Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
0911r
Categoría:
Colección:
Archivo oral de la provincia de Jaén
Informantes
Recopiladores
Notas
En esta versión, se repiten los segundos hemistiquios de los versos pares, exceptuando el verso 32, a partir del cual comienzan a repetirse los segundos hemistiquios de los versos impares. También se repite el segundo hemistiquio del primer verso.
La informante neutraliza /l/ y /r/ en posición implosiva y final.
Bibliografía
IGRH: 0195
Otras versiones de "Lux aeterna"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
Una joven muy guapa llamada Adela
por el amor de Juan se hallaba enferma.
Otra de sus amigas fueron a verla,
a ver cómo se hallaba la pobre Adela.
Y a otra de sus amigas le ha preguntado
que si había visto al Juan por algún lado.
Y otra de sus amigas le ha respondido:
—Piensas ponerte buena, yo te lo digo,
Otra de sus amigas fueron a verla,
a ver cómo se hallaba la pobre Adela.
Y a otra de sus amigas le ha preguntado
que si había visto al Juan por algún lado.
Y otra de sus amigas le ha respondido:
—Piensas ponerte buena, yo te lo digo,
porque tu Juan, porque tu Juan
con tu amiga Dolores se va a casar.
—Madre, cierra la puerta, vente a mi lado,
que antes de morir quiero darte un recado:
si viene Juan a verme después de muerta,
no lo dejes que pase de aquella puerta.
no lo dejes que pase de aquella puerta.
No, madre mía, no, madre mía,
que no quiero que vea el fin de mi vida.
Madre, ¡qué buena noche, cuántas estrellas!,
ábreme la ventana que quiero verlas.
—No, hija mía, no, que estás enferma,
que el frío de la noche dañarte pueda.
[Com.: Cuando me muera.]
—De mortaja me pones toda mi ropa,
la que tenía guardada para mi boda.
Y, cuando me has amortajado, me has amortajado,
me quitas los corales que Juan me ha dado—.
A las dos de la tarde pasó el entierro.
Juan, que estaba en la puerta, se metió dentro.
Se arrodilló, se arrodilló
A las dos de la tarde pasó el entierro.
Juan, que estaba en la puerta, se metió dentro.
Se arrodilló, se arrodilló
a los pies de un retrato que ella le dio.
—Adela mía, Adela mía,
—Adela mía, Adela mía,
yo nunca pensaba que te morías—.
A otro día siguiente, fue al cementerio:
—Abre la puerta, niña, abre la puerta—.
Y el sepolturero no le hacía cuentas.
Y, cuando el sepolturero lo vio afligido,
le dice: —Márchese a su casa, mi buen amigo,
porque su Adela, porque su Adela,
los restos que le quedan son pa la tierra.