Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1057r
Categoría:
Colección:
Colección de Jerónimo Anaya Flores
Informantes
Recopiladores
Notas
La informante le da el título de Romance de una suegra y una nuera.
En esta versión, se repite el verso segundo.
El comienzo del verso 16b no lo canta la informante; ante su vacilación, otra voz se lo indica y ella lo continúa.
Bibliografía
IGRH: 0153
Versión publicada en Anaya Flores (2016: pp. 135-136).
Otras versiones de "La mala suegra"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Estudios
KIORIDIS, I. (2015). La suegra «mata» a la nuera: dos ejemplos del motivo en las baladas tradicionales griegas y en el romancero, Atalaya [En ligne], 15.
URL: <http://atalaya.revues.org/1683>
SORIANO LÁZARO, E. (1981). El romance de la mala suegra recogido en Mezquita de Loscos, Kalathos, I, 179-182.
¶
Transcripción
Carmela se paseaba por una salita alante
con sus dolores de parto, que el corazón se le parte.
Se ha asomado a una ventana donde solía asomarse:
—¡Quién pudiera atravesar, atravesar aquel valle
y en compañía tener a Jesucristo y mi madre!—.
Su suegra que la escuchaba, que era digna de escucharle:
—Carmela, coge la ropa, vete a parir con tu madre—.
A la noche viene Pedro: —Mi Carmela ¿dónde está?
—Se ha ido en casa de su madre, nos ha tratado muy mal;
nos ha tratado de tunas y hasta el último linaje,
y por última me ha dicho que eres hijito de un fraile—.
Coge Pedro su caballo, su criado por delante
y, al revolver una esquina, se encuentra con la comadre.
—Bienvenido seas, Pedro, ya tenemos un infante.
—Del infante gozaremos, de Carmela no se sabe.
Levántate de ahí, Carmela. —¿[Cómo quies] que me levante,
si de tres horas parida no hay mujer que se levante?
—Levántate de ahí, Carmela, no te lo vuelva a decir,
que los pechos del caballo en ti se van a ceñir—.
Monta Pedro en su caballo y Carmela por delante.
Han andado siete leguas uno al otro sin hablarse.
—¿Cómo no me hablas, Carmela? —¿Cómo quieres que te hable,
si los pechos del caballo van bañaditos de sangre?
—Y espérate aquí, Carmela, que voy afilar este sable;
en llegando a aquella ermita llevo intención de matarte—.
Y responde el niño tierno: —¿Por qué mata usted a mi madre,
por un falso testimonio que ha querido levantarle?
Ahora le diré yo a ella si soy hijito de un fraile—.
Las campanas de aquel pueblo hacen polvo repicarse.
—¿Quién se ha muerto, quién se ha muerto? —La condesa de Olivares.
—No se ha muerto, no se ha muerto, que la ha matado mi padre.
Las campanas de la gloria, para mí y para mi madre;
las campanas del infierno, para mi abuela y mi padre;
y a la tuna de mi abuela malos demonios la arrastren.