Audio
Clasificación
Fecha de registro:
Referencia catalográfica:
1072r
Categoría:
Colección:
Colección de Jerónimo Anaya Flores
Informantes
Recopiladores
Notas
La informante le da el título de Rosita encarnada e indica que lo cantaba cuando bordaba.
Adolfa es de Calzada de Calatrava, pero reside en Ciudad Real, donde se recogió el romance.
Bibliografía
IGRH: 5019.9
Versión publicada en Anaya Fernández y Anaya Flores (1999: pp. 60-62; música p. 184; procedencia y peculiaridades p. 211).
Otras versiones de "Rosita encarnada"
Ver referencias completas en Fuentes citadas abreviadamente.
Transcripción
—De la guerra de África vengo, todo eso lo hace el amor.
—Me casé en lo mejor de la vida con un hombre que nunca me amó.
—Y al marcharme, Rosita encarnada, tú juraste que tú me esperabas;
y ahora vengo a casarme contigo, y ahora vuelvo y te encuentro casada.
—Casadita, casadita estoy, que la ley me hizo el volver
de casarme en la flor de mi vida con un hombre que yo nunca amé.
—Dame un beso, Rosita encarnada, dame un beso de esos de amor,
que en tu pecho ha tocado otro hombre y en tus labios quiero besar yo.
—Ese beso que tú a mí me pides ahora y nunca te lo puedo dar;
ese beso se l’he dado a otro con el que ahora me encuentro casá.
—Ese beso que yo a ti te pido ahora y siempre tú me lo has de dar
y, si no, con mi mano derecha, en tu pecho clavaré un puñal.
—Si tú tienes puñal de dos filos que en mi pecho pueda traspasar,
matarás a una hermosa criatura que dentro de mi cuerpo estará.
—Yo no mato a esa hermosa criatura porque viva en el mundo inocente,
pero el día que ella venga al mundo a ti sola te daré la muerte—.
A los tres días tuvo una niña más hermosa que la hora del sol
y por nombre le pusieron Rosa, Rosa como su madre mandó.
A los nueve días sale a misa, en la calle fue y se la encontró:
—Buenos días, Rosita encarnada, ahora vengo a lograr mi intención.
—No me mates, por Dios, no me mates; no me mates, tener compasión,
que de ese beso que tú a mí me pides ahora y siempre te lo he de dar yo.
¿No te acuerdes del pañuelo grana que de novios yo te regalé?
Dámelo, si es que tú no lo has roto, que en tu nombre yo le romperé.
—No me acuerdo del pañuelo grana ni de varios regalos que hiciste,
solo de un costurero de plata donde tú mi retrato pusiste.
—No me mates, por Dios, no me mates; no me mates, tener compasión,
que ese beso que tú a mí me pides ahora y siempre te lo he de dar yo.
—Ya no quiero besos de tus labios, lo que quiero es lograr mi intención—.
Se ha sacado el puñal de dos filos y en su pecho fue y lo traspasó.
—Si mi amado marido supiera que la muerte tú me ibas a dar,
conducido a la cárcel irías y la guardia civil por detrás—.
A los tres momentos del crimen, su amado marido llegó:
—Dime, dime, Rosita encarnada, dime, dime quién te asesinó.
—Me ha quitado la vida aquel hombre, que de novios le juré el amor
y, al volver y encontrarme casada, ha tratado de quitarme el honor—.
Esta carta que yo dejo escrita se la dan a las mozas solteras;
que no juren amor, que no juren, que no juren amor que no quieran.
Corran, corran, corran las cortinas, que a Rosita ya la pueden ver,
que está muerta en un jardín de flores a los pies de un soldado cruel.