Hija de un labrador requerida por el dueño de la finca

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Fecha de registro:
Referencia catalográfica: 0943r

Informantes

Recopiladores

Notas

la informante indica que lo aprendió de pequeña y que se cantaba durante la recogida de la aceituna.

La informante sesea en ocasiones.

Bibliografía

Otras versiones de "Hija de un labrador requerida por el dueño de la finca"

Alonso Fernández et alii (2017: n.º 32; 12.2); Moreno Moreno (2016: n.º 146, 160); Pimentel García (2020: n.º 783); Tejerizo Robles (2007: n.º 420).

Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.

Transcripción

En los campos de Sevilla,     habitaba un labrador
con una hija más guapa     que los rayitos del sol.
Carmencita se llamaba,     quince años que tenía,
por su hermosura y belleza,     todo el pueblo la quería.
Era hija de un labrador,     el orgullo de su padre,
que, cuando Carmen nació,     falleció su pobre madre.
Y el amo de aquella finca     que su padre ha encargado,
desde que vio a Carmencita,     de ella quedó enamorado.
—Me tienes loco y sin vida,     Carmen, desde que te vi.
Si llegaras a ser mía,     tu vida sería feliz.
Te colmaré de riquezas,     de fincas te dotaré;
te colmaré de riquezas     y yo pobre moriré.
—No hay riquezas en el mundo     que puedan pagar mi honor
y mire usted, don Francisco,     que de esas no soy yo.
Su señora, don Francisco,     mucho tipo y mucho don.
—Mi señora sí es muy guapa,     pero como Carmen, no—.
Don Francisco no sabía     que Carmen se conservaba
una navaja barbera,     que en el pecho se guardaba.
Y, luchando por sus fuerzas,     malherido lo dejó,
y a dar cuenta a la justicia     a ese pueblo se marchó.
Ha llegado el señor juez     y al herido preguntó,
y el herido se declara     de todo cuanto pasó:
—Yo he querido avasallar     a la hija de mi labrador,
que no la ofendan en nada;     la culpa la tengo yo.
Que no la ofendan en nada,     no la ofendan, por favor.

Resumen de "Hija de un labrador requerida por el dueño de la finca"

El dueño de una finca se enamora de la hija de su labrador y, al intentar forzarla, esta se defiende con una navaja. El dueño de la finca declara ante el juez que no castiguen a la muchacha porque la culpa ha sido suya.