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Notas
Esta narración fue recogida en Martínez Reyes (2016: n.º 55).
Tapesco, Am. Cen. y Méx.: 'Especie de zarzo que sirve de cama, y otras veces,
colocado en alto, de vasar'. DRAE.
Chuña, El Salv. y Hond: 'descalzo (que lleva desnudos los pies)'. DRAE.
fresco: ‘Bol., C. Rica, Ec., El Salv., Guat., Hond., Nic., Perú y Ven. refresco (bebida fría)’ (DRAE, 2014). Esta acepción se recoge, por vez primera en el NTLLE, en el Diccionario de la lengua española (1917) de Alemany Bolufer: ‘Amér. En Honduras y Guatemala, refresco’. Al consultar el MdD, comprobamos que la RAE incluye ese significado a partir del DRAE (1925): ‘Amér. Central, Méj. y Perú. Refresco, bebida fría o atemperante’. Cabe destacar que tanto en el DRAE (1992) como en el DRAE (2001) se modifican las marcas diatópicas relativas a esta acepción (Amér. Central, Ecuad. Perú y Venez. en 1992 y Amér. Cen., Bol., Ecuad. Perú y Venez. en 2001).
(Nota léxica de Marta Torres Martínez)
Transcripción
El Duende es un espíritu que solo busca a las mujeres que le gusten a él. Es un espíritu que fue espíritu de hombre, pero a saber qué clase de hombre. Él persigue las hembras, y él es malo. Nosotros en la Mosquitia vimos eso, una vez, que fuimos con una compañía inglesa a hacer canales pa sacar madera. Yo estoy en Brus Laguna durmiendo donde una señora inglesa, que ahí los dos nos quedábamos nosotros donde ella. Tenía una pensioncita que eran tapescos*, ahí dormía uno. Y, entonces, yo encontré una muchacha que arrojaba piedras, puras piedras negras, lisitas, parecían plomo. Le dije yo a doña Sara:
—¿Qué será eso?
—Es el Duende —me dijo—. Qué está enamorado de ella y para que nadie la enamore, la hace arrojar—.
Y sí yo llegaba y la enamoraba, a mí me trancaba también el espíritu ese. Me trancaba y me fregaba también. Pero hay quien cure.
Le digo yo a un jefe, de los grandes:
—Présteme la goleta para ir aguar. Que ahí hay una muchacha que arroja piedras —le digo— y no la pueden curar—.
Y que en Brus hay brujos, en Brus Laguna hay brujos, pero brujos con árboles que conocen ellos y con metales, pero brujos que sepan otra cosa no. Me dijo doña Sara:
—Hay un señor —me dice— en Brus | en Ahuas —me dice—. Consiga la goleta con la compañía y nos vamos río Patuca arriba; ahí queda Ahuas. Vamos a traerla—.
Ahí topamos con un viejito, que yo soy bien incrédulo, yo no creía, pero por desengañarme fui. Vine le llené el tanque de goleta y puse otro tambo atrás de repuesto de gasolina. Porque a mí me gusta andar en goleta. Soy fanático de meterme en agua, en puertos. Entonces vengo y me suspendo y le digo a otro amigo que fue tractorero, le digo:
—Si querés— era negrito de raza— ¡Cacho, vení! —le digo—. Si querés vamos a, a Ahuas en la goleta que ya la conseguí con la empresa—.
La empresa tenía cuatro goletas y un pipante pa jalar gente. Pipante es un cayuco como de aquí allá. La goleta es más pequeña, pero con motor. Entonces, llego a Brus, y dejé an-, an-, anclada la goleta y me voy donde doña Sara:
—Doña Sara vaya tráigase a la muchacha enferma. Vamos a ir a ver si hallamos a ese. Yo llevo aquí tres mil pesos —le digo— por cualquier cosa—.
—Yo llevo también —me dijo la señora.
Nos fuimos.
—¡Móntela! —le digo.
Y nos llevamos a la muchacha para ese lugar de Ahuas. Es una aldea de Patuca arriba. Y agarramos Patuca arriba. Ahí voy en aquella animala.
—¿Usted conoce bien de agua verdad? —me dijo doña Sara.
Le digo yo: —Sí, es que yo soy puerteño. Yo me he criado en el puerto.
—Ah, con razón —me dice.
—Ahí me dicen dónde es—.
Y ahí llevo mi brújula también.
Me dijeron: —¡Aquí es Ahuas! ¡Aquí doblemos!—.
Entonces, llevo un conocedor también, un hombre de Brus. Y ya me fui a meter. Ya nos anclamos en Ahuas. Y me dice | le digo:
—¿A dónde vive ese señor —le digo— que, que cura la gente?—.
Ya me llevaron. Y ya voy preguntando. Porque yo he sido tan metido, desde cipote. Me ha gustado el roce y entrarle a la gente, toda clase de gente. A mí no me interesa que ande chuña*, en esos montes yo he tenido roces con toda clase, así como lo está viendo usted aquí. Es una gran cosa pa tener experiencia. Entonces vengo yo y ya llegué donde el señor:
—¿Cómo está, señor? —le digo yo.
—Pase adelante —me dice— Yo ya sé a qué usted viene — me dijo— en una goleta viene —me dijo— de, de, de Brus. Pero ustedes están trabajando, haciendo un canal para sacar madera, con una compañía inglesa.
—Sí, señor —le dije yo. Y andaba yo frescos*. Saqué un fresco yo —Tenga, tómeselo.
—Usted es un gran hombre —me dice—. No por el fresco. Usted es un gran hombre. Está haciendo una obra con esa muchacha. Y…, y no le voy a cobrar, porque la obra que está haciendo es de Dios. Dios lo ha enviado a usted a que haga esta obra con esta muchacha. Esta muchacha no es mal que tiene —me dice—. Solo es un espíritu diabólico que la está jugando. Está jugando con ella. Está jugando con ella porque le gusta, y él es tunante. Él toca con guitarra —me dice—. Toca con guitarra —me dijo— y enamora las muchachas y les canta las canciones que él quiere. Él es músico. No es malo —me dice— …, pero sí molesta a las hembras. Y sí usted enamora esta muchacha —me dice—, lo molesta también, lo traba también. No lo deja trabajar, y lo enferma y no lo deja ni comer. Y es verdad. Entonces vinimos y ya la agarró a la muchacha.
—¡Espérenme!—.
Y ya metió a la muchacha, y ella arrojaba aquel montón de piedras lisas, negras fíjese. Al rato sale la muchacha como nueva. ¿Qué le habrá dado o hecho? Yo no sé, la cosa es que la curó el brujo.