Audio
Clasificación
Informantes
Recopiladores
Notas
Aclaraciones léxicas:
ende: por desde.
nunguaba: a juzgar por otras versiones, como 0199r, equivale a 'no igualaba', con el sentido de 'no es igual en ambos'.
premiso: por permiso.
Bibliografía
IGRH: 5012
Otras versiones de "En la estación de Alicante"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
En la estación de Alicante, un tren subía un melitar,
en un coche de segunda que para su casa va.
Al ir a tomar asiento, el joven queda mirando
a una señora muy guapa que un niño llevaba en brazos.
Y la señora le dice: ―¿Es que va usted con premiso*?―.
Y el melitar le contesta: ―No, señora; voy cumplido―.
Y la señora le dice y le dice muy risueña:
―Si no tiene inconviniente, ¿me quiere dar usted usted las señas?
―Señora, soy de Almadén, me llamo José Jiménez,
vivo en la calle Mayor, número cuarenta y nueve―.
Se levanta la señora, le dice con mucha gracia:
―¿Quiere usted cogerme el niño, mientras bajo a beber agua?―.
Se pasa cuatro estaciones, la señora no volvió.
El melitar con el niño: ―¿Ahora qué voy a hacer yo?―.
Se queda mirando al niño, dice: ―Su madre no viene―.
Ve que en la mano derecha lleva colgada una llave.
Le coge la llave al niño, coge y abre la maleta.
Envuelto en unos papeles, llevaba diez mil pesetas.
En los papeles decía: “Procura al niño criarlo
y, si no tienes dinero, lo publicas en el diario”.
Ya llegó a la estación, donde todos lo esperaban.
Al verlo con aquel niño, la madre le preguntaba.
La novia se le aproxima, diciéndole estas palabras:
―Dime de quién es el niño. Tú me tienes engañada―.
Ende* la estación al pueblo le contó lo que pasaba:
cómo le iban dao el niño y el dinero que llevaba.
Preparan para la boda, enseguida se casaron
y se llevaron al niño, con bibirón lo criaron.
Ya que tuvo quince años, lo meten en un taller
y ha aprendido su oficio, que eran los deseos de él.
Ya cuando tuvo el oficio, en tren marchó a Barcelona,
de chófer a una casa con una noble señora.
Ya llevaba varios meses de chófer en aquella casa,
le hacían varios regalos de lo bien que se portaba.
Y un día la señora lo ha llamado a su despacho:
―Perdone mi atrevimiento; escúchame cómo te hablo:
si tú te casas conmigo, como yo no tengo a nadie,
todito mi capital será para ti y tus padres―.
Y el muchacho le contesta con profundo sentimiento:
―Como mis padres son pobres, la petición se la acepto.
Como la edad [¿nunguaba*?], perdone que hable así,
tengo que pagarles con algo lo que ellos hicieron por mí―.
La señora se conmueve con mucho serenimiento:
―¿Es que usted no tiene madre? Confiésame este secreto.
―Sí, señora, sí tendré, pero muy buena no será
porque, estando pequeñito, me entregó a un melitar.
―Ay, ven acá, hijo querido, ven acá, dame un abrazo.
No lo hice por desprecio, lo hice por no manchar
la honra de mi familia. Hijo, ¿me perdonarás?
Perdóname, hijo querido, que no fui una madre mala,
por eso dejé dinero para que a ti te criaran.