El venado encantado

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Notas

*Veintidós: Hace referencia al calibre del arma de 22mm.

*Tepezcuintle: Paca (mamífero roedor). 

Notas léxicas

cipote: ‘El Salv., Hond. y Nic. niño (persona que está en la niñez)’ (DRAE, 2014).
Según observamos en el MdD, este término es lematizado por los diccionarios académicos a partir del DRAE (1925): ‘El Salv. y Hond. Chiquillo, pilluelo’. La marca diatópica relativa a Nicaragua (Nic.) se incorpora en el Suplemento del DRAE (1970). En el ámbito no académico, como vemos en el NTLLE, vuelve a ser Alemany Bolufer en su Diccionario de la lengua española (1917) quien incluye por vez primera cipote: ‘Amér. En Salvador y Honduras, chiquillo, pilluelo, muchacho’.

(Nota léxica de Marta Torres Martínez)

Macizo: Hond.: 'persona de avanzada edad'. No en el DRAE.

Chele: Hond., “dicho de una persona: De piel rojiza”. DRAE

Bibliografía

Esta narración fue recogida en Martínez Reyes (2016: n.º 350).

Transcripción

Una vez allá, en Tela, yo iba a tirar con un señor a, a un cerro que le dicen Izopo. Pero nosotros tirábamos de noche. Nos íbamos a las seis de la tarde y hacíamos la, la… | íbamos a ver a donde comían. Porque íbamos agarrar venados y tepezcuintles*. Entonces ese día vengo yo, y vamos con él a ver el sitio, las huellas a donde llegaba el tepezcuintle y el venado. Habían unas manzanas redondas, de unas amarillas, habían porosas, que esas de repente las quiebran las muelas. Entonces ese día vengo yo, y ya como a las diez de la noche, salimos. Yo me ponía unas bateas, unas cosas, porque había un bejuco que lo perdía a uno y me lo amarraba aquí atrás. Entonces lo mismo con veintidós*. Entonces, cuando yo voy así por una hondonada arriba, miro dos venados. Y está uno echado y el otro está parado ahí. Pero con las luces... Entonces cayeron unas lloviznitas. Y le digo yo al señor que andaba conmigo:

—¡Chico! —Él ya era un señor, yo estaba cipote, jovencito.— ¿Qué vas a tirarles? —me dice el señor.

—Mire ahí están dos.

—Dejámelos a mí, vos no les vas a pegar —me dice.

Entonces, bueno lo dejé, como él era tirador, y yo era… No era experto. Y le hace entonces: “Pin” le pone el tiro al venado, y cae el venado. Y la que estaba echada se suspende y “fuuu. Solo pegó dos brincos.

—Andá agarrá aquel que está pegado —me dice. Y él se fue a seguir la…

Le digo:

—No la agarra —le digo.

—Tal vez —me dice— Tal vez se detiene por ahí —me dice— esperando la otra, la, la otra compañera —me dice.

Cuando yo llego donde el venado, lo miro al venado que está “jaa”, bien calientito. Y lo tocó. Entonces cuando yo digo a echarmelo al lomo, se para aquel venado y con el tiro pegado en la mera pata para no caminar. Yo andaba un machetío de, de acero así, con un crucero, chiquitío. Entonces vengo, agarro, corto una rama y le pego a aquel venado: “paaaa, paaaa” en la cabeza. Y casi le saco el ojo. El venado quedó [¿sangrando?] y se murió. Y me lo echo al lomo. Y ahí voy con él en el lomo. Pero le estoy contando que ya iban siendo las once y media de la noche, por aquella serranía, yo solito con aquel venado. Y fíjese que el venado me va orinando aquí y me va llenando de… “hijuepuya”. Entonces lo pongo en una piedra arrimado, acostado. Cuando volteo a ver, lo miro al venado, parado: "Ay, no" dije. Entonces vengo, agarro el machetío, le pongo el filo y: “paaaaa”.

—Ya se murió pues —dije.

Cuando voy llegando a un plantel así que había, y una peñasca grandota, en esa peñasca pongo el venado. Y yo me voy a donde habían esas manzanas de esas… y, miro que… como yo andaba la lámpara así de foco, con un tanquecito. Y miro aquel montón de tepezcuintles. Y “paaa” y cae el bruto. Pero como son tontos esos, cuando miran que cae uno va a ver al otro. Y “paaa” le doy al otro. Y dije yo: "Hoy sí estuvo buena la, la cacería". Pues cuando ya vengo y volteo a ver, miro al venado parado. Es que sentí una sombra que me arropó, porque había un palo de higuero en la esquina de la piedra. Me arropó… me arropó una sombra y se me puso la cabeza bien grande, y así bien feo.

—¡Dios mío! —dije yo—. ¿Qué será esto?—

Y aquel venado parado. Entonces agarró y saco el machetío… Y miro pa’rriba, a ver la sombra que me había arropado y fui a ver… Ay, Dios mío, ahí me asusté, ahí si me temblaron todos… ya eran más de las doce de la noche. Cuando vengo yo y, me llevo al venado para donde estábamos, y me dice el dueño | le, le digo:

—Mirá que traje un venado —le digo— y los tepezcuintles —Esos sí venían muertos.

Había un señor que le decían | él mataba y pelaba los animales, nosotros los traíamos en sacos para que sacaran toda la carne. Entonces viene él:

—Mirá Raúl —me dice— que ese venado no se quiere morir —me dice— A la orilla de la playa estábamos.

—Nombre, vos es que no podés matar a ese animal...

—¡No se muere! ¡Le doy, le doy y no se muere!

Pero antes de eso, como a las dos de la mañana, ese jodido, yo estoy durmiendo en una hamaca y el venado me botaba. Yo no le daba importancia, yo no sabía nada. Entonces él no podía matar el venado. Son como las siete de la mañana ya, entonces me voy y le digo:

—¿No podés matar ese venadito?

—No —me dice.

Entonces agarro el machete y le pongo con un coco seco, y le sale una cosa como, una cosa como lucitas, como chispitas, luces. Le salieron de aquí de la garganta. Y lo botó y se fue en la arena y entonces ya ahí se murió. Entonces le digo, le cuento a un a un, a un cazador así, tirador viejo.

—¡Pucha Raúl, perdiste tu suerte! —me dijo—. Ese, ese, ese venado estaba encantado —me dice—. No era cualquier venado —me dice.

—¡Nombre! Que yo no sabía —le dije.

Don Enrique se llamaba ese señor que yo le conté. Un señor ya, ya macizo. Yo estaba cipote, así como él era don Enrique, y le conté. Él era tirador viejo, un señor chele, blanco. Dice que él | eso, eso que él echó: se echa en un trapo dice, se amarra dice, y es una suerte para uno para toda la vida, dice. De toda clase de suerte dice.

—Entonces vos la perdiste —me dice.

Fíjese que cuando yo lo maté, echó unas como lucitas, como piedritas brillantes y quedaron ahí y se fueron en la arena. Estaba encantado.