manos puso Dios.
Cuando llegó a ser mozo, le dicen con dulzura,
dicen que si estudiar quiere pa la carrera de cura.
Le dieron el estudio, logrando su intención,
y, al cumplir veintidós años, llegó a ser cura en la población.
Pero, un día inesperable, en la iglesia penetró
tristemente una señora y al confesor se acercó;
se arrodilló en el momento y el padre la preguntó:
—Dígame usted sus pecados para que la absuelva Dios.
—Padre, tengo una pena de que hice un gran mal,
y mi conciencia me dice que yo he sido una criminal.
Hace veintidós años, a un hijo abandoné;
no sé si es vivo o es muerto, sobre un barranco yo le dejé—.
Quedó el padre trastornado, sin aliento y sin valor
y, al oír lo confesado, creyó morir de dolor.
—(Y) usted debe ser mi madre, por lo que se explica usted.
Quiso Dios que yo encontrara la madre que me dio el ser.
—Hijo de mis entrañas y de mi corazón,
por ocultar mi deshonra hice yo tan mala acción.
—Madre, yo la perdono, porque comprendo yo
que la culpa no fue tuya, sino del hombre que te perdió.